Traducción de «Aullido» (V)

[…]

que lanzaron sus relojes al techo para votar por una Eternidad fuera del Tiempo y sobre sus cabezas cayeron despertadores todos los días del resto de la década,

que se cortaron las muñecas tres veces sucesiva e infructuosamente, se rindieron y se vieron obligados a abrir tiendas de antigüedades donde se vieron envejecer más y lloraron,

que fueron quemados vivos en sus inocentes trajes de franela en Madison Avenue entre explosiones de versos plúmbeos y el gasolinado estruendo de los férreos regimientos de la moda y los nitroglicerínicos chillidos de las mariquitas de la publicidad y el gas mostaza de los editores siniestramente inteligentes, o fueron atropellados por los borrachos taxis de la Absoluta Realidad,

que saltaron del Puente de Brooklyn esto pasó de verdad y se piraron anónimos y olvidados en el aturdimiento fantasmal de los puestos de sopa y los llameantes coches de Chinatown, ni siquiera una puta cerveza gratis,

que gritaron por sus ventanas desolados, cayeron de las ventanas del metro, saltaron al asqueroso río Passaic, se abalanzaron sobre negros, lloraron por toda la calle, bailaron sobre botellas rotas descalzos destrozaron grabaciones fonográficas del nostálgico jazz alemán de 1930 terminaron el whiskey y gruñeron vómitos al puto baño, con gemidos en sus oídos y el estallido de colosales silbatos de vapor,

que se precipitaron por las autopistas del pasado viajando hacia su Golgotha-automovilístico confinamiento solitario o a la encarnación del jazz de Birmingham,

que viajaron campo a través setenta y dos horas para descubrir si yo he tenido una visión o si tú has tenido una visión o si él ha tenido una visión para encontrar la Eternidad,

que viajaron a Denver, que murieron en Denver, que volvieron de Denver y esperaron en vano, que vigilaron Denver y se rayaron y «solitariaron» en Denver y finalmente se fueron para encontrar el Tiempo y ahora Denver se siente sola sin sus héroes,

que cayeron arrodillados en catedrales desesperanzadas rezando por la salvación del otro y la luz y las tetas, hasta que su alma iluminó su cabello por un segundo,

que estrellaron sus mentes en prisión esperando a los imposibles criminales de cabeza rubia y el encanto de realidad en sus corazones que cantara dulces blues a Alcatraz,

que se retiraron a México a cultivar el hábito, o a las Montañas Rocosas a adorar a Buddha o a Tánger a por los chicos o al Pacífico Sur a la negra locomotora o a Harvard a por Narciso a Woodlawn a la cadena margarita o a la tumba,

que exigieron juicios de locura acusando a la radio de hipnotismo y acabaron solos con su locura y sus manos y un jurado indeciso,

que tiraron ensalada de patata a los ponentes dadaístas del City College de Nueva York y se presentaron subsecuentemente en los graníticos escalones del manicomio con las cabezas rapadas y un arlequinesco discurso de suicidio, exigiendo una lobotomía instantánea,

y no recibieron más que el vacío de la insulina Metrazol electricidad hidroterapia psicoterapia terapia ocupacional ping-pong y amnesia,

que en seria protesta volcaron una sola y simbólica mesa de ping-pong, descansado catatónicamente un segundo,

volviendo años más tarde con la cabeza verdaderamente calva excepto por una peluca de sangre, y lágrimas y dedos, ante el visible cataclismo de demencia de los pabellones psiquiátricos de las lunáticas ciudades del Este,

fétidos pasillos de Pilgrim State, Rockland y Greystone, discutiendo con los ecos de alma, sacudiéndose y volcando en los solitariamente abancados dolménicos universos de amor de media noche, sueño de vida de pesadilla, cuerpos convertidos en piedra más pesada que la luna,

[…]

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