Efecto Pigmalión o ser buena persona

El otro día estaba en el coche con mi padre. Íbamos a echar gasolina —qué cara está, copón. Pero eso es otra historia— y aproveché para hablar con él.

Lo primero que me vino a la mente fue decirle lo siguiente: «Manolo, te he estado escuchando tocar My Sweet Lord, de George Harrison, en el saxofón y cada día la tocas mejor. La he disfrutado mucho».

Mi madre me llamó ese mismo día cuando llegué a Andalucía y me dijo que era una pelota. ¿Pelota? ¿Yo? No. No es peloteo, es refuerzo positivo.

Siempre tenemos dos opciones, aunque para mí una es más válida que otra. La primera es usar en tu vida el refuerzo positivo y decir las cosas buenas; la segunda, usar el refuerzo negativo y joder la existencia a los demás.

¿Qué pasaría si le dijese a mi padre que hay una canción que ha tocado genial, pero que hay otra con la que me quería pegar un tiro porque sonaba a cualquier cosa menos a la canción que se supone que estaba tocando?

Pongamos otro ejemplo: ¿qué pasa cuando un maestro, en el colegio, solo se dedica a resaltar lo que hacen mal los alumnos y lo que hacen bien no lo apremia porque se supone que hacer las cosas perfectas es «lo normal»?

Con ese refuerzo negativo no se consigue absolutamente nada. Bueno, se consigue todo lo contrario a lo que verdaderamente esperamos. Desanimamos a las personas que están poniendo todo su esfuerzo y su pasión en lo que están haciendo. Personas que, probablemente, se estén dejando la piel y estén echando horas y horas para progresar y mejorar.

Sin embargo, cuando usamos el refuerzo positivo, si destacamos lo que están haciendo bien, conseguimos que el receptor del mensaje no se desanime, no se sienta inútil y que, además, quiera seguir mejorando y adentrándose en nuevos retos.

Qué importante es resaltar las cosas buenas que tenemos y cuánto nos cuesta, con lo verdaderamente fácil que es. Supongo que jamás nos han educado para decir lo bueno de las personas. Pero bueno, una aprende con el tiempo; la práctica hace al maestro.

Siéntate con esa persona que está currando mañana y tarde para que todo salga adelante y dile: «Yo creo en ti. Creo en tu esfuerzo». Mándale un mensaje a ese amigo que se ha ido lejos para poder cumplir sus sueños laborales y dile: «Veo cada día el esfuerzo que pones en lo que haces y estoy muy orgulloso de lo que estás consiguiendo». Habla con tu amigo, el que ha decidido emprender en un negocio y en vez de decirle que es un loco por querer emprender en España antes que hacer las oposiciones para cualquier cosa, dile: «Puede que el camino no sea el más sencillo y que algunas veces el proceso se te hará bola, pero yo estaré a tu lado para apoyarte a ti y a tu proyecto».

No es tan difícil ser una buena persona, no es tan difícil apoyar a los demás en los comienzos, en los intermedios o en los finales. No es tan difícil resaltar lo bueno que hay en cada persona y hablar siempre de siempre del progreso personal desde una perspectiva positiva. No es tan difícil. Os lo prometo.

Solo hay que tener un poquito de alma, corazón y bondad. Y no; no es peloteo. Es ser buena persona.

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