Antología de Gemma vol. VI: sumersión

Toxicidad

Sabes que hay un problema,

un problema preocupante,

cuando la miras y no te brillan los ojos,

cuando su tacto te repele,

te da arcadas y sientes la bilis

escalar hasta lo más alto de la garganta.

 

El miedo de no encajar, de sentirte atrapada

en unos brazos —que consideras— extraños.

Noches vacías, saladas, oscuras, ahogadas.

 

Es un problema preocupante

cuando tienes una relación tóxica

contigo misma.

 

Ausencia en la presencia

Ya me he acostumbrado

a tenerte y no tenerte.

Mi cometido nunca fue aclamarte

como mío.

Pero, en cierta manera, me gustaría saber

que el aire que inhalas

y exhalas

mientras estamos perdidos

entre las sábanas

no es solo tuyo.

También me gustaría que mostraras tu vulnerabilidad

al admitirme cuántos pensamientos

me tienen como protagonista

en esa agitada mente

que tanto adoro.

Déjame ver el dolor que escondes

en tu acongojado pecho de oro

y sabré cómo amarte a medida.

Porque empiezo a vivir contemplando cada misterio

que esconden esos labios

entre debates transcendentales

de los que somos los únicos testigos.

Sin embargo, sigues huyendo.

¿De qué tienes miedo?

Sigues huyendo como un bandido expatriado,

sin embargo, nunca te urgí a irte de mi lado.

Cuando se te olvidan los cargos que llevas a tus espaldas

vuelves

y me haces sentir tuya —aunque nunca dejé de serlo—

y te vuelves mío.

No sé cuánto tiempo aguantarás

sin alzar el vuelo de nuevo,

no sé cuánto tiempo aguantaré siendo tuya

sabiendo que tú nunca fuiste mío.

 

Límites

Poner límites nunca fue uno de mis fuertes,

quizás por eso mismo he terminado pisoteada

alguna que otra vez.

Es la consecuencia de ser prudente,

maldita prudencia que me consume ávidamente…

Es el miedo de congelar el verano que un alma nueva

me hace sentir,

temer que el fuego del interés se apagará,

que vendrá un vendaval que termine con todo.

Pero no.

La tempestad se extinguiría al no poder pasar

por los límites que hemos puesto los dos,

hablando, poniéndonos de acuerdo

a los pies de la chimenea que actúa como testigo

de esta historia que se está bordando

en el tapiz de nuestra vida.

Sabes bien que no ocurrió nada de eso.

Viste que mi mano dulce era capaz de alzarse

para acordar esos áureos límites.

Y sonreíste. La sonrisa más oscura

que he visto salir de esos labios

a los que tanto he adorado

como un falso dios.

Coge toda mi esencia, vamos,

exprime cada gota

y déjame seca, sedienta

de afecto.

Aprovéchate de esta tierra sin límites,

conviértela en un árido paisaje en ruinas.

 

Empatía

Sentía que llovía fuera

y dentro,

escuchaba el eco de las gotas de lluvia

contra el cristal salvador

mientras las palabras de mi psicóloga

se quedaron tatuadas en mi mente

con tinta roja.

Entender las actitudes de alguien no las justifica.

Y todo tuvo sentido entones.

Todo en exceso es perjudicial

para el alma humana,

hasta la empatía.

 

Deseo al azar

No puede controlarlo,

las palabras salen de su mente

como misiles en guerra

atacando al vil papel

que inmóvil yace,

sin ninguna posibilidad de escapar.

 

Las lágrimas que se escurren.

Como diamantes por sus mejillas.

Tampoco es algo que pueda controlar.

Como las ganas de gritar,

de arrancarse la piel hasta no ser nada más

que músculo, nervios y huesos.

Y dejar de ser emociones mareantes,

que no hacen otra cosa que traerle

niebla de cuchillos.

 

No puede controlar la contradictoria atracción

que aún siente por esa alma sombría.

Las sensaciones que un día desveló, rápidamente,

sin esfuerzo, con firmeza,

y de las que aún siente ecos en su cabeza

cuando le piensa demasiado.

 

No puede controlar nada de eso,

pero intentará no escribirle más

para paliar las quemaduras

que siente en lo más hondo de su pecho.

 

Puta – 8M2022

Es tan poderoso un revólver cargado

como una mujer sin miedo.

Una mujer que mira al frente incluso

cuando le escupen a la cara

con mirada de asco.

 

Desafía el orden establecido

eso que llaman seguridad

en un nombre femenino.

 

La guitarra, una vez tocada, pierde todo su valor.

O, al menos, eso era lo que le habían enseñado.

Vio que el revólver, una vez disparado, se volvía más fuerte.

Y comenzó a cuestionarse todo lo que entendía por verídico hasta entonces.

 

Es pilar, erigido majestuosamente, sin posibilidad de derrumbe.

Esa es la fortaleza que esconde en su pecho cada mujer.

A veces es fortaleza obligatoria

cuando no sienten seguridad en las calles.

Cargan esas llaves

que preparan como improvisada arma blanca

con todo el miedo y toda la rabia que guardan

por ser calandria

en un mundo de cazadores.

 

Con esa rabia tomaron todo aquello que utilizaron para hundirlas

durante siglos y siglos.

Y ahora podemos gritar a los cuatro vientos

que somos unas brujas, unas zorras,

Unas putas.

 

No tenemos miedo a nada.

 

Sus palabras no tienen efecto en nuestro pecho.

