Tal y como es habitual en la literatura universal, donde infinitos vasos comunicantes permiten rastrear ecos e influencias a lo largo de los siglos, uno de los más célebres poemas de Alfred Lord Tennyson (1809-1892), The Lady of Shalott, presenta una larga y bien conocida estirpe que entronca, como buena parte de su obra, con la tradición artúrica. La misteriosa dama sin nombre aparece nombrada en varias obras de la literatura medieval. desde el roman anónimo La mort le roi Artu y la novella LXXXII de la colección Cento Novelle Antiche (siglo XIII) hasta la colección en prosa de Sir Thomas Malory, Le Morte Darthur, y la versión del barcelonés mosén Gras en su novela caballeresca Tragèdia de Lançalot (siglo XV).[1]
Alfred Tennyson, un joven romántico que ignoraba que años después sería nombrado sucesivamente poeta laureado y barón por la reina Victoria, publicó en 1833 su primera versión de The Lady of Shalott, y en 1842 la versión definitiva, revisada y mejorada.[2] El poeta de Somersby había recogido esta hebra de la literatura occidental de la novella italiana mencionada, ya desnuda de todo lo no esencial, y le había añadido elementos simbólicos y toda su maestría rítmica y, con ellos, un alcance infinitamente superior en la literatura universal.[3] Su recreación supone una ruptura importante en su genealogía.[4] En su poema, la dama sin nombre se despoja hasta el final de elementos narrativos y adquiere, en cambio, otros de carácter simbólico y mágico que son ajenos a su tradición. La protagonista permanece confinada en una torre a la orilla del río que lleva a Camelot, sin poder salir ni mirar por la ventana en virtud de una maldición cuyo motivo desconocemos. Pasa su vida tejiendo frente a un espejo en el que ve el reflejo (“las sombras”) de lo que sucede al otro lado de la ventana, que recoge en sus tapices,[5] y los campesinos solo saben de su existencia por su canto. Sin embargo, un día puede ver el reflejo del caballero Lancelot que pasa frente a su ventana. Incapaz de resistir el impulso, se asoma a la misma y desencadena la maldición: el espejo se quiebra y los tapices salen volando por la ventana. A continuación, baja al río, escribe su título («Dama de Shalott») en la proa de una barca a la que sube y se deja arrastrar por la corriente. La maldición cursa su efecto y la dama canta una luctuosa melodía mientras languidece. Cuando la barca arribe a Camelot, su cadáver será admirado por Lancelot.
Tennyson, principalmente como vector de la tradición artúrica, influyó ya en vida en poetas románticos españoles como José Zorrilla, que adaptó «Los encantos de Merlín» con ilustraciones de Doré, pero su influjo llega más allá de su muerte: Vicente de Arana, Gaspar Núñez de Arce, Juan Valera, Manuel Murguía, Miguel de Unamuno, Jacinto Benavente, Benjamín Jarnés, Ramón Cabanillas o Álvaro Cunqueiro, entre otros, siguieron de uno u otro modo los pasos del inglés. Juan Miguel Zarandona se ha encargado de señalar estas conexiones.[6] En cuanto a las traducciones al español de Tennyson, en general han sido escasas. En 1916 se publicó una antología en español realizada por varios traductores,[7] y posteriormente poemas suyos han sido incluidos en diversas antologías colectivas de poesía inglesa. No será hasta 2002 que la editorial Pre-Textos publique una selección y traducción del poeta andaluz Antonio Rivero Taravillo, hasta hoy el esfuerzo más completo por dar una visión de la poesía de Tennyson al lector español, bajo el título La Dama de Shalott y otros poemas.[8]
Por lo que se refiere en particular a The Lady of Shalott, tuvimos que esperar a 1978 para disfrutar de una primera versión, incluida por Luis Alberto de Cuenca, quien llegaría con el tiempo a ser premio Nacional de Traducción y de Poesía, en su libro Museo.[9] Entre 2000 y 2020 se han publicado otras cinco traducciones del poema.[10]
Llegados a este punto, tres autores españoles prolongan la genealogía hasta aquí descrita publicando en el año de la pandemia libros de una u otra manera relacionados con nuestra dama, e incorporando así a esa tradición nuevas aproximaciones y acentos de actualidad. Hablamos en primer lugar de Juan Planas Bennásar (Palma de Mallorca, 1956) y su último poemario, Cercandanza (Madrid: Los Papeles de Brighton, 2020), e Isa Pérez Rod (Cádiz, 1990), que asoma al mundo de la publicación con La pecera azul (Madrid: Vitruvio, 2020), libro por el que recibió el Premio Ciudad de Rivas. Antes que ellos, no obstante, y como consecuencia de haber ganado el LXXIII Premio Adonáis de poesía en diciembre de 2019, apareció el segundo libro de poemas de María Elena Higueruelo (Torredonjimeno, Jaén, 1994).
