Rasputin: Venganza

«Ningún privilegio fue capaz de detener el fatídico final que le esperaba a Rasputin. Una asesinato realizado a sangre fría en el que detrás de un sentimiento heroico-patriótico, se esconden monstruos con nombres y apellidos». Este fue el final del segundo artículo y el comienzo de un final. Literalmente. 

Para cerrar esta serie en la que se ha analizado la canción Rasputin, de Boney M., vamos a seguir el mismo procedimiento que en los dos anteriores artículos. Como hemos podido observar, la mayoría de la canción, a pesar de ser sensacionalista y de crear conjeturas con el tema zarina-curandero, lo que cuenta es, en cierta medida, acertado. A continuación, y tras una fase de extensa documentación, se analizará el resto de la letra y se proporcionarán justificaciones a los posibles errores y aciertos de esta.

This man’s just got to go” declared his enemies / but the ladies begged “Don’t you try to do it, please, en español: «“¡Este hombre se tiene que ir!”— declararon sus enemigos, / pero las señoritas rogaron: “¡no lo hagáis, por favor!”»

Antes de hablar de esos enemigos, me gustaría plantearos la siguiente pregunta: ¿de qué manera iban a rogar las mujeres que no lo mataran, si era una misión secreta? Bueno, quien dice secreta, dice casi secreta, pues sí que es cierto que había dos mujeres que conocían el plan de estos enemigos: Zinaida Yusúpova e Isabel Fiódorovna Románova, conocida familiarmente como Ella. 

La historia de la muerte de Rasputin, por muy heroico-patriótica que la pintaran en los documentos oficiales y en las declaraciones realizadas tras el asesinato, no fue más que un ajuste de cuentas camuflado. La princesa Zinaida Yusúpova, amiga de la familia imperial rusa, se atrevió a criticar a Rasputin delante de la zarina Alejandra, la cual, evidentemente, se lo tomó como una ofensa personal. Terminó echando a la princesa diciendo: «Espero no volver a verla nunca más». La princesa y su hijo Félix decidieron que Rasputin tenía que morir. 

De hecho, el final de Rasputin no comenzaría el mismo año de su muerte, sino que el santón y Félix Yusúpov ya habían tenido un encontronazo en 1909, cuando el príncipe tenía tan solo 21 años y acababa de regresar de Oxford. Según dicen las malas lenguas, Rasputin quedó fascinado ante tal principito, sobre todo por su ambigüedad sexual, por lo que el santurrón lo sedujo, pero, en vez de sentirse atraído por Grigori, lo que sintió fue repulsión. Fue en ese instante en el que decidió que él mismo pondría fin a la vida de ra-ra-Rasputin. 

En noviembre de 1916 decidió crear su propio grupito de aristócratas rusos para luchar contra lo que llamaban las «Fuerzas Oscuras» compuesto por el mismo Yusúpov, Dimitri Purishkévich y Stanislas Lazovert. A ellos se les unió el gran duque Demetrio Pávlovich, quien era clave en esta conspiración pues, al ser un gran duque, estaba por encima de la ley y tan solo el zar podía castigarlo. Supongo que sería entre té con vodka  y pastas cuando tramaron.

El primer intento de asesinato sería el 20 de noviembre. Yusúpov, con el pretexto de tener algunos problemas relacionados con la salud, se entrevistó con Rasputin en la casa del santón, pero cuando lo miró a los ojos, a aquellos que «brillaban con una luz fosforescente», fue incapaz llevar a cabo la misión. 

No sería hasta casi un mes más tarde cuando volvieron a intentar asesinar a Grigori Rasputin, podría decirse que el nuevo plan (si se le puede llamar así) de asesinato se basaba en un calentón de Yusúpov porque tanto su madre como la propia hermana de la zarina le habían dado el beneplácito la noche de antes para que se vistieran todos de Parca y matar a quien tanto daño había hecho a Rusia. 

Rasputin era un santón, pero no un tontón. Él sabía perfectamente que no todo el mundo gustaba de sus formas y sus actos, una de las razones por las que tener aliados en el gobierno era importante. Uno de los ministros designados por el santón, concretamente el ministro del Interior, Protopópov, avisó a Rasputin y le hizo prometer que no saldría en los próximos días…

Ya sabemos de la canción quiénes eran los enemigos tan famosos de Grigori y las dos principales mujeres que participaron en la matanza del santurrón. La letra continúa hablando de la trampa que le tendieron a Rasputin, del veneno que le dieron y del tiro de gracia que se necesitó para poner fin a su vida y al Imperio ruso. Lo que se resume en una canción en unos cuatro minutos es mucho más complejo de lo que parece. 

