Compremos con sentido

¡Coronavirus! Que no panda el cúnico… ¿O era «que no cunda el pánico»?

Pensaba que el efecto histeria colectiva tan solo era una movida madrileña, pero conforme se han ido confirmando casos en la Región de Murcia, la musicalidad del alarmismo no ha hecho más que expandirse.

Si vas a hacer la compra a una hora prudente (sobre las 11:00), encontrarás las estanterías medio o completamente vacías, carros de la compra abarrotados y miradas asesinas de abuelitas que quieren llevarse el último paquete de pechugas y que harán todo lo que esté en su poder para conseguirlo. 

Pero ¿hay algo lógico en nuestro comportamiento de estos últimos días? No. Punto. No lo hay. 

La gente que se dedica a desabastecer los supermercados no va con una idea predeterminada de lo que es capaz de consumir antes de que un producto determinado perezca. Tampoco ve ni controla la fecha de caducidad o de consumo preferente de todos los productos adquiridos, ¿para qué? 

Tan solo echa todo lo que puede y más al carro, hasta que esté a rebosar de comida. 

¿Realmente somos conscientes de todo lo que llevamos? (No, no voy a hablar del tema del papel higiénico) Nein. Non. No. Y no solo en situaciones de histeria, sino en el día a día. 

Hoy, queridos míos, os voy a llevar al rincón de pensar con el tema del desperdicio de comida que hacemos y del cual no somos conscientes. 

La basura que producimos no se trata de residuos que ya no podemos utilizar, sino toda esa comida que podría haber consumido otra persona, pero que estaba de decoración en el fondo del frigorífico y de la que no sabíamos de su existencia. 

Si todos hiciéramos el mínimo esfuerzo en pensar dos veces (o pensar una sola vez, pero bien) antes de comprar, se podría paliar la hambruna en el planeta. 

¿Cuántos de nosotros tiramos algo de comida? Absolutamente todos y cada uno de nosotros. De media, los ciudadanos europeos y los estadounidenses tiramos a la basura el 25% total de todo lo que compramos anualmente. No solo estamos desperdiciando comida que otro estómago podría necesitar, sino también nuestro tiempo, nuestro dinero… También contribuimos a crear una demanda que no es cien por cien real, a contaminar más y todo lo que esto conlleva. En resumidas cuentas, si ya de por sí, en términos y en condiciones normales, compramos más de lo que podemos gastar, no me quiero ni imaginar el nivel al que estamos alcanzando con el nuevo COVID-19.

Los ejemplos que utiliza Selina Juul en el TEDxCopenhagen de 2012 aseguraban que el desperdicio anual de comida que se producía en Italia puede alimentar a toda la población de Etiopía. Si tenemos en cuenta el desperdicio de comida global, con esta se podría alimentar a todo hombre, mujer y a todo menor que no dispusiese de medios suficientes para comer. Año, tras año, tras año. 

Pero qué más dará cuando lo único que queremos es sobrevivir a un virus nuevo, que es altamente contagioso pero cuya mortalidad es menor que la de la gripe. Qué más dará actuar con desenfreno, sin pensar en las consecuencias que esto puede traer. 

Creo que hoy más que nunca hay que ir a ese rincón de pensar (el frigorífico y la despensa) y analizar con mente fría la situación. ¿De verdad estamos consumiendo correctamente? ¿De verdad masacrar con todo lo que nos encontremos en las estanterías es la solución? ¿Estamos haciendo lo correcto?

Aquí está el enlace al discurso de Juul, quizá abramos todos los ojos: https://www.youtube.com/watch?v=dIIhbjY4s8A&t=239s

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