Los días eternos (Madrid: Rialp, 2020)[11] es una importante reflexión sobre el paso del tiempo y su relación con la forja de la personalidad, y un intenso recorrido vital desde la memoria de la ingenuidad infantil y adolescente hasta la pérdida definitiva de la inocencia, pasando por la experiencia sentimental. La voz lírica presente en este libro teje un tapiz de referencias literarias, filosóficas y artísticas que proporcionan densidad a sus versos. El mito de la caverna de Platón sirve para estructurar las sucesivas etapas y los episodios que prestan su carne a los poemas; la propia autora lo ha señalado en una entrevista en la que demuestra una madurez sorprendente:
En un determinado momento, me pareció que el mito de la caverna también funcionaba perfectamente como alegoría de algo tan íntimo como el crecimiento personal, el paso de un estado de inconsciencia a otro de lucidez respecto al mundo, la posibilidad de interpretarlo. Al fin y al cabo, hacerse adulto es lidiar con nuestro propio paso de lo mítico a lo lógico, aunque a este respecto es donde el poemario juega a la misma trampa que Platón, y es que para habitar el logos nunca deja de servirse del mito.[12]
Pero también están presentes, más o menos entre líneas, el Libro de Rut y el Cantar de los Cantares, la mitología y la literatura clásicas, Dante, los místicos, los románticos, Lewis Carroll, el teatro contemporáneo y la música pop.
Junto a ellos, la dama de Shalott asume un papel simbólico muy significativo en la evolución que afecta a la voz lírica; es necesario fijarse en el carácter estructurante que adquiere la figura y referencia de nuestra dama en este poemario.[13]
En efecto, casi recién empezado el volumen, en el poema I am half sick of shadow (pp. 19-20) encontramos una primera alusión, ya en el primer verso: «Pequeña niña de Shalott». La figura aislada del mundo en su torre es en este caso el sujeto lírico en su infancia y juventud, antes del momento de pasar de la inocencia a la conciencia. En paralelo al poema de Tennyson, también hay personas que oyen la voz de esa niña desde el exterior, pero no son campesinos, sino «los niños que corren en los parques», y la ventana, como en el original, supone solo una barrera. El espejo de esa niña, ya algo más crecida, será en este caso Instagram, y los hombres al ver su rostro pronunciarán, irrelevantes como Lancelot, las palabras «She has a lovely face». Tras reflexionar juntas —la voz lírica y la niña que fue— sobre la soledad en la torre, aquella le atribuye a esta encontrarse «un poco cansada de las sombras».
