El deporte: una política de sofá

Nunca he sido una persona dada a vivir el mundo de la política de forma activa, para mí es una cosa que está ahí, de la que es necesario tener un mínimo de nociones y poco más. Y es por eso por lo que odio la injerencia de la política en otros ámbitos, como es el caso del deporte. Hay mezclas que de por sí no funcionan como puede ser la de chorizo con nocilla, el atún con queso y para los más atrevidos, la pizza fría con café. Espero que a ningún valiente le guste alguna de las anteriores, pero, aunque sea el caso de que sí, de normal no son combinaciones que suenen bien o sean atractivas, y es así como el deporte y la política tampoco casan, le moleste a quien le moleste.

Hace unos meses recordarán, incluso los que no sean futboleros, el famoso encuentro de clasificación para el Mundial de Qatar que disputó la Selección frente a la Federación de Fútbol de Kosovo, sí, ese rodeo largo para evitar decir el nombre del país, Kosovo. Puesto que España no lo tiene reconocido como Estado. Un fallo que comenzó desde el mismo momento en el que ni la propia FIFA ni la RFEF tuvieron a bien vetar que ambas coincidieran en esta fase de grupos, pero bueno, que se le va a pedir a una Federación que va «hasta arriba de trabajo». Montado el lío, vivimos una retransmisión esperpéntica en todos los sentidos, y que, de cierta forma, nos dio algo de vergüenza para los que hemos hecho alguna emisión deportiva que otra.

Por desgracia, estos episodios son más corrientes de lo que nos pensamos, el jugador georgiano de baloncesto, Gio Shermadini, no ha podido acceder este lunes a Rusia para la disputa de la Final Eight de la Basketball Champions League. Dando lugar a que tuviera que pasar la noche en un sofá del aeropuerto de la ciudad de Nyzhni Novgorod. Las autoridades rusas no le dejaron acceder al país simplemente por su nacionalidad al alegar que necesitaba un visado, un detalle que la organización dijo que no era necesario. Para los que no estamos muy puestos en este asunto, Georgia y Rusia se enfrentaron bélicamente por última vez en 2008 para lograr el control total de Osetia, una región dividida en Osetia del Norte-Alania, de control ruso, y Osetia del Sur, perteneciente a Georgia. Un conflicto que viene de lejos, además de Osetia del Sur, está el caso de Abjasia, otra región perteneciente oficialmente a Georgia, aunque desde el año 1992 ambas ya sean independientes de facto y logran mantenerse económicamente gracias al patronazgo de Rusia.

La FIBA como organizadora de este torneo continental de clubes, en este caso el tercero más importante en Europa, no se toma la molestia de asegurarse de que todos los jugadores puedan acceder al país donde se va a dilucidar la competición. Una tomadura de pelo desde la propia organización a los aficionados y al club afectado. La ironía de que muchos deportes puedan ser vistos por los fans desde un sofá, y más en tiempos de la covid-19, para que una estrella del baloncesto acabe tirada en uno por un conflicto político. Pero no contentos con eso, la de la política que se decide desde un sofá, esta historia tiene algún capítulo previo. El pasado verano, el CSKA Moscú fichaba al internacional georgiano Shengelia, capitán de su selección, y provocaba hasta las críticas de la propia presidenta del país georgiano. Hasta hoy y que se sepa, esta estrella y jugador del equipo moscovita no ha tenido ningún problema para entrar y salir de Rusia, un tanto irónico, ¿no?

La hipocresía es posiblemente una de las palabras que más se nos vienen a la mente cuando hablamos de política, este caso es uno más de los tantos que van a suceder. El deporte como queda a la vista puede resolver mucho de estos problemas o al menos evitarlos, pero claro siempre que al que se encuentre en el sofá correspondiente le apetezca hacerlo…

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