Diferencias
Qué difícil ser
primavera
en un bosque invernal.
Para los demás,
ser brújula pero,
estar perdida
en mi propio laberinto
Sin encontrar una mano leal
para ayudarme a salir.
No encontrar, tampoco, libertad
en los demás,
pero ofrecerla a todo el mundo
El hombro para llorar
necesita desahogarse, también.
A veces.
Solo a veces
se necesitan momentos de debilidad
dentro de la fortaleza.
Épocas
Mis huesos están cansados
de aguantar tus idas y venidas
como si fueras un ave migratoria.
Escapando de mi paisaje una vez en flor
cuando hace frío.
Te aprovechas de mi naturaleza
de árbol perenne,
siempre estoy dispuesta
a que construyas tu nido
en mi pecho.
Y mis hojas cantan
bajo la brisa de tu susurro
en mi oído
hasta que me despierto
y tú ya te has ido sin avisar.
Los opuestos se atraen
Fuego eterno
escondido en el pecho
del amante verdadero
que funde el hielo
casi ignifugo del enmascarado,
que termina congelando
al que toma por su pasatiempo.
Destrucción voluntaria.
Tus palabras, no las mías
Eres la paz que me das,
el poder casi divino
de hacerme sentir
congelado en el tiempo
enredado contigo.
Me das la calma
con la que te veo respirar
mientras acaricio tu cabeza
posada en mi agitado pecho.
Eres claridad.
Eres el reflejo lunar que contemplo
en la laguna lúgubre
en la que habito.
Eres voz sosegada
en medio de todo el tumulto.
Eres el sueño en el que me atrapas
horas y horas.
Me das infinita calma,
eres calma, mi calma.
No sabes lo feliz que me hizo escuchar eso.
Falso egoísmo
Y, ahora, con mis propios versos
huidos de mi cárcel interna
te pregunto,
—aunque a veces, creo estar certera
de la silenciosa respuesta—,
amor mío, dime, ¿qué me aportas?
Entre el vacío de mi mente
estoy encerrada
porque tomaste la llave
Y no sé cuándo volverás
a devolverme todo lo que te di.
No sé si quiero que vuelvas
entre nubes y rayos de sol
acariciando tu cara.
Tampoco pretendo que vengas
entre oscuridad estéril.
Quizás no quiero que vuelvas en absoluto.
Ahora solo siento tormenta
que deriva en huracán
y me destroza una vez más
mientras no estás.
¿Vendrás a ver mis ruinas?
¿o me ayudarás con la reconstrucción?
No me falles más
y olvida tus sombras, te repito en la distancia.
Ven a la luz definitivamente
y devuélveme los destellos
que te presté.
Sabes la falta que me hacen.
Ángel caído
Sus facciones
eran el resultado final
que había empezado con una
tosca piedra de mármol
tallada por una mano de oro.
Sin embargo, no había rastro
de esa dureza típica del mineral,
sino que parecía estar cubierto
por las más lujosas sedas,
ofreciendo uno de los tactos más suaves
que el ser humano puede experimentar.
Sus pómulos altos
acariciados
por los caprichosos rayos de sol.
Su nariz regia, su mandíbula
angulosa e, increíblemente, armoniosa.
Sus rosados labios
esperando sedientos los míos
para arrastrarme al mismísimo infierno con él
sin importarle las consecuencias.
Perderte
Un dolor tan punzante
que me paraliza completamente.
Cristales rotos.
Agujas.
Cuchillos.
Un sonido estridente
atrapado en mis tímpanos.
Ensordecedor.
Estridente.
Atronador.
Eso es lo que se siente al perderte.
Merece la pena pasar por esas emociones,
experimentar ese dolor descorazonador.
Merece la pena
que de una vez por todas
saques la daga que escondías
para apuñalarme brutalmente
y descorazonarme
y cubrir todo mi torso
y tus manos asesinas
de sangre inocente.
Merece la pena pasar por eso
Y por mucho más.
Porque dolerá menos
que intentar justificarte a diario
y poner fe ciega
en una causa perdida.
Porque perderte es mucho más fácil
que perderme a mí misma,
que mentirme a mí misma,
que mentirme diciendo que eres mío.
Porque no lo eres. Nunca lo fuiste.
Pero yo sí fui tuya.
En cuerpo
y alma
Todos los días
a cada hora
desde que hicimos ese pacto
que se anudó a mí hasta asfixiarme.
Yo sí cumplo mis promesas,
mis juramentos,
piensa si tú puedes decir lo mismo,
viento fugaz nocturno.
Bossa nova
Acariciando tu espalda de oro,
el sol no hace miramientos para iluminar
cada una de tus sombras.
Por cada centímetro de piel
se quedan mis besos,
como si tú fueras la carta y yo el sello.
Me miras con tu cara de adormilado
y te juro que podría congelar el tiempo
en esa pequeña escena.
Podría cantarte una bossa nova
al oído cada mañana,
con cada contacto de piel con piel de fondo.
Y que todo siga igual que ayer,
que cada caricia sea nueva
pero ya conocida.
Como si nos conociéramos
desde hace mil lunas llenas.