En el poema «Rut despierta» (pp. 52-53), preñado —como todo el conjunto— de intertextualidad (siendo la clave principal la que apunta al «Booz dormido» de Victor Hugo),[14] el itinerario de la mujer que crece y busca su sitio en el mundo es caracterizado con una breve alusión a Camelot como destino. Más adelante, en la parte del libro que corresponde a la adultez ya adquirida, leemos «Trance» (pp. 68-69), de nuevo un juego de referencias cruzadas de forma solo aparentemente caótica, cuyos versos se abren paso poco a poco hacia la esolución final: «Romper: romper la máscara». De camino a ese último verso, la voz lírica vuelve a remitir a la dama de Shalott cuando Higueruelo escribe: «¿Te atreves a mirar? Oh,/ The mirror crack’d from side to side:/ Ahora estás maldita y solo puedes/ Ver un montón de imágenes rotas». El paso a la edad adulta comporta la valentía (el atreverse a mirar, que en los siguientes versos comparará con la osadía de Eva, también mujer y también maldita por atreverse), el coraje de asumir una realidad que se revela fragmentaria, la necesidad final de “cruzar al otro lado” y de acabar con las máscaras: de afrontar la lucidez de la vida adulta.
En el poema consecutivo, «Purificación» (p. 70), el yo lírico celebra ese final de etapa, con asunción de la bondad de la vida y de la mortalidad que la clausura. «Hasta el último instante/ he de cantar de camino al matadero», dice, para poco después gritar: «¡Adiós, Shalott! Ya amanece». Solo resta decir que el siguiente poema se titula «Pero estoy viva» (pp. 71-72), a fin de marcar la rebeldía contra la maldición shalottiana (perder la inocencia para emprender el viaje no significa perder la alegría, viene a decir), y que el siguiente y último del libro, «Cosecha el día» (pp. 75-76), utiliza el tópico horaciano para rematar esa resuelta confianza en la vida.
En Los días eternos, así, asistimos a una reelaboración del arquetipo shalottiano en virtud de la cual la dama, lejos de enfrentar la muerte por quebrantar la prohibición, da un paso hacia la vida madura, que es conciencia de la mortalidad, pero también autonomía y lucidez, frente a la inocencia de la infancia. Higueruelo consigue trascender los tradicionales modelos interpretativos feminista y sociológico del texto de Tennyson,[15] apuntando hacia una visión global de la mujer, con aristas más existenciales que sociales, manipulando con respeto y audacia el mito y premiando, finalmente, el coraje de vivir con responsabilidad la condición humana.
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[1] Para los distintos avatares literarios de este personaje multisecular, vid. Nadège Le Lan, La demoiselle d’Escalot [1230-1978], morte d’amour, inter-dits, temps retrouvés, París: L’Harmattan, 2005; más sintéticamente, el excelente artículo de Susana G. Artal, «De Escalot a Shalott: la damisela en su trama», Cuadernos LIRICO, núm. 9, París: Red LIRICO (Réseau interuniversitaire d’études de la littérature contemporaine du Rio de la Plata en France), 2013; y, en un estilo más enciclopédicamente sucinto, Carlos Alvar, «Escalot», en Breve diccionario artúrico, Madrid: Alianza Editorial, 1997, pp. 105-107.
[2] El poema apareció por primera vez en Alfred Tennyson, Poems, Londres: Edward Moxon, 1833; por segunda en Poems, Londres: Edward Moxon, 1842, vol. I. La diferencia entre ambas versiones del poema ha sido explicada principalmente por las críticas negativas que recibió la primera y en virtud de la experiencia de la muerte del íntimo amigo de Tennyson, Arthur Hallam, que obligó a aquel a superar una fase depresiva y a adquirir una mayor madurez como poeta, fase vital que recuerda Luis Cernuda, Pensamiento poético en la lírica inglesa (siglo XIX), México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1958, p. 164. Cf. Cristina Pierce, «The Effects of Criticism: Tennyson’s Lady of Shalott after the Ten Year’s Silence», en la web del Nineteenth-Century Research Seminar, Waco: Baylor University, 23 de julio de 2019, https://blogs.baylor.edu.
[3] Sobre el dominio de la musicalidad de Tennyson, recuerda Lord Ifor Evans que «ni siquiera en las décadas en que Tennyson estuvo en entredicho, nadie le negó el más perfecto dominio del sonido del inglés, ni un oído impecable, ni un consumado y selecto gusto en la elección de las palabras», en A Short History of English Literature, cuarta edición revisada y ampliada, Harmondsworth: Penguin, 1976, p. 97.