¿Por dónde íbamos? Ah, sí. Rasputin haciendo la promesa de no salir. Creo que ya sabemos todos que esa promesa no la cumplió. ¿Qué se le había metido en la cabeza a este loco?, ¿quién en su sano juicio sale cuando recibe una llamada de posible conspiración en su contra? 

Rasputin salió. Yusúpov le había dicho que fuera para su casa, donde antes habían estado él y la chupipandi haciendo pastelitos con cianuro (¡qué ricos!). Cuando el santón llegó a la casa de Yusúpov, se dedicó a comer y beber un poco de vino à la cyanure y el niñito con el que una vez intentó ligar Grigori, al proponerle este irse de fiesta, le dijo: «Grigori Yefímovich, mejor póngase de cara al crucifijo y rece una oración». Acto seguido sacó una Browning y disparó a Rasputin. 

Según el informe forense, la bala atravesó el estómago y el hígado y salió por la espalda. El disparo no tuvo un efecto inmediato, pero podría haberle causado la muerte, dadas las circunstancias, en unos veinte minutos. Sin embargo, Rasputin, según las declaraciones de Yusúpov, abrió «un ojo verdoso, como el de una serpiente» y después el otro. 

El hombre, envenenado y con una herida mortal de bala, salió por su propio pie hacia el patio cubierto de nieve gritando que iba a decirle todo lo ocurrido a la zarina. 

Purishkévich, que era capaz de ver las estrellas en tierra firme debido a los efectos secundarios del agua con misterio, sacó su pistola Savage y se dedicó a perseguir a Rasputin, como si del pilla-pilla se tratase. ¡Pum, pum! Disparó dos veces sin resultado alguno. Ahí seguía Grigori, de pie, sin apenas poder sostenerse sobre él mismo mientras veía su sangre manar por su piel… ¡Pum! La bala penetró en la parte inferior de la espalda, perforándole el riñón derecho. 

Rasputin cayó sobre un frío manto rojo, pero seguía vivo.

Silencio.

¡Pum! 

Aquel último tiro había atraído a soldados rusos por la zona de la casa de Yusúpov. Se desconoce quién dió el último tiro de los allí presentes: podría haber sido el principito, el gran duquesito, Purishkévich o un agente secreto británico. 

No podían dejar una escena del crimen tan evidente, por lo que algunos de ellos decidió disparar a un pobre perro que andaba por ahí. Quizá así la venganza parecía menor. 

El cadáver de Rasputin se dedicó a navegar por las aguas del río Nevá, donde se congeló desde sus ideas de grandeza y su verdad hasta sus dotes viriles de las que él tanto presumía. 

Se encontró el cadáver del santón y se le dio sepultura. Los zares y las grandes duquesas estaban terriblemente consternados por haber perdido a su gran amigo, curandero, consejero, gobernador. Me atrevería a decir que incluso formaba parte de su familia. 

En el momento en el que se envenenó, se disparó repetidas veces y se tiró el cuerpo del místico al río fue cuando comenzó la cuenta atrás. Se trataba del principio del fin de una era marcada por la autocracia y el despotismo una familia que hacía trescientos años había asegurado tener un poder divino y que, trescientos años después, alguien de un estrato social menor, un simple campesino siberiano que se hacía llamar Grigori Rasputin, ponía fin a aquella supremacía deíctica con una simple profecía: «Si muero o me abandonáis, perderéis a vuestro hijo y vuestra corona al cabo de seis meses».

Aunque eso, queridos lectores… Eso es otra historia. 

 

«This man’s just got to go!» declared his enemies

But the ladies begged «Don’t you try to do it, please.»

No doubt this Rasputin had lots of hidden charms

Though he was a brute, they just fell into his arms

Then one night some men of higher standing

Set a trap, they’re not to blame

«Come to visit us,» they kept demanding

And he really came

Ra Ra Rasputin

Lover of the Russian queen

They put some poison into his wine

Ra Ra Rasputin

Russia’s greatest love machine

He drank it all and he said «I feel fine.»

Ra Ra Rasputin

Lover of the Russian queen

They didn’t quit, they wanted his head

Ra Ra Rasputin

Russia’s greatest love machine

And so they shot him till he was dead

 

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