«Gana y necesidad de comer», así la definen los diccionarios. Cuando hay pobreza, el hambre pasa a ser la «escasez de alimento que provoca carestía y miseria generalizada». Pero, ¿cómo se define el hambre autoprovocada? Expresado en voz alta parece un concepto absurdo, ¿qué lleva a alguien a matarse de hambre voluntariamente?
Poder, contestarán muchos. Poder ante una vida que no controlas, ante un mundo que se tambalea bajo tus pies. El poder de controlarse a una misma, de ir más allá de las necesidades básicas. El poder que da controlar tus instintos. No eres tú la que está loca, son los demás los que son esclavos de la comida. Control. Tú lo controlas. Esa frase que repiten tanto los que son esclavos de las botellas o las jeringuillas. Yo controlo. Pero, ¿te matas de hambre solo por eso, por poder y control?
Otros dirán que es porque te sientes gorda. Se les llenará la boca con los cánones de belleza y la excesiva delgadez que promueven las revistas y las redes. ¿Tan tonta te consideran? ¿De verdad se creen que sufres lo que sufres para que la gente te vea más guapa?
Desesperación. Nadie habla de la desesperación, de la sensación de no poder más, de pensar que nada tiene sentido, nadie habla de la sensación de querer rendirse. El vacío emocional que sientes por dentro, que solo es comparable al vacío que sientes en el estómago. Porque estás completamente vacía en todos los sentidos o, por lo menos, eso piensas.
Frívola, niñata, qué sabrás tú lo que es pasar hambre, con la cantidad de gente que daría lo que fuera por la comida que tiras. Esas palabras flotan a tu alrededor, pero ya han perdido la capacidad de herirte, tú ya estás muy lejos, contemplas el mundo desde arriba.
¿Cómo es que nadie ve esa mano invisible que sutil y firmemente te va empujando hacia el vacío? ¿Nadie más que tú es capaz de ver cómo esa ola gigante va devorando todo lo que te importa?
Te desprecian porque te estás muriendo, ¿no se dan cuenta de que todos ellos también se están muriendo? La diferencia es que el dolor que te mata a ti es tan grande que no puedes mantenerlo dentro y supuras por todos los costados. ¿Sería mejor que hicieras como que no pasa nada? No saben lo mucho que lo has intentado. Tratabas de olvidarte de tu cuerpo y él se empeñaba una y otra vez en no olvidarse de ti, como canta Nacho Vegas.
Igual te desprecian porque les recuerdas continuamente que ellos están igual de vacíos que tú. Tú tienes el estómago vacío, pero ellos tienen el alma vacía. Tú eres un saco de huesos andante, pero ellos no son mucho más que tú, lo único es que a ti se te nota. Tú te mueres más rápido.
De hecho, apenas te queda tiempo. Pero eso ya lo sabes. Lo notas dentro de ti, hace mucho que sientes su frío abrazo. Sabías desde el principio que ese río te conducía a este mar. Ha llegado el momento de elegir. Vivir o morir.
Si eliges vivir sabes que tendrás que bajar a los infiernos. Tendrás que resucitar tu cuerpo. Utilizarán tubos para volver a infundirte vida, tubos que sentirás que, en vez de devolvértela, te quitan la vida. Tendrás que aprender a volver a andar, aprender a volver a comer. Aprenderás a vivir.
Pero eso ya lo sabes. No te he contado nada nuevo. Todo lo escrito en esta carta ya te era conocido. No te la he escrito para explicarte lo que te está pasando. Te escribo simplemente para decirte que yo confío en ti, sé que serás capaz de volver a la vida. Y también sé que, tanto si eliges vivir como si eliges morir, voy a estar a tu lado.