[4] Nadège Le Lan, op. cit., p. 234.
[5] Sobre el papel del espejo y el tapiz como alegoría de la creación poética ha reflexionado Jane Wright, «A Reflection on Fiction and Art in The Lady of Shalott», Victorian Poetry, vol. 41, núm. 2, Morgantown: West Virginia University Press, verano de 2003, pp. 287-290.
[6] Juan Miguel Zarandona, Alfred Lord Tennyson y la literatura artúrica española de los siglos XIX y XX: traducción, manipulación e intertextualidad, Zaragoza: Universidad de Zaragoza, 2001; Los «Ecos de las montañas» de José Zorrilla y sus fuentes de inspiración: de Tennyson a Doré, Valladolid: Universidad de Valladolid, 2004; «La literatura artúrica española, ibérica e iberoamericana contemporánea: neo-medievalismo cultural, literatura comparada y traducción literaria», Mil Seiscientos Dieciséis/1616. Anuario de Literatura Comparada, vol. XII, Madrid: Sociedad Española de Literatura General y Comparada y Universidad Complutense de Madrid, 2006, pp. 107-118; «El impacto de la literatura artúrica en la construcción de identidades culturales y nacionales periféricas en la España contemporánea: Cataluña, Galicia y el País Vasco», Lingüística y Literatura, núm. 51, Medellín: Universidad de Antioquia, enero-junio de 2007, pp. 217-230; y Recepción de Alfred Lord Tennyson en España: traductores y traducciones artúricas, Valladolid: Universidad de Valladolid, 2007.
Vid. también José Miguel Santamaría, «Las traducciones de Vicente de Arana de algunos románticos ingleses en la prensa local vasca (diario Vizcaya)», y Marta Palenque, «La recepción del prerrafaelismo en la gente vieja a través de la prensa (1880-1898)», ambos en Marta Giné y Solange Hibbs (editoras), Traducción y cultura: la literatura traducida en la prensa hispánica (1868-98), Berna: Peter Lang, 2010, pp. 393-404 y 405-430 respectivamente; y, para el ámbito europeo, Leonee Ormond (editora), The Reception of Alfred Tennyson in Europe, Londres y Nueva York: Bloomsbury, 2017.
[7] Alfred Tennyson, Las mejores poesías líricas, Barcelona: Cervantes, 1916.
[8] Alfred Tennyson, La Dama de Shalott y otros poemas, antología bilingüe en traducción de Antonio Rivero Taravillo, Valencia: Pre-Textos, 2002.
[9] Luis Alberto de Cuenca, Museo, Barcelona: Antoni Bosch, 1978. Lo menciona Álvaro de Cuenca, «Traducción y Luis Alberto de Cuenca», Litoral, núm. 255: Luis Alberto de Cuenca: de Ulises a Tintín, Málaga: Litoral, 2013, pp. 107-110.
[10] Además de la traducción citada de Rivero Taravillo, vid. Alfred Tennyson, «La Dama de Shalott», traducción de Jorge Paolantonio, en Ramón López Ortega et alii (editores), Antología poética. Clásicos de la lengua inglesa en traducción, Cáceres: Universidad de Extremadura, 2000, pp. 163-165; reproducido en la revista digital Buenos Aires Poetry, Buenos Aires: Buenos Aires Poetry, 31 de enero de 2017; «La Dama de Shalott», en la antología colectiva bilingüe de Pedro Pérez Prieto, Poesía en lengua inglesa. Antología esencial, Madrid: Sial-Pigmalión, 2014; y el libro infantil La dama de Shalott, ilustraciones de Matthew Griffin, traducción de Álvar Zaid, Barcelona: Thule, 2015. Existe una versión al catalán de esta misma edición ilustrada y del mismo año con traducción de Pep Verger.
