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EL EXPOLIO

Miradas intoxicadas. 

Maraña de ropa interior, 

de dedos

saliva 

y humo

emergiendo de esta niebla etílica. 

La sutileza del prestidigitador

en cada caricia. 

Tu boca apenas abierta, 

interrogativa y expectante 

ante mi propia expectación. 

(Respiro, respiras).

Me aferra tu mano, 

una fracción de mí, 

pero me envuelve, 

me siento contenida toda

dependiente toda

de la trémula decisión de una mano, 

tu mano

respiro, respiro. 

Cuerpos plásticos 

que se funden y rechazan. 

Vienes y vas 

y vienes 

Y en cada exhalación cercana

a tu piel

pruebo una gota distinta de ti, 

y todas me satisfacen 

y ninguna me colma.

Todo lo que me das 

siempre es tan

fragmentario,

como los jadeos febriles

que ocupan la habitación 

y nos ahogan

respira, respira. 

Frenético intercambio de acciones salvajes. 

Ser Saturno y su hijo

indistintamente,

ser la carne desgarrada, 

encarnar mis ganas

para que puedas arañarlas, 

rasgarte por fuera y dentro 

pretenderte por entero, 

agotarte y dejarte exhausto;

exprimirnos con rabia reverencial

en este noche dilatada

por los gritos enajenados

querer más, respirar más,

respiro, respiro, respiras. 

Nuestros cuerpos desbordados. 

Y me extingo en ti. 

Mi último aliento acaricia tu piel, 

vapor de espumas 

que se desvanece siquiera

con pensarlo. 

La densidad del cuarto se disipa

dejándonos a solas. 

Estalla Madrid en esta noche sin nombre, 

quedando huérfana ante nuestro silencio.

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