Para responder a la incógnita que me ha traído aquí he de establecer una distinción esencial que requiere de cierta explicación. La libertad tiene dos formas de concretarse: podemos ser libres desde la antropología o contra ella. Me explico. Entendiendo la antropología, no como un campo de estudio ni una disciplina académico-filosófica —acepciones y significados que comparto pero no interesan para mi reflexión— , sino, como su etimología nos indica, como las lógicas que pertenecen al humano, que le son inherentes y que conforman constantemente toda sociedad: ¿Hay hueco para que algún acto sea digno de ser catalogado como «libre»? La respuesta es afirmativa pero con ciertas reticencias.
Libertad desde la antropología
Hablar de libertad desde la antropología significa entender primero que estamos inmersos en una sociedad que crea ciertas estructuras para encauzar el comportamiento humano de forma natural. Ejemplos de estos mecanismos y estructuras serían conceptos como el de tabú, insulto, discriminación, jerarquía o tribu, entre otros muchos. Estos son mecanismos que el humano crea inevitablemente en la constitución de cada sociedad y sus diversas transformaciones. Sin estas categorías no hay sociedad humana que no colapse, son las que crean el grupo en que cada uno se desarrolla y generan las condiciones de posibilidad para que cada grupo encuentre sus límites y definiciones dando de esta forma a los sujetos la posibilidad de componerse identitariamente. Esto significa, por lo tanto, que estas estructuras son inderogables en cierto sentido. Entonces ¿en qué momento se puede esperar libertad en un sitio como este, en el que los límites y los rasgos esenciales están determinados? En este caso hablaremos de una libertad puramente física, material. Tendremos más libertad desde la antropología, a saber, insertos en una cultura y sociedad, cuantos menos cortapisas pongan estas categorías a la acción humana individual. Y es que estas estructuras sociales pueden reducirse en cierta medida hasta que sea admisible el calificativo de «sociedad abierta y libre». Sin embargo, ¿cómo llegamos a tal punto en que podemos destruir ciertas construcciones socioculturales porque nos damos cuenta de que son prescindibles?
Libertad contra la antropología
He aquí la segunda cristalización de la libertad. La libertad contra la antropología consiste en algo así como la capacidad de actuar independientemente de lo que la cultura imponga, el hombre libre por antonomasia sería aquel que llevara constantemente el velo de la ignorancia que propuso Rawls. Una persona independiente que se mueve como un ser abstraído de su materialidad, abstraído incluso de sí mismo, en definitiva, los actos más libres en este sentido son los que más se asemejen a la famosa esfera con rozamiento cero galileana. Y es tan solo desde esta posición tal y como podemos conseguir ampliar la libertad en la sociedad, en la práctica.
Esta segunda, siendo la primera una libertad más bien física o material, sería una libertad más bien intelectual, racional podríamos decir. El cuestionar los fundamentos de lo que constituye en gran parte la naturaleza humana (crear construcciones sociales por las que canalizar y ordenar la convivencia) es el sustrato de una sociedad libre y abierta. De esta forma llegamos a una suerte de paradoja gracias a la cual para modificar la sociedad tenemos que salir de ella, tenemos que mirarla desde lo lejos para así poder ver su ancho y largo, su alto y bajo. De esta forma podremos ver qué había antes y qué podrá ir después, esto es, qué cuestionar y derribar con la seguridad de seguir en una sociedad estable.
Conclusión a las posibilidades que tiene la libertad
A mi juicio esta es la única posibilidad para la libertad, el conformarse con poder destruir lo que la sociedad tiene de innecesario en su constitución, siempre teniendo en cuenta que en ningún caso será poco. Esto significa que las construcciones sociales siempre ganarán en la lucha por la libertad en contra de la cultura, pero precisamente el sentido de dicha pelea se encuentra en saber que tendremos que resignarnos con el mínimo posible, que aún así puede parecernos una presión insoportable desde el punto de vista racional, pero que es necesario, hemos de entender, para que la sociedad siga siendo propiamente humana. De esta forma la lucha por la libertad únicamente tiene sentido conociendo esta tensión constante.