Lobo de medianoche,
Luciérnaga de madrugada,
mezcla inesperada.
Eres casa,
Cueva en el invierno.
Eres refugio.
Excusatio non petita, accusatio manifesta.
Tus excusas eran solo eso, meras excusas.
Con demasiados detalles siempre
bastante inverosímiles normalmente.
Pero me dejé mentir. Dejé que me mintieras
y me mentí a mí misma
para obligarme a creerte.
Y ahí surgieron las dudas. Las sospechas
en forma de daga feroz.
Por tu parte solo vinieron más excusas,
más detalles, más mentiras.
Y yo sentía que iba a explotar
de toda la frustración y dolor acongojados en mi pecho,
en ese pecho en el que solías dormir apaciguado,
sin que el peso de tus mentiras
te quitara el aire
que compartíamos.
Culpable.
Te creí hasta que no tuve más remedio que dejar de hacerlo.
Culpable.
No sabes querer.
No me supe querer.
Culpabilidad
La culpa es mía.
Por reírte cada chiste sin gracia
que me hacía sentir insignificante.
Por estar en tus peores días,
mientras me abandonabas en los míos.
¿Y te preguntas por qué no soy capaz de verte la cara?
Personificas todos mis miedos.
Miedo a no ser suficiente.
Y nunca hiciste nada para cambiarme de opinión.
Miedo al abandono.
Y creaste más miedo aún en mí,
abandonándome de la peor manera posible.
Me obligué a arrancarme tu recuerdo del pecho.
No puedo, no soy capaz.
Ahora soy cautiva de nuevos miedos, además.
Miedo al engaño. A la traición. Deslealtad.
Viniste a mi vida para enseñarme algo,
eso lo supe desde el principio.
Lo que no sabía es que me ibas a enseñar
una de las lecciones más duras
que he podido recibir en esto del amor.
¿Fue amor, acaso?
No lo sé. Creo que sí. Joder que sí.
Te quería. Te quiero.
Aunque una parte de mí lo vio venir.
Sentí esa ausencia como un tsunami, arrasando con todo.
También arrasó conmigo.
Me dejé mentir. Me dejé engañar.
No supe quererme suficiente
mientras te amaba cada noche entre besos y salado sudor.
Siento aún más la traición cuando recuerdo esas noches,
en las que dormías en mi cama,
me acariciabas con tus firmes pero delicadas manos,
con las que yo me deshacía.
Dormías tan plácidamente en mi cama,
¿Cómo podías dormir así
teniendo ese cargo de conciencia?
Desperdicié tinta
en escribirte tantas palabras de amor
que podría haber dedicado
a alguien
que lo hubiera dado todo por mí,
como yo había hecho contigo.
Ese salto a la piscina con los ojos cerrados.
Pero tú no supiste hacerlo. No quisiste.
Y aun así me dejaste saltar
Sabiendo del golpe fatal que me acechaba.
Era evidente que iba a terminar hecha pedazos
y te dio igual. Yo te di igual.
Y ahora tendré que romper el espejo de tu recuerdo
cuando duerma en la que un día fue nuestra cama.
Y juro que le quitaré tu recuerdo, tu esencia, tu olor embaucador.
No estaré sola en mi cama. Ya no.
Te olvidaré poco a poco en cada suspiro
después de dormirme en un nuevo pecho.
La culpa es mía.
Me traicioné a mí misma
por serle fiel
a quien no lo merecía.
Pastillas para dormir
Nunca sabrás lo que te lloré esa noche.
Sentía que el pecho
se me cerraba acorazando
aún más a mi claustrofóbico corazón.
Todo el mundo era capaz de verlo
menos yo.
Tenía un velo de seda rosa en los ojos
que no me dejaba ver tus verdaderas sombras,
esas que ni siquiera yo podía alumbrar,
porque nunca quisiste mi luz.
Nunca fui tan poco atea
como cuando estábamos juntos.
Creí en cada mentira,
por muy mal ejecutada que estuviera,
porque creía en ti
ciegamente.
Creía en cada centímetro de tu piel.
Y no supiste valorarlo.
Te aprovechaste. Y lo sabías.
Pero nunca sabrás con cuánto dolor te lloré esa noche.
Pastillas para dormir.
Para no pensar.
Para no sentir.
Florecen los cerezos
Florecen los cerezos y tú ya no estás,
te has marchitado sin tan siquiera avisarme.
Habías sincronizado tu ida con el inicio de la primavera,
para que no me sintiera sola,
para que me sintiera acompañada
por cada pétalo en cada paseo
mientras reflexionaba sobre nuestro invierno cálido.
Y que las hadas me secaran las lágrimas
en el bosque mágico de tu agrio recuerdo.
Pero no sabes que la rosa fecunda no hace otra cosa
que recordarme tu cara sonrojada en la fría noche
mientras que me sostenías entre esos brazos
en los que sentí seguridad compartida
por primera vez.
No sabes que la brisa floral me recuerda
a los cumplidos que siempre dedicabas
a mi perfume favorito.
Y ojalá estos sean los últimos pensamientos
en los que habitas,
porque tú ya te has marchitado
y los cerezos siguen floreciendo.