Kurt Vonnegut o cómo transformar a los buenos en no tan buenos

Estaba yo una tarde de verano en el trabajo cuando abro Twitter y veo que Darío Adanti iba a empezar a grabar un podcast sobre literatura y humor con Alba Carballal. Resulta que el programa se llama el Milenarismo y empecé a escucharlo. Cabe destacar que para escuchar el programa casi tienes que hacerlo con un folio para ir apuntando la barbaridad de libros que recomiendan y, entre esa verborrea bibliófila, me llamó la atención uno: Madre noche.

Madre noche es un libro de Kurt Vonnegut que es capaz de follarte la mente. Hay gente que me decía: «pero, hombre, lee a Pessoa y su Banquero anarquista, o a Darío Fo y su Muerte accidental de un anarquista. Pero, Paco, chico, La conjura de los necios…». Esa gente tenía razón, son libros apabullantes. Pero es que del que os voy a hablar, que recomendó Darío Adanti, es una locura de principio a fin.

Como hice con el artículo de Cormac Mcarthy, intentaré poneros la miel en los labios.

En el contexto de la Segunda Guerra Mundial, Howard Campbell es un estadounidense que trabaja como dramaturgo y locutor de radio en Alemania, donde tiene un programa que ensalza el nazismo y cuyas proclamas sirven de mensajes cifrados para los aliados en la guerra. Tampoco os he destripado demasiado porque todo esto está al principio del libro. Aquí se puede ver un dato influyente para el argumento, y es que sus antepasados eran alemanes, que antes de 1922 habían emigrado a Indianápolis.

El libro fue escrito en 1961, en mitad de la Guerra Fría y donde el mundo se dividía entre los partidarios de Estados Unidos, y los partidarios de la URSS. En este sentido, Kurt deja entrever que su libro será un libro donde todo el mundo es el bueno y nadie es el malo. No hay un maniqueísmo palpable. A esto se le suman unos diálogos muy de película americana, con sus jodidos, con sus coletillas finales graciosas, todo muy de comedia negra con un humor muy satírico, como esa escena cuando está el protagonista con el carcelero judío.

Otro dato interesante que nos hace ver la ambigüedad del personaje de Campbell es que Kurt, tras luchar en la batalla de las Ardenas (batalla que se disputó entre 1944 y 1945, una de las últimas grandes batallas de la Segunda Guerra Mundial) quedó prisionero del ejército nazi. Mientras era prisionero lo llevaron a Dresde y desde aquí, presenció cómo los aliados reducían a cenizas la ciudad. La RAF y la USAAF (ambas fuerzas aéreas inglesas y estadounidenses) bombardearon una ciudad indefensa. Unos alegan motivos estratégicos, otros lo vieron como un crimen de guerra. Lo cierto es que el bombardeo se produjo a principios del 45 y esto sirvió a Goebbels para usar el bombardeo como propaganda y para retratar a los aliados frente a la opinión internacional e intentar dar los últimos coletazos de una guerra que agonizaba.

No sé a vosotros, pero a mí me recuerda bastante a Guernica. Por cierto, Goebbels sale en el libro y Göering también. Esta parte de su biografía personal sería perfecta para debatir en clases acerca de las tergiversaciones históricas y el maniqueísmo que rodea a la Historia.

Por otro lado, sin ser yo filólogo, me gustaría considerar que el movimiento literario en el que podemos enmarcar esta obra es el llamado realismo sucio. Esa generación de escritores exhaustos por la guerra y por las ideologías que creyeron las verdaderas, refugiados en el alcohol y cuyos protagonistas suelen ser gente con vidas aburridas, bajoneras y que se meten en problemas a menudo. Prueba de ello son las parcas descripciones que se hacen de Campbell y de su modo de vida cuando regresa a Estados Unidos. Lo mal que lo pasa y su modo de vivir el día a día.

Otro de los aspectos que más llama la atención es el existencialismo que rodea toda la novela. El tío se pasa de principio a fin queriéndose morir. Ese agobio, que marca el ritmo del libro, es lo que le hace único. Por cierto, ya me diréis qué os parece la escena del perro…

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