Watchmen es una novela gráfica creada por Alan Moore, considerada por muchos su obra más influyente. En este libro el autor retoma temas que ya trabajó previamente con el personaje de Marvelman, desarrollándolos hasta su máximo exponente. La obra tiene muchas lecturas y matices, por lo que me centraré solamente en la subversión de la figura del superhéroe y la relación que esta tiene con el mensaje principal del libro.
El origen de la figura del superhéroe es bastante difuso, hundiendo sus raíces en figuras mitológicas como Gilgamesh o Heracles y en personajes reales como los vigilantes enmascarados del salvaje oeste. En los años 20 surge una nueva tendencia de lo que podríamos llamar proto-superhéroes en las historias pulp, tendencia que se gestará durante los años 30 hasta culminar en los 40 con la denominada edad dorada del género que acabará por darnos figuras tan icónicas como Superman o Batman. Hay dos características principales que definen a todos estos personajes: la tenencia de cualidades que los hacen destacar por encima del hombre medio y el uso de estas en la lucha contra el mal, muchas veces ocultos bajo un alter ego superheroico.
En Watchmen se retuerce esta figura encarnando sus principales tropos en diferentes personajes, caricaturizándolos mediante su contraste con un realismo ucrónico ambientado en la Guerra Fría. En este particular plantel de héroes enmascarados encontramos a Búho Nocturno II y Espectro de Seda II, un par de adultos que parecen niños disfrazados jugando a satisfacer una fantasía propia (en el caso de Búho) o impuesta (en el caso de Espectro de Seda), gastando una fortuna en equipamiento para detener a delincuentes comunes mientras corren disfrazados con trajes de colores. Estos dos personajes muestran la contraposición entre dos visiones del mismo fenómeno: una idílicamente inmadura y otra más crítica, que reflejan la absurdez de la fantasía superheroica.
A diferencia de ellos, con su visión ingenua del mundo de los superhéroes, tenemos a Rorschach, un delirante fascista que ha renunciado a su identidad hasta el punto de ver su máscara como su verdadero rostro; Ozymandias, un megalómano filantrópico que se cree el nuevo Alejandro Magno y el Doctor Manhattan (el único con superpoderes) que cada vez se aleja más y más de la humanidad hasta trascenderla en un tono casi bíblico.
Todos ellos comparten una característica principal, la justificación de sus actos amorales por una visión particular de la justicia. La del primero, rígidamente polarizada entre lo que él considera el bien y el mal (conceptos que delimita en base a su pasado traumático y su frustración sexual); mientras que la de Ozymandias, por otro lado, es más utilitarista, lo que le permite sacrificar a millones de inocentes sin pestañear para perseguir lo que él considera el bien mayor. Pero de los tres, la más interesante es la del Doctor Manhattan, que al poder ver el futuro ha acabado desarrollando una visión determinista que lo lleva a un profundo nihilismo. Sus poderes no le sirven de nada porque sabe que el destino ya está trazado y nada de lo que haga puede cambiarlo.
Este tipo de visiones no es exclusiva de Watchmen, sino que aparecen a lo largo de toda la historia del comic, variando de héroe en héroe y de escritor en escritor. Sin embargo, al contrario que la mayoría de obras del género, que buscan la complicidad del lector al plantear solo la cara alegre de estas visiones; Moore hace todo lo contrario, las lleva hasta sus más funestas consecuencias. Esto hace que la frase más icónica del libro: «Who watches the watchmen?» (¿Quién vigila a los vigilantes?) pase de un mero eslogan a una genuina pregunta que se acaba haciendo el propio lector. Una pregunta que, extrapolada de la figura del superhéroe al concepto de autoridad, descubre uno de los pilares de la ideología de Moore: lo importante no es la visión que el héroe (o la autoridad) tenga sobre la justicia —ya hemos visto que todas ellas tienen sus luces y sombras—, lo importante es que esta visión se acaba imponiendo sobre la gente de a pie, que es la que carga con las consecuencias.