Bien se dice que lo prometido es deuda y es por eso que hoy, en esta segunda parte, como se prometió en la primera de esta trilogía de artículos, es el turno de los que son probablemente los personajes que dan vida a la obra, que, paradójicamente, hacen el papel de antagonistas.
En la obra, el antagonismo compete a dos individuos: Dick Hickock y Perry Smith. Curiosamente, Capote, en su intento por satirizar y caricaturizar a estos personajes mediante la narración de situaciones convencionales y conversaciones intrascendentes y propias de «catetos», logra infundir un temor pasmosamente desproporcionado debido a la naturaleza real de los antagonistas. De hecho, es precisamente en esa naturaleza real de los antagonistas donde reside todo el desasosiego de la obra, pues el hecho de que estos dos «parias» lleven a cabo un asesinato con esa sangre fría contra una familia humilde y en una ciudad tranquila y pequeña da que pensar en que cualquier individuo levemente descarriado psicológicamente puede perpetrar un crimen de estas dimensiones. Además, conviene no olvidar el hecho de que el móvil inicial fue asaltar la casa y encontrar una caja fuerte que contenía más de diez mil dólares; sin embargo, una vez frustrados sus planes al no encontrar esa supuesta caja fuerte, reunieron un insignificante botín que consistía en una radio y dinero en metálico que no superaba la cantidad de cincuenta dólares y, acto seguido, acribillaron a los cuatro miembros a balazos de escopeta, justo después de haberlos atado y colocado una mordaza a cada uno.
No obstante, la habilidad de infundir miedo también depende de la «destreza» del antagonista, por ello, conviene profundizar a continuación en los coprotagonistas/antagonistas de A sangre fría, pues resulta de vital importancia analizar y deconstruir ambas personalidades de manera individual.
En primer lugar, menos peculiar que su compañero, a mi criterio, mas harto singular per se, Dick Hickock, según se describe en el libro, un ser vanidoso y codicioso dominado por la avaricia. Sin embargo, destaca sobre todo por ser un criminal nato, un tipo hecho por y para el crimen, ya que posee una habilidad impresionante para el mundo de la calle. Es capaz de transformar su personalidad para dejar entrever a una persona sociable y agradable gracias a su inteligencia, pues el test de coeficiente intelectual que realizó en la cárcel arrojó un resultado de 130, cuando la media oscila entre 90 y 110.
Además, su personalidad denota vestigios de megalomanía, prepotencia, egocentrismo y superficialidad ante cualquier situación. Por no mencionar que lleva el estilo hedonista por bandera. Y no solo eso, sino que, en la mayoría de ocasiones, se deja dominar por su concupiscencia, especialmente por su deseo hacia las mujeres y no tan «mujeres».
El segundo de ellos, Perry Smith, presenta una paradoja, pues en la obra se le describe como una persona entrañable, contrita, pero siniestra; todo ello simultáneamente. Por una parte, Perry se nos presenta como un monstruoso criminal (al fin y al cabo participó activamente en el golpe que acabó con la vida de la familia Clutter); pero un monstruo «justificado». Esta justificación, sin concurrir demasiado en «destripes» que puedan arruinar la trama de la obra, viene marcada por la vida de Perry Smith, ya que, desde su infancia, sufrió todo tipo de calamidades imaginables. Sin entrar demasiado en detalles, Perry vivió infinidad de vejaciones, humillaciones e incluso fue violado en varias ocasiones. Su ambiente familiar tampoco resultó ser acogedor tras la separación de sus padres, especialmente cuando se mudó con su padre, puesto que, en palabras del mismo Perry, su padre lo trataba como un burro de carga al que no permitía asistir a la escuela para que así no tuviera lugar alguno al que ir (o huir).
Ahora bien, Capote también lo describe como un ser entrañable, ya que, por ejemplo, a pesar de todos estos estragos que lo atormentaron en vida (lo cual, en opinión de algunos, justifica en lo que se convirtió), Perry desarrolló ciertas aficiones sanas, como lo pueden ser la música o la misma lengua. Según contaba él mismo, tenía unas virtudes sorprendentes para la música, especialmente para la guitarra y la armónica, aunque su verdadera devoción la dedicaba a componer canciones. Respecto a la lengua, adoraba aprender palabras curiosas e interesantes, por lo que, siempre que podía, ponía todo su empeño en aprender más y más vocabulario. Sin embargo, Perry no encontró arengas por parte de absolutamente nadie, por lo que dedicarse al mundo de la música o de las letras resultó ser vanamente una quimera.
Más tarde, unos días después del golpe, Perry es el único que muestra remordimientos. Textualmente le dijo a su compañero: «Creo que tiene que haber algo mal en nosotros para hacer lo que hicimos». Quizá esa oración la dijera el niño compasivo y bondadoso que solía ser y no el criminal en el que acabó convirtiéndose por capricho del destino.
Finalmente, tras observar ambas personalidades podemos observar tanto diferencias como afinidades entre ambos criminales. Incluso da la sensación de que uno de ellos ha nacido como un criminal y que el otro se ha vuelto un criminal, lo cual nos conduce a una de las preguntas más típicas de la criminología: ¿Un criminal nace o se hace? Exista o no una respuesta para ello, sin duda es un tema a debatir apasionante que merece la pena comentar, mas también se trata de un tema denso y amplio, por lo que le dedicaremos la próxima y última parte de esta trilogía dedicada a la obra A sangre fría, de Truman Capote.
