Fuera de mí
Estoy fuera de mí
mientras me encierro en mí misma.
Un poco paradójico, ¿verdad?
Pero no estoy donde mi cuerpo se encuentra,
sigo atrapada en esta misma dulce mañana.
Estamos dormidos, abrazados el uno al otro
como si en cualquier momento
alguien viniera a separarnos
Recuerdo, entre sueños,
la sintonía de nuestras risas sincronizadas.
Hablando de todo,
hablando de nada.
Una sinestesia que perdura en el tiempo.
Cuando el viento grita susurrando
En la noche oscura,
cuando el viento grita susurrando,
y todos los animales están refugiados,
cada parte de mi ser,
mis huesos,
mi corazón,
mi piel,
te echa de menos.
No creas que esta situación cambia
al amanecer.
Mi alma aún te busca entre las sábanas
y se siente un poco desgraciada
cuando no te encuentra.
Entonces, se consuela con el recuerdo de tu olor.
Y así sobrelleva la árida tarde sin tu néctar revitalizante.
Al anochecer evoco tu compañía,
tu tacto,
tu respiración contra la mía,
y duermo pensando que estoy contigo
en la distancia
cuando el viento susurra gritando.
Amor, amoris
El amor es incertidumbre,
a veces puede ser ansiedad, también.
Inseguridades nuevas,
o viejas «amigas» que vuelven
para hacer una breve visita.
Sin embargo, todo eso merece la pena.
El amor no solo es incertidumbre,
sino confianza mutua
y emociones a flor de piel recíprocas.
Y esas inseguridades transitorias comienzan a arder
y arder y arder.
Hasta que se convierten en cenizas
esparcidas por el viento bañado en el perfume
de aquel que te deja sin aliento
con solo una mirada.
El amor son lágrimas de alegría
pensando que esta vez será la definitiva.
O, al menos, que se pondrá el esfuerzo necesario
para intentarlo.
Y toda esa incertidumbre, de pronto,
se vuelve tan liviana como una pluma de cisne,
se vuelve llevadera, aunque siga incrustada en tu corazón.
Y no será la única emoción incrustada ahí,
tendrás una vasta colección de emociones
en forma de piedras preciosas.
Amor. Incertidumbre. Felicidad.
Sorpresa. Confianza. Seguridad.
Eso es el amor.
Perdida
Entre la niebla
Busco a una mujer.
Ojos pardos.
Personalidad feroz,
solo en contadas en ocasiones,
pero tan feroz como el oso
que se encuentra escondido
en esos cautivadores ojos.
Entre la niebla,
busco a una mujer.
Cabello oscuro,
alma clara.
Con ganas de pensar,
de creer que hay bondad aún
en la humanidad.
Entre la niebla,
busco a una mujer.
Una mujer
que no se encuentra
a sí misma,
que no hace nada más que buscarse
entre la niebla.
Entre la niebla,
veo a una mujer.
Me mira fijamente
con esos ojos duces y gentiles
que guardan algo de dolor.
Entre la niebla,
una lágrima recorre la cara
de la misteriosa mujer.
Me dijo:
me has encontrado.
Y, entre la niebla,
por fin me encontré.
Los finales no eran poéticos
Siempre había pensado
que los finales
no eran poéticos.
Eran aterradores,
desgarradores,
increíblemente dolorosos.
Comprendí
que estaba equivocada
leyendo tu poema de despedida.
Aterrador, desgarrador, doloroso.
Pero poético también.
Porque todo el tú es arte.
Se podría hacer una película
sobre el aleteo de tus pestañas,
mariposas traviesas.
Siempre te reías cuando lo decía.
Pero era verdad. Porque todo tú emanas arte.
Y el arte evoca cualquier tipo de emoción.
Amor. Desamor. Felicidad. Dolor.
Pero sigue siendo arte.
Nos veremos entre versos.
Drama lorquiano
Me tenías atrapada.
O quizás fui yo
la que entró
en tu jaula de oro.
Me cuidaste, ojos claros.
Me hiciste sentir infinita.
Y yo, con la literatura en vena,
te recitaba:
Porque me arrastras y voy,
Y me dices que me vuelva
Y te sigo por el aire
como una brizna de hierba.
No supiste qué estaba recitando.
No me conocías de verdad.
No sabías de mi admiración profunda
por Lorca, mi Federico.
No sabías nada de mí.
Habías creado un molde en el que me forzabas a caber
y con el que pretendías que dejara atrás todo mi fuego,
todo lo que me apasionaba.
Intentaste cambiarme hasta que mi reflejo
no reconocía a mi reflejo pasado,
hasta que mis palabras se declararon en guerra
unas con otras.
(fingías) amar a una extraña.
Pero aún así te aprovechaste de esos versos
Y yo, tonta de mí, los cumplí creyéndome
la Novia.
Tú no eras el Novio, tampoco Leonardo.
Y aún así
Tuvimos un final digno
de un drama lorquiano.
Octubre
He soñado con el ruido que hacían las hojas secas
bajo tus pasos.
He soñado con lo que podría haber sido
Y nunca fue:
Tu mano entrelazada con la mía,
nuestras risas forjando una burbuja para los dos.
Tus noches filosóficas
dormitando en mi oído.
Y, aunque han pasado meses
y sé que no tienes dudas
sobre el camino por el que vas pisando
nuevas hojas secas,
yo te sigo soñando
mientras intento adivinar si llueve aquí dentro
o si llueve fuera.