Si nos quiere llamar putas, asentiremos,

sintiéndonos orgullosas del río sin fin

que recorre nuestras caderas

por el que fluye nuestra sensualidad

y nuestra sexualidad.

 

Nos llamarán putas por decir que no,

por disfrutar de nuestros cuerpos,

por nuestro vestuario,

por ser buenas en nuestro trabajo,

aunque más de uno no crea en eso de los méritos propios.

Nos llamarán putas por la rabia que sentirán

al ver que las cosas están cambiando.

Que estamos juntas, con nuestros aliados, en este coup d´État

para librarnos del yugo

que llevamos demasiado tiempo arrastrando.

 

Nos llamarán putas

como si nos estuvieran quemando

sintiendo reminiscencia por otros tiempos

y no sabrán que somos tan brujas como putas.

 

Nos llamarán putas

como a todas esas mujeres trabajadoras

que fueron carburante

para la futura explosión.

 

Nos llamarán putas

como a todas esas mujeres

que escribieron la palabra libertad permanentemente

en las que vendrían después.

 

Nos llamarán putas

y no sabrán

que para nosotras esa palabra

ya no es un insulto. Es una liberación.

 

Víctima o la necesidad de justificarlo todo

Reflexiono.

Me siento débil. Culpable.

¿Son mis palabras

un arma para victimizarme?

 

Quizás lo pueda parecer,

pero, al fin y al cabo,

todos somos los héroes

en nuestra historia,

por muy villanos

que en realidad seamos.

 

Soy consciente

del daño que he podido causar,

y me arrepiento,

y ojalá todos mis besos sean de vainilla

y no de cianuro

para el corazón puro.

 

Progresión lineal

Ahora me hace gracia pensar

que hubo un tiempo

en el que no me sentía suficiente

para él.

Me carcomía pensar que no era lo mejor

que podría haber para complementar su esencia.

 

El tiempo, gran profesor, ha sido capaz de enseñarme

que, una vez más, estaba equivocada.

No es que no fuera suficiente,

sino que era demasiado para ti.

 

Me sentía diminuta estrella intentando iluminar

tu planeta

y no me di cuenta de que era la estrella principal

en otro sistema solar.

 

Cambiaron las tornas

y me demostraste

que era una mujer

para un niño.

 

Una rosa

para un desierto.

 

Brillo

en la oscuridad.

 

Reminiscencia táctil

Mi tacto tiene memoria.

Cuando abandonas mis suaves sábanas

aún puedo recordar

cómo se derretía cada uno de mis dedos

en tu espalda de piedra caliente.

Esculpida por algún ser divino.

No era perfecta, era preciosa, majestuosa.

 

Mis caricias por cada cicatriz

trazando caminos llenos de amor

con curvas sensuales

cuyas sombras proyectaba

la luz de las velas

en la tenue habitación.

 

Grabado en mis labios

está el mapa de tu espalda

de todos los besos que he vertido

en ti.

 

Idas y venidas

Vienes.

Me dedicas una sonrisa inocente,

unos dulces besos

y comienzas a recorrer mi cuerpo

con unas caricias

bastante menos inocentes.

Me besas, me acaricias,

me haces suspirar

anhelando muchos más besos,

mucho más.

Me reclamas como tuya.

Te demuestro que siempre lo he sido.

Me acaricias, me besas,

me haces anhelar

más intimidad.

 

Y te vas.

Me dejas vacía,

sin palabras que poder verter

en una mísera hoja de papel.

Porque aún me sigo sintiendo tuya

pero tú ya no estás.

 

Nunca has estado del todo,

había una parte ausente

que intentaba ignorar

pero era inevitable pensar

que estabas hecho para ser pasajero.

 

Sólo me podías ofrecer

idas y venidas

bajo tus propios términos

sin aceptar nunca los míos.

 

Heridas, cicatrices

Nos complementábamos bien.

Tú tenías cicatrices ya sanadas

y visibles

y yo tenía heridas abiertas

escondidas.

Nada podría salir mal.

 

Pero decidiste echar sal

sobre mis heridas

y convencerme para participar

en ese sádico juego

que tuvo como víctima

mi ya dañada autoestima.

 

Capas

El ser humano está protegido

por un vasto número

de corazas salinas de cristal.

 

Se funden toneladas de arena

para convertirse en un tipo de cristal

a prueba de balas,

pero no a prueba de terremotos emocionales.

 

Y, aunque parezca que salí de eso de una pieza,

la verdad es que todas mis corazas internas

están rotas

o gravemente dañadas,

solo la fachada ha sido capaz de sobrevivir a ti.

 

No soy nada más que cristales rotos por dentro,

afilados y capaces de dañar

a cualquiera que se acerque.

 

Mira el desastre que has creado.

 

Prueba del delito

Leo cada una de tus miradas

ávidamente

expectante por un beso más.

Una sonrisa cálida

al terminar de compartir labios

y sentir que estaban hechos para encajar

a la perfección.

 

Siento tu mirada en mí

aun teniendo los ojos cerrados.

Te siento tan cerca

que a veces puedo predecir tus movimientos.

Sabes que podría reconocer tu risa

entre la multitud.

Podría diferenciar el latido de tu corazón

y ser capaz de interpretar el cambio de ritmo.

Podría dedicarte versos infinitos

mientras mi cabeza descansa en tu pecho desnudo.

 

Te siento,

te sueño,

te quiero.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.