Por último, Espido Freire publicó entre el 30 de marzo y el 3 de abril de 2020 cinco hilos en Twitter bajo el hashtag #LecturadelaDama, en los que aporta su interpretación de la obra y comenta su contexto sociohistórico, su relación con otras obras anteriores y posteriores y su conexión con las artes plásticas y con la música. El evento completo está en la dirección https://twitter.com/i/events/ 1244969524769808384.
[11] María Elena Higueruelo, Los días eternos, Madrid: Rialp, 2020. Cf. Luis Ramoneda, «Los días eternos», web Aceprensa, Madrid: Asociación Colegial de Escritores, 27 de abril de 2020; Manuel Quiroga Clérigo, «María Elena Higueruelo: «Va la página en blanco llenándose de signos», web Aceprensa, Madrid: Asociación Colegial de Escritores, 13 de mayo de 2020; Daniel J. Rodríguez, «El mecanismo del reloj», web Zenda, Alicante: Ruritania Editores, 15 de mayo de 2020; Jesús Miguel Pacheco Pérez, «La incertidumbre, el tiempo o la memoria: reseña de Los días eternos, de María Elena Higueruelo», web En plan culto, Madrid: Asociacion Universitaria En Plan Culto, 22 de mayo de 2020.
[12] José María Sánchez Galera, «María Elena Higueruelo» «Vivir cada día como el último me parece una cosa muy pesimista; siempre hay que tener esperanza», entrevista, El Debate de Hoy, digital, Madrid: Asociación Católica de Propagandistas, 13 de octubre de 2020.
Muy interesante también Adrián Viéitez, «María Elena Higueruelo: «Acercarse a la literatura es tomar conciencia de la imposibilidad de decirlo todo», entrevista, web Zenda, Alicante: Ruritania Editores, 29 de junio de 2020.
[13] Lo apuntan someramente Pacheco Pérez, «También la duda vendrá»: reseña de Los días eternos, de María Elena Higueruelo», PeriodicUM, digital, Murcia: Universidad de Murcia, 25 de mayo de 2020; y Luis Bravo, «Los días eternos», web Melettea, s. l., 3 de julio de 2020.
[14] Cf. Victor Hugo, «Booz endormi», en La légende des siècles, primera serie, París: Michel Lévy Frères/ Hetzel et Compagnie, 1859, vol. I, pp. 35-40.
[15] Cf. Kathy Alexis Psomiades, «Beauty’s Body: Gender Ideology and British Aestheticism», Victorian Studies, vol. 36, núm. 1, Bloomington: Indiana University Press, otoño de 1992, pp. 31-52; de la misma, Beauty’s Body: Femininity and Representation in British Aestheticism, Stanford: Stanford University Press, 1997; Joseph Chadwick, «A Blessing and a Curse: The Poetics of Privacy in Tennyson’s The Lady of Shalott», Victorian Poetry, vol. 24, núm. 1, Morgantown: West Virginia University Press, primavera de 1986, pp. 13-30; Carl Plasa, «Cracked from Side to Side»: Sexual Politics in The Lady of Shalott», Victorian Poetry, vol. 30, núm. 3-4: Centennial of Alfred, Lord Tennyson: 1809-1892, Morgantown: West Virginia University Press, otoño-invierno 1992, pp. 247-263; Christine Poulson, «Death and the Maiden: The Lady of Shalott and the Pre-Raphaelites», en Ellen Harding (editora), Reframing the Pre-Raphaelites: Historical and Theoretical Essays, Aldershot: Scolar Press, 1996, pp. 173-194; Shuli Barzilai, «Say That I Had a Lovely Face»: The Grimms’ Rapunzel, Tennyson’s Lady of Shalott, and Atwood’s Lady Oracle», Tulsa Studies in Women’s Literature, vol. 19, núm. 2, Tulsa: University of Tulsa, otoño de 2000, pp. 231-254; o Linda H. Peterson, «Tennyson and the Ladies», Victorian Poetry, vol. 47, núm. 1: Tennyson at Two Hundred, Morgantown: West Virginia University Press, primavera de 2009, pp. 25-43.