ANTOLOGÍA DE GEMMA VOL. IV: EXPLORACIÓN

Fuera de mí

Estoy fuera de mí

mientras me encierro en mí misma.

Un poco paradójico, ¿verdad?

Pero no estoy donde mi cuerpo se encuentra,

sigo atrapada en esta misma dulce mañana.

Estamos dormidos, abrazados el uno al otro

como si en cualquier momento

alguien viniera a separarnos

Recuerdo, entre sueños,

la sintonía de nuestras risas sincronizadas.

Hablando de todo,

hablando de nada.

Una sinestesia que perdura en el tiempo.

 

Cuando el viento grita susurrando

En la noche oscura,

cuando el viento grita susurrando,

y todos los animales están refugiados,

cada parte de mi ser,

mis huesos,

mi corazón,

mi piel,

te echa de menos.

No creas que esta situación cambia

al amanecer.

Mi alma aún te busca entre las sábanas

y se siente un poco desgraciada

cuando no te encuentra.

Entonces, se consuela con el recuerdo de tu olor.

Y así sobrelleva la árida tarde sin tu néctar revitalizante.

Al anochecer evoco tu compañía,

tu tacto,

tu respiración contra la mía,

y duermo pensando que estoy contigo

en la distancia

cuando el viento susurra gritando.

 

Amor, amoris

El amor es incertidumbre,

a veces puede ser ansiedad, también.

Inseguridades nuevas,

o viejas «amigas» que vuelven

para hacer una breve visita.

Sin embargo, todo eso merece la pena.

El amor no solo es incertidumbre,

sino confianza mutua

y emociones a flor de piel recíprocas.

Y esas inseguridades transitorias comienzan a arder

y arder y arder.

Hasta que se convierten en cenizas

esparcidas por el viento bañado en el perfume

de aquel que te deja sin aliento

con solo una mirada.

El amor son lágrimas de alegría

pensando que esta vez será la definitiva.

O, al menos, que se pondrá el esfuerzo necesario

para intentarlo.

Y toda esa incertidumbre, de pronto,

se vuelve tan liviana como una pluma de cisne,

se vuelve llevadera, aunque siga incrustada en tu corazón.

Y no será la única emoción incrustada ahí,

tendrás una vasta colección de emociones

en forma de piedras preciosas.

Amor. Incertidumbre. Felicidad.

Sorpresa. Confianza. Seguridad.

Eso es el amor.

 

Perdida

Entre la niebla

Busco a una mujer.

Ojos pardos.

Personalidad feroz,

solo en contadas en ocasiones,

pero tan feroz como el oso

que se encuentra escondido

en esos cautivadores ojos.

Entre la niebla,

busco a una mujer.

Cabello oscuro,

alma clara.

Con ganas de pensar,

de creer que hay bondad aún

en la humanidad.

Entre la niebla,

busco a una mujer.

Una mujer

que no se encuentra

a sí misma,

que no hace nada más que buscarse

entre la niebla.

Entre la niebla,

veo a una mujer.

Me mira fijamente

con esos ojos duces y gentiles

que guardan algo de dolor.

Entre la niebla,

una lágrima recorre la cara

de la misteriosa mujer.

Me dijo:

me has encontrado.

Y, entre la niebla,

por fin me encontré.

 

Los finales no eran poéticos

Siempre había pensado

que los finales

no eran poéticos.

Eran aterradores,

desgarradores,

increíblemente dolorosos.

Comprendí

que estaba equivocada

leyendo tu poema de despedida.

Aterrador, desgarrador, doloroso.

Pero poético también.

Porque todo el tú es arte.

Se podría hacer una película

sobre el aleteo de tus pestañas,

mariposas traviesas.

Siempre te reías cuando lo decía.

Pero era verdad. Porque todo tú emanas arte.

Y el arte evoca cualquier tipo de emoción.

Amor. Desamor. Felicidad. Dolor.

Pero sigue siendo arte.

Nos veremos entre versos.

Drama lorquiano

Me tenías atrapada.

O quizás fui yo

la que entró

en tu jaula de oro.

Me cuidaste, ojos claros.

Me hiciste sentir infinita.

Y yo, con la literatura en vena,

te recitaba:

Porque me arrastras y voy,

Y me dices que me vuelva

Y te sigo por el aire

como una brizna de hierba.

No supiste qué estaba recitando.

No me conocías de verdad.

No sabías de mi admiración profunda

por Lorca, mi Federico.

No sabías nada de mí.

Habías creado un molde en el que me forzabas a caber

y con el que pretendías que dejara atrás todo mi fuego,

todo lo que me apasionaba.

Intentaste cambiarme hasta que mi reflejo

no reconocía a mi reflejo pasado,

hasta que mis palabras se declararon en guerra

unas con otras.

(fingías) amar a una extraña.

Pero aún así te aprovechaste de esos versos

Y yo, tonta de mí, los cumplí creyéndome

la Novia.

Tú no eras el Novio, tampoco Leonardo.

Y aún así

Tuvimos un final digno

de un drama lorquiano.

Octubre

He soñado con el ruido que hacían las hojas secas

bajo tus pasos.

He soñado con lo que podría haber sido

Y nunca fue:

Tu mano entrelazada con la mía,

nuestras risas forjando una burbuja para los dos.

Tus noches filosóficas

dormitando en mi oído.

Y, aunque han pasado meses

y sé que no tienes dudas

sobre el camino por el que vas pisando

nuevas hojas secas,

yo te sigo soñando

mientras intento adivinar si llueve aquí dentro

o si llueve fuera.

