Fotograma película «Comanchería».

Comanchería: cultura y emancipación

Los Chikos del Maíz (Ricardo Romero —Nega— y Antonio Mejías —Toni el Sucio—) siempre han tenido su propio rincón en la escena musical española. En lucha constante por la relevancia suficiente para seguir viviendo de su música, pero siempre en alerta por no aterrizar accidentalmente en el mainstream; sus letras siempre han presentado combate contra las injusticias y cinismos de la década de los 2000. Como dicen a menudo en sus canciones, son un grupo al que no anuncian en la radio ni en medios generalistas, precisamente, porque hacen de la denuncia del sistema mediático uno de los pilares de su obra.

Después de cinco años de actividad reducida, desde su último gran trabajo, La estanquera de Saigón, presentaron el pasado 4 de octubre un nuevo disco, bajo el nombre de Comanchería. El nombre y la estética general del disco beben de la película homónima de David Mackenzie, que vió la luz en 2016. En ella dos hermanos viven fuera del sistema, robando pequeños bancos para salir adelante en una suerte de western moderno, capitaneado por Jeff Bridges y Chris Pine. El carácter irreverente, contestatario y antisistema de la película resume perfectamente a los Chikos del Maíz. El disco cuenta con colaboraciones de otros personajes históricos del rap español, como Zatu de SFDK y Kase O, pero también incorpora un gran número de intérpretes femeninas (Laura, Ana Tijoux). El grupo valenciano se caracteriza por manejar un amplio espectro de referencias culturales en sus temas y Comanchería no se queda atrás: cine de culto, desde Hollywood a la Europa de Novecento y Cinema Paradiso. Godard, Ken Loach y blockbusters de los 80, como Regreso al futuro o Star Wars, inundan el disco y recuperan así gran parte del legado audiovisual de las últimas décadas. Musicalmente, podemos observar algo de evolución con respecto a trabajos anteriores. No faltan ritmos de hip-hop de los 90 que nos hacen volver a las raíces del grupo, pero también incorpora estribillos melódicos, notas de salsa, de country y de orquesta.

Recorre todo el disco cierto pesimismo ante la situación actual; un espíritu de ultimátum, de alegato final, que supone un diagnóstico acertado del abismo ecológico, social y político que nos espera. El disco condena las soluciones individuales, la frivolidad de la sociedad de hoy en día; canta a la rebeldía del que se niega a aceptar la vida como una sucesión de trabajo, relaciones deshumanizadas y ocio estandarizado.

Comanchería son trece canciones para el recuerdo, pero, sobre todo, trece canciones para no olvidar. No olvidar al pueblo palestino, al trabajador precario, a la madre soltera, al migrante que arriesga la vida. Comanchería es, también, un canto al refugio en la cultura, en la belleza, cuando todo se derrumba en el exterior:

«Y si mañana todo arde

cantando espero a la muerte como Miguel Hernández».

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