¿Qué ha sido del amor en estos días?
¿Dónde están ahora aquellos besos
y la sinceridad del alma en los sentimientos?
Todo parece desaparecido,
engullido por la marea del tiempo,
y aquellas historias de amor verdadero
han quedado solo en eso, historias.
¿Dónde se perdieron los corazones,
que,
tras quebrarse de manera dolorosa,
no quieren saber de nuevos besos?
¿Dónde se perdieron los amores,
antes fieles,
que ahora prefieren engañar a ser amados?
El reloj borró valses y baladas,
se llevó lejos sonrisas y caricias
y arrancó con sus crueles agujas,
pero casi sin que lo notásemos,
nuestra última gota de humanidad
engañándonos así para no sentir,
mientras que el leve trino de un violín
moja de lágrimas el dolor de aquellas traiciones,
mientras desearíamos sacar al corazón de su estancia.
Y es que ¿quizá el amor haya muerto?
ANATOMÍA DE UN BESO
El azul del cielo ha dado paso al violeta de la noche
y nuestras cabezas descansan juntas
viendo el nacimiento de las viejas estrellas.
Nuestra respiración comienza a desbocarse
mientras nos miramos
y nuestras pupilas se dilatan.
Despacio, disfrutando el momento,
se aceleran nuestras pulsaciones
al ritmo unísono de nuestros corazones
y entonces ocurre;
el roce suave de nuestros labios
despierta a una galaxia de sensaciones
que inunda rápida nuestros cerebros,
y a la vez se desata,
sin posibilidad de detenerlo;
el rebelde espíritu de la pasión.
Los cuerpos cada vez más cerca
mientras los labios apenas se separan
y nuestros ojos temen abrirse
con miedo de que se desvanezca la magia del momento,
mientras suaves mordiscos y delicadas caricias calientan la escena.
Todo esto cabe en la anatomía de un beso.
ROMANCE DE LA MUERTE EN LOS OLIVOS
Por caminos de antaño
camina la muerte movida
por el furor de una multitud
que no ceja su bailar.
Y en los balcones
de antiguo azahar
contemplan sus ojos negros
un hechizo de amor,
y bajo un azul oleoso
que tiñe hasta donde cubre la vista
va caminando la muerte.
Delgada, blanca figura de elegante porte; pasea
con la guadaña al hombro
que dicta con voz de martirio,
voz que a su vez se le quiebra,
la sentencia de las penas.
Y mientras la muerte
sosiega el furor de las gentes,
y mientras la muerte
acalla los ecos de una canción,
dos funestos amantes
cobijados bajo tristes olivos
iluminados por la estrella
que ahí arriba reverbera;
disfrutan de un último beso,
pues la delgada figura del espectro
que en buena hora la llama,
le atenaza, con un rayo, el suspiro
y una negra culebra con eléctrico y sinuoso
baile
se le enrosca en el corazón.
Por caminos de antaño
camina una blanca figura
que sigue el paso de la muerte,
y es que es la muerte que se lo lleva
mientras las hojas de los olivos se tiñen de
oxidado calor
pues el plomo del odio abrió la brecha,
y es que se la lleva la muerte,
que su padre no lo quería con ella.