 

 

Gracias

Hoy soy capaz

de alzar el brazo sosteniendo una copa

para brindar por mí misma.

Soy capaz

de ver mi reflejo en el champán

sin derramar ninguna lágrima.

Brindo

por haber sabido luchar conmigo misma

por mí misma.

Sin haberme destruido en el proceso.

Y, aunque no me quito mérito,

también brindo por haber ido a terapia.

Por haber sabido pedir ayuda a tiempo.

Fue el inicio del proceso de reconstrucción.

Se acabó eso de mirarme en el espejo cóncavo

incluso en las noches más estrelladas.

Estoy lista para el futuro, el cambio.

Hasta que eso llegue

no puedo hacer nada más que brindar

colmada de alegría.

Señales de humo

Jamás me cansaré

de escribirle odas a tu espalda.

Ni de decir que me basta tu pecho

como almohada.

Y escribir palabras de amor

por toda tu piel,

aunque sean tan efímeras

como las señales de humo.

Porque sé que cuando retire mi tacto,

tú me seguirás sintiendo.

Al igual que yo te siento a ti

después de habernos despedido

con un dulce beso.

 

Al canon de belleza

Como una sombra sigilosa

te acercas a mi ventana

en la madrugada.

Como siempre, tomas mi cara

entre tus esqueléticas manos

y acercas tus labios a mi oído

para susurrarme.

No hace falta que digas nada,

puedo recitar de memoria tu discurso.

A veces pienso que no tengo mente propia,

que todo lo que pienso es simplemente

todo lo que me has hecho pensar.

Sin saberlo, o quizás sabiéndolo y recreándote en mi dolor,

has roto mi coraza interna

sin desmoronar tan siquiera la externa.

Por eso no aparento estar en ruinas.

Pero hoy me he levantado

con la determinación de parar todo esto.

Tus palabras dejarán de ser espinas venenosas;

quiero florecer.

Y lo haré a mi manera,

saltándome el orden establecido,

si es necesario.

Y correré la voz.

No dejaré que marchites más rosas en el camino.

Reminiscencia otoñal

Nunca te lo he dicho,

quizás porque no quiero mostrarte aún

mi lado más vulnerable,

pero creo que había conocido ya el color de tus ojos.

Porque te veo y me es imposible

no pensar

en un bosque otoñal

bañado por unas cuantas sombras

y un rayo de sol

que pareciera haber sido tocado

por el mismísimo Midas.

Ese es el color de tus ojos.

Castaño áureo.

Síndrome de la impostora

Tan apasionado es mi corazón

que caben en él cien mil caballos salvajes,

doscientas elegantes mariposas revoloteando

y una quincena de sirenas entonando sus mejores notas.

Y, sin embargo, a veces pienso que no es suficiente,

o que es demasiado. Demasiada intensidad.

Que hay un problema en mí.

Mi único problema es no creer

en esos caballos,

en las mariposas,

ni siquiera en las sirenas.

Y solo escuchar a esa pequeña hada malvada

que parece querer quemar mi bosque sagrado.

Me dice que no hago nada bien,

que quite valor a mis logros

porque no son para tanto.

Antes no era capaz de cruzar mi mirada con la suya

sin esparcir un par de lágrimas,

ahora le miro con ojos desafiantes

y pienso que solo es el síndrome de la impostora

hablándome.

Aún no sabe que ya no la escucho.

Que ahora admiro mi intensidad,

mi fuerza y resiliencia.

Que soy tan libre

como todos los que habitan

en mí.

Oscuridad

Aún te veo,

Hades,

escondido entre tus sombras,

esperando salir reinante

algún día, de la luz.

Permíteme decirte una cosa,

amor mío,

no puedes reinar ahí

sin haber antes conquistado

la lúgubre oscuridad.

No seas cobarde,

no imites a Teseo,

no abandones a Perséfone

para conseguir tu cometido.

Adéntrate en las tinieblas

agarrándole la mano.

Aprende de tu oscuridad

y observa la de ella.

Admira el control que tiene sobre ella.

Es antorcha para sus sombras.

Es fortaleza.

Aprende de ella

y juntos seréis capaces

de dominar la dualidad de la vida.

Pensamientos sueltos

Te veo sonreír

de forma traviesa

y me quedo obnubilada

por esos dos hoyuelos

que salen de su escondijo

para besarme el alma.

Comienzan a derretirse

mis dedos en tu espalda,

que es lienzo en blanco

cuando me siento pintora,

papel perfumado

cuando escribo ahí mis poemas

más preciados y perecederos.

Sexualidad reprimida. Mitad en verso, mitad en prosa, todo verdad.

Fuera de lugar. Alienada. Culpable.

Maldito concepto de culpabilidad cristiana.

Curiosidad, deseo, deseo, deseo y culpabilidad.

Sentir el pesado yugo de la doble moral

con el que nos hacen cargar.

La sociedad nos sexualiza

y, paradójicamente, nos hace huir del sexo.

¿por qué asusta tanto una mujer segura?

Siempre se ha valuado a la mujer proporcionalmente al número de hombres con los que ha tenido sexo. Asumiendo que todas las mujeres desean estar con hombres, y glorificando un concepto inexistente: la virginidad. Esa virginidad que asociáis a sumisión. Porque no podéis soportar la idea de la mujer libre, por eso reprimís su sexualidad hasta que termina por odiarla u odiarse a sí misma.

 

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