Después de la vida están los otros

Queridos lectores, hoy tenemos la oportunidad de leer a Gabriel Sastre y a Álvaro Andújaros en este nuevo artículo escrito a cuatro manos. Esperamos que os guste.

De Ricky Gervais sabíamos que era un genio de la comedia. Ahora sabemos que tiene madera de director y es capaz de presentar una trama sólida, con matices y personajes poliédricos. After life (2019) tiene lugar en la pequeña localidad inglesa de Tambury; sus protagonistas trabajan para el anécdotico periódico local, recogiendo pintorescos sucesos de los vecinos.

Tony (Ricky Gervais) es el redactor del periódico y acaba de perder a su mujer Lisa (Kerry Godliman) tras una larga lucha con el cáncer. Su universo parece desmoronarse. Es la presencia repentina de un evento como la muerte, que la sociedad contemporánea intenta barrer bajo la alfombra: nadie habla de ella pero sigue teniendo lugar constantemente; nos pilla como de sorpresa aunque sea condición de la propia vida. Para los que padecen la pérdida se manifiesta en sus consecuencias, en la ausencia, en lo definitivo, en su función de contrapunto de la vitalidad. Tony se pregunta entonces con agriedad por el sentido de una vida que discurre entre comportamientos ritualizados, dando la espalda a la única certeza que es la de nuestra finitud. What´s the point? Tras estos comportamientos de falsa pertenencia a un grupo que nos juzga exclusivamente en torno a nuestra imagen proyectada al exterior, hay una esencial insatisfacción en los personajes con su propia vida (incapaces de afrontar su propia soledad, su propia inseguridad amorosa o su más que evidente disfuncionalidad social). Gervais, que habla desde cierta superioridad moral, satiriza cruelmente el estilo de vida de sus compañeros de trabajo. Pero son precisamente estos inadaptados los que hacen que encuentre motivos para seguir adelante, que dote de un nuevo sentido a su existir. Cuando está más hundido le ofrecen un apoyo que él cree ritualizado y falso, pero que es en realidad una genuina muestra de afecto. Dar cuenta de esta realidad le despierta a la noción de comunidad y, precisamente, la moraleja de la historia es que una vez nos quitamos la careta es la comunidad, desposeída ya de lo aparente, la que acude y se adapta al que va a un ritmo diferente. Gervais, que se pregunta, ¿y ahora qué?, relativiza y se contesta: no tengo que hacerlo solo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.