Tras analizar brevemente en el anterior artículo ambas personalidades (pues no es ninguna exageración que el libro entero trata de explicar las personalidades de estos individuos), Capote nos deja con una de las incógnitas más sonadas del mundo criminal: ¿Un asesino se hace o nace?
En lo que se refiere a esta pregunta, lo que nos deja entrever Capote en esta obra es que hay cabida para ambas teorías; es decir, que un criminal nace y también se hace. Y es que en el caso de la novela A sangre fría podemos ver estos dos comportamientos en los dos antagonistas que aparecen en la obra, ya que, por una parte, Dick se corresponde con el tipo de criminal que actúa con esa criminalidad inherente (criminal innato) y, por otra parte, observamos a Perry, quien fuera un chico a priori conserva buenos modales y bondad pero que las distintas calamidades e infortunios por los que ha atravesado durante toda su vida lo convierten en el hombre criminal que podemos observar en la obra.
Curiosamente, sobre este tema, existe la conocida «teoría del criminal nato», de Cesare Lombroso. Esta interesante teoría, a modo de resumen, abogaba por el determinismo biológico; es decir, que todos los criminales tenían en común rasgos físicos y particularidades fisonómicas que los inducían a cometer crímenes simplemente por motivos evolutivos. Según se expone, los diversos rasgos físicos que todo criminal ha de tener son los siguientes:
Mandíbula grande, nariz respingona, orejas grandes, barbilla abultada, labios carnosos, tendencia a tatuajes (por su insensibilidad al dolor), carencia de empatía, inestabilidad afectiva, narcisismo, hedonismo, se relacionan únicamente con otros criminales, etc.
A continuación, dos fotos de archivo de ambos criminales:

Dick comparte muchos de estos rasgos físicos (orejas grandes, nariz respingona, barbilla abultada) y relacionados con la psique (carencia de empatía, inestabilidad afectiva, narcisismo y hedonismo), además de que es portador de varios tatuajes que luce por todo su cuerpo.

En cuanto a Perry, podemos observar que comparte únicamente un rasgo descrito en la teoría del criminal nato; estos son los tatuajes, como podemos ver en la fotografía. Sin embargo, respecto a los rasgos psíquicos, no comparte ninguno de los descritos (narcisismo o hedonismo, por ejemplo).
Una vez concluido el apartado sobre la naturaleza criminal de los antagonistas de la obra que nos presenta Capote, es el momento de presentar mis reflexiones finales sobre esta, a mi parecer, magnánima obra.
Refiriéndome a los (para mí) protagonistas de la obra, Perry y Dick, parecen, a priori, dos criminales torpes con un pensamiento vago que acabaron sucumbiendo ante la fuerza de la ley y, en cierta manera, es cierto. Sin embargo, no hay que olvidar las curiosas anécdotas que narra Capote en la obra. Una de ellas, indica que, minutos después de la comisión del crimen, ambos expresidiarios contaban chistes, reían, fumaban serenamente y conversaban alegremente cuando regresaron al coche con el que llegaron al hogar de los Clutter. Respecto a la segunda curiosidad, más aturdidora y fría que la anterior, esta se produjo en el tribunal, cuando ambos fueron juzgados y condenados a la pena de muerte. Existe una foto que capturó lo acaecido minutos más tarde y, como se dice en tantísimas ocasiones, una imagen vale más que mil palabras.

El fotógrafo que tomó y publicó la foto en el periódico la bautizó con el título de «¿La última carcajada?» («The last laugh?»). Como podemos observar en la foto, un sonriente Perry Smith mira inocentemente a su compinche, Dick, como si la vida les deparase un buen porvenir y, a causa de esta foto, me gustaría formular la siguiente pregunta: ¿Qué clase de pensamientos puede haber en la mente de alguien que acaba de ser condenado a muerte por el asesinato de una familia entera y cuya única respuesta a ello es una carcajada? Todo esto da mucho en qué pensar, especialmente sobre la clase de monstruos que cría nuestra sociedad.
Por ello, reflexionando sobre este último aspecto y para concluir con esta trilogía de artículos sobre A sangre fría, es muy curioso observar en el mundo actual la constante proliferación de cientos de criminales (pirómanos, violadores, asesinos…) en detrimento de los grandes seres humanos que han aparecido en la historia. Como si la criminalidad fuera algo inherente al ser humano y el bien fuera una virtud que necesitase de cultivo y desarrollo. Por ello, de acuerdo con esta premisa, posiblemente resulte muy difícil que volvamos a ver a otro Gandhi, a otro Martin Luther King, a otro Einstein o Mandela; mientras que lo más fácil será que otros criminales, como Perry y Dick, compartan el mismo mundo, mismo país, misma ciudad o mismo barrio que nosotros.
