Menéndez Pidal y el origen árabe del amor cortés

Cuando hablamos de amor cortés rápidamente pensamos en la poesía provenzal de la Edad Media. El concepto alude a un tipo concreto de noción amorosa cuasi platónica que se da entre un hombre de origen social elevado hacia una dama a la que idealiza en cuanto al físico y las cualidades morales, hasta el punto de admirarla y rendirle plena sumisión, lo que se suele comparar con una relación de vasallaje al estilo del sistema feudal. El enamorado, que habitualmente mantiene en secreto la relación con su amada debido a que suele suceder en un contexto adúltero, alcanza a través de este amor contemplativo un estado de crecimiento moral e incluso religioso en algunas ocasiones. Habitualmente se ha dicho que el origen de este tema lírico radica en una mayor valoración de la mujer y un refinamiento en las esferas de la nobleza. En cuanto a la inspiración, se ha señalado la lectura de Ovidio, cuando no se ha atribuido a la creatividad individual (véase el individualismo de Joseph Bédier). Sin embargo, Ramón Menéndez Pidal, en su defensa de que las formas poéticas son el producto de una evolución de la tradición con arraigo en la divulgación popular, llegó a sugerir y defender el origen árabe del amor cortés, utilizando como vehículo de transmisión temático la forma arábigo-andaluza del zéjel.

Para empezar, comenta que resulta poco probable que su origen se dé en Ovidio puesto que, si bien es cierto que la mujer tiene protagonismo, suele ser en un contexto erótico que no es sino la antípoda del amor cortés. Por otro lado, nos habla de que en la poesía árabe existían trazas temáticas de un amor en el que la amada tenía superioridad frente al amante sumiso desde tiempos muy anteriores al surgimiento provenzal; y pone a modo de ejemplo lo que escribió entre los siglos VIII y IX el califa de Córdoba Al-Hákem I: «La sumisión es hermosa en un hombre libre, cuando él es siervo del amor». O estos otros versos de Aben Zaidún: «Si tú cargas mi corazón con lo insoportable para otros corazones, yo lo soportaré; sé altiva, yo sufriré; sé orgullosa, yo me humillaré, manda, yo obedeceré». Igualmente hay ejemplos que comparan el amor con el servicio militar, lo que genera similitudes con la relación de vasallaje que mencionábamos antes. Otra prueba que nos ofrece es la tradición árabe de usar el masculino para referirse al ser amado, al igual que ocurría en las composiciones posteriores de los trovadores provenzales. Culmina diciendo que el amor cortés ni siquiera puede sustentarse adecuadamente sobre el sistema feudal occidental, pues no es una relación de vasallaje normal en la que amo y vasallo se auxilian mutuamente, sino que se acerca más a la concepción árabe de la sumisión humilde a las injusticias del ser amado sin esperar recompensa alguna, lo que le lleva a una especie de «sufrimiento gozoso», pero no como una transición negativa o temporal, sino como una resignación sin esperanza y un deleite del amor, independientemente de sus resultados.

Todo esto está presente en la tradición lírica árabe (apunta Menéndez Pidal que especialmente en la literatura anteislámica y tras el contacto con la filosofía platónica), pasando a la literatura arábigo-andaluza, como es el zéjel. Pero, ¿cómo llegó a calar en Aquitania una composición que en gran medida se escribía en árabe? Para empezar, hay que recordar que coincide una época en la que la cultura andalusí estaba mucho más avanzada que la de sus vecinos, convirtiéndose en un foco de difusión. Sabemos que el Zéjel (datado su origen en el siglo IX) tuvo una gran repercusión en el mundo oriental, al que se extendió y en el que habitualmente era una composición cantada que deleitaba incluso al que no la comprendía (debido al léxico mozárabe) gracias a su riqueza rítmica y estrófica. Para su propagación hacia occidente, Menéndez Pidal se apoya en la aparición anterior de formas y temas zejelescos que se verán reflejados posteriormente en la lírica provenzal (así como en partes de Italia), en los sucesivos lazos matrimoniales entre la península y Francia, en la difusión de material traducido al latín desde la península y sobre todo en el carácter cantado del zéjel (basándose en diversos testimonios de que las esclavas árabes que se tenían en las cortes occidentales sabían cantarlos). Tras estas suposiciones, se fundamenta en rasgos formales y numera hasta siete características concretas del zéjel (o al menos anteriores a la lírica provenzal) que se ven reflejadas en algunas composiciones de dichos trovadores (como una de tantas influencias diversas que tendrán). Y cabe preguntarse si, al igual que la difusión cultural de otros textos literarios en este periodo tuvo una influencia significativa en obras como el Decamerón de Bocaccio, ¿podría ser que una composición tan celebrada como el zéjel sirviese de profundo influjo para el devenir poético occidental?

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