Gracias
Hoy soy capaz
de alzar el brazo sosteniendo una copa
para brindar por mí misma.
Soy capaz
de ver mi reflejo en el champán
sin derramar ninguna lágrima.
Brindo
por haber sabido luchar conmigo misma
por mí misma.
Sin haberme destruido en el proceso.
Y, aunque no me quito mérito,
también brindo por haber ido a terapia.
Por haber sabido pedir ayuda a tiempo.
Fue el inicio del proceso de reconstrucción.
Se acabó eso de mirarme en el espejo cóncavo
incluso en las noches más estrelladas.
Estoy lista para el futuro, el cambio.
Hasta que eso llegue
no puedo hacer nada más que brindar
colmada de alegría.
Señales de humo
Jamás me cansaré
de escribirle odas a tu espalda.
Ni de decir que me basta tu pecho
como almohada.
Y escribir palabras de amor
por toda tu piel,
aunque sean tan efímeras
como las señales de humo.
Porque sé que cuando retire mi tacto,
tú me seguirás sintiendo.
Al igual que yo te siento a ti
después de habernos despedido
con un dulce beso.
Al canon de belleza
Como una sombra sigilosa
te acercas a mi ventana
en la madrugada.
Como siempre, tomas mi cara
entre tus esqueléticas manos
y acercas tus labios a mi oído
para susurrarme.
No hace falta que digas nada,
puedo recitar de memoria tu discurso.
A veces pienso que no tengo mente propia,
que todo lo que pienso es simplemente
todo lo que me has hecho pensar.
Sin saberlo, o quizás sabiéndolo y recreándote en mi dolor,
has roto mi coraza interna
sin desmoronar tan siquiera la externa.
Por eso no aparento estar en ruinas.
Pero hoy me he levantado
con la determinación de parar todo esto.
Tus palabras dejarán de ser espinas venenosas;
quiero florecer.
Y lo haré a mi manera,
saltándome el orden establecido,
si es necesario.
Y correré la voz.
No dejaré que marchites más rosas en el camino.
Reminiscencia otoñal
Nunca te lo he dicho,
quizás porque no quiero mostrarte aún
mi lado más vulnerable,
pero creo que había conocido ya el color de tus ojos.
Porque te veo y me es imposible
no pensar
en un bosque otoñal
bañado por unas cuantas sombras
y un rayo de sol
que pareciera haber sido tocado
por el mismísimo Midas.
Ese es el color de tus ojos.
Castaño áureo.
Síndrome de la impostora
Tan apasionado es mi corazón
que caben en él cien mil caballos salvajes,
doscientas elegantes mariposas revoloteando
y una quincena de sirenas entonando sus mejores notas.
Y, sin embargo, a veces pienso que no es suficiente,
o que es demasiado. Demasiada intensidad.
Que hay un problema en mí.
Mi único problema es no creer
en esos caballos,
en las mariposas,
ni siquiera en las sirenas.
Y solo escuchar a esa pequeña hada malvada
que parece querer quemar mi bosque sagrado.
Me dice que no hago nada bien,
que quite valor a mis logros
porque no son para tanto.
Antes no era capaz de cruzar mi mirada con la suya
sin esparcir un par de lágrimas,
ahora le miro con ojos desafiantes
y pienso que solo es el síndrome de la impostora
hablándome.
Aún no sabe que ya no la escucho.
Que ahora admiro mi intensidad,
mi fuerza y resiliencia.
Que soy tan libre
como todos los que habitan
en mí.
Oscuridad
Aún te veo,
Hades,
escondido entre tus sombras,
esperando salir reinante
algún día, de la luz.
Permíteme decirte una cosa,
amor mío,
no puedes reinar ahí
sin haber antes conquistado
la lúgubre oscuridad.
No seas cobarde,
no imites a Teseo,
no abandones a Perséfone
para conseguir tu cometido.
Adéntrate en las tinieblas
agarrándole la mano.
Aprende de tu oscuridad
y observa la de ella.
Admira el control que tiene sobre ella.
Es antorcha para sus sombras.
Es fortaleza.
Aprende de ella
y juntos seréis capaces
de dominar la dualidad de la vida.
Pensamientos sueltos
Te veo sonreír
de forma traviesa
y me quedo obnubilada
por esos dos hoyuelos
que salen de su escondijo
para besarme el alma.
Comienzan a derretirse
mis dedos en tu espalda,
que es lienzo en blanco
cuando me siento pintora,
papel perfumado
cuando escribo ahí mis poemas
más preciados y perecederos.
Sexualidad reprimida. Mitad en verso, mitad en prosa, todo verdad.
Fuera de lugar. Alienada. Culpable.
Maldito concepto de culpabilidad cristiana.
Curiosidad, deseo, deseo, deseo y culpabilidad.
Sentir el pesado yugo de la doble moral
con el que nos hacen cargar.
La sociedad nos sexualiza
y, paradójicamente, nos hace huir del sexo.
¿por qué asusta tanto una mujer segura?
Siempre se ha valuado a la mujer proporcionalmente al número de hombres con los que ha tenido sexo. Asumiendo que todas las mujeres desean estar con hombres, y glorificando un concepto inexistente: la virginidad. Esa virginidad que asociáis a sumisión. Porque no podéis soportar la idea de la mujer libre, por eso reprimís su sexualidad hasta que termina por odiarla u odiarse a sí misma.