La novela que reseñamos hoy es excepcional. Esto no ofrece ningún tipo de discusión. La profundidad de sus personajes, «auténticos pozos» (usando el concepto propuesto por el lampiño y prestigioso crítico Kevin Sanders, que en paz descanse), la magistral concatenación de sus eventos, subvirtiendo la novela decimonónica y mareando hasta al vómito a los lectores más frágiles… En fin, no terminaríamos nunca. La obra presenta un pequeño, apenas perceptible inconveniente: no está aún terminada. No es preciso alarmarse pues la Autora, amiga personal del que escribe estas líneas, me asegura vía Whatsapp en estos momentos que ya tiene la premisa de la novela, que será, cito el mensaje «a todas luces la mejor de su carrera hasta la fecha» Estas líneas previas permiten que ustedes vayan la segregando la famosa «saliva literaria», teorizada por esa crítica rusa en su ineludible volumen «Горизонт ожиданий читателя и других жидкостей»[1] Mientras esperamos la inminente novela es preciso no impacientarse, así que, por ejemplo, si son ustedes fumadores, quizá sea este el momento de sacar ese último cigarro que les lleva quemando toda la tarde, en simúltaneo ardor, boca y bolsillo. En caso contrario, quizá debieran preguntarse por qué no son fumadores pudiendo serlo. Lectores en potencia como son de esta novela que está por llegar «ya tengo el título» me dice la ya mencionada Autora por mensajería instantánea en estos momentos, pertenecen ustedes con mucha seguridad a una clase pudiente que, por el hecho de poder permitírselos, debe acceder a los vicios que la sociedad sanciona como elegantes (a saber: el tabaco mentolado, los libros nuevos, el seitán y las americanas de colores estridentes). Sabiendo entonces que la novela está casi aquí, sería bueno que localizasen el estanco al que, nerviosos pero decididos a continuar su labor como intelectuales, deben acudir a comprar esa primera cajetilla. «Se tratará de un cuento finalmente, no hay sustancia para novela aquí» me confiesa ahora la Autora. El parto de la obra es prácticamente un hecho ya. Mi labor es la de la matrona y ustedes…Bueno ustedes serían los voiyeurs infiltrados en el paritorio, que a fin de cuentas, es la naturaleza real del lector. Ante un autor que se desnuda literariamente, ustedes comparecen vestidos y afilados, listos para la crítica. «Un poema. Un poema en prosa. Algo bolañesco. Los cuentos no tienen sitio en el mercado…Sí, ahora lo veo claro» dice la susodicha Autora, en una genial interpretación del material literario del que dispone. Escribir es -en fin- un ejercicio de humildad y el poema, el formato menos egoísta para ello.
[1] Como resultado de la ceguera habitual de las editoriales españolas, circula clandestinamente una sola traducción al castellano bajo el título de El horizonte de expectativas del lector y otros fluidos.