Como una misma voz: Góngora, Rimbaud, García Lorca

El poema Vocales del francés Arthur Rimbaud es uno de los más enigmáticos que nos ha dado este poeta maldito. Rimbaud fue el «niño terrible» de la poesía francesa y cultivó ese simbolismo, que ha pasado a la historia de la literatura, convirtiéndose en una de las figuras más destacadas del movimiento.

En el soneto Vocales, el poeta establece una relación de correspondencias entre las vocales, los colores y unas sensaciones muy ligadas a la naturaleza. Esto, pues, es desarrollo de la corriente del simbolismo francés, también cultivado por otros autores como Verlaine, Mallarmé o Baudelaire.

 

«A negra, E blanca, I roja, U verde, O azul: vocales,
yo contaré algún día vuestro latente nacimiento»

Arthur Rimbaud en Vocales.

 

En este poema es perceptible, sin lugar a dudas, la rica herencia de Charles Baudelaire, autor de Las flores del mal, libro que contiene el famoso poema Correspondencias, que remite al concepto que usa Rimbaud en este soneto. La idea de las correspondencias de Baudelaire es un claro ejemplo del simbolismo por el carácter simbólico —valga la redundancia— que establecen unos objetos o conceptos en relación a otros, ya que estas correspondencias equivalen a audaces imágenes sensoriales, representativas de la caótica vida espiritual del hombre moderno. La idea de las correspondencias fue expuesta por él, por primera vez; sin embargo, este autor también tuvo sus referentes.

 

«Hay perfumes frescos como carnes de niños,
Suaves cual los oboes, verdes como las praderas,
Y otros, corrompidos, ricos y triunfantes,…»

Charles Baudelaire en Correspondencia.

 

Pero… ¿En quién se pudo inspirar Baudelaire? Charles Baudelaire escribió en sus Diarios íntimos que toda la poesía oscila entre dos conceptos contradictorios: la vaporización y la centralización del Yo («De la vaporisation et de la centralisation du Moi. Tout est là»). ¿Y qué poeta español explora y deforma mediante una poesía objetiva? Don Luis de Góngora es el poeta barroco, por total excelencia, que inspiró, en gran medida, la poesía de Charles Baudelaire, mediante su clara vaporización del Yo, «tortura» las formas hasta hacerlas perfectas. El poeta andaluz, pese a su sublime semblanza, es un patriota cristiano y elitista que mantiene y desarrolla oscilación constante entre un «yo sensible» y un «múltiple yo imaginario» que va desde su obra de carácter autobiográfico a sus sátiras, letrillas y fábulas. Lo que más se puede relacionar en la obra poética de estos dos autores es que, si Baudelaire necesita de las correspondances para erigir su universo poético, Góngora precisa de la metáfora para lo mismo. El hilo conductor entre estas asimétricas personalidades literarias se hace ahora más claro: ambas herramientas de creación son, junto al concepto, «un acto de entendimiento que exime la correspondencia que se halla entre dos objetos», como diría Baltasar Gracián.

 

«Velero bosque de árboles poblado,
Que visten hojas de inquieto lino;
Puente inestable y prolija, que vecino
El Occidente haces apartado:»

Luis de Góngora en A la embarcación.

 

Visto esto, podemos observar que Góngora inspiró, en gran medida, a Baudelaire, un poeta maldito que, desde las postrimerías del romanticismo, fue entrando en el simbolismo pleno que desarrolló Rimbaud, y fue esta influencia la que hace pensar que la poesía de Rimbaud influenció a la generación del 27 y, más concretamente, a poetas como Federico García Lorca, en su etapa final de Poeta en Nueva York.

Esta etapa de García Lorca se ve muy hermanada con la poesía de Rimbaud en un libro concreto, Iluminaciones.

Iluminaciones o Las iluminaciones es un libro de Rimbaud escrito, mayoritariamente, en prosa poética, aunque incluye los dos primeros poemas en verso libre de toda la poesía francesa. Estos poemas reciben un fuerte influjo de El Spleen de París de Baudelaire, poeta que he relacionado, anteriormente, con la poesía española de Góngora. Estos versos de Iluminaciones tienen una inmensa cantidad de imágenes sensoriales que pueden ser los primeros indicios del surrealismo, lo que le da más importancia a su figura como poeta maldito, un adelantado a su época. Aquí reside su relación con Federico García Lorca, pues Poeta en Nueva York cumple esta misma característica, ya que recurre a veces a mismos símbolos, con una gran similitud en el canto a la desesperanza. Mismamente, en el primer poema de García Lorca, en este libro Vuelta de paseo, vemos la presencia de la muerte, como símbolo, y el color amarillo, para plasmar esa imagen de palidez, igual que los elementos de la naturaleza, como los árboles de muñones sin pájaros, la juventud representada por el niño, o el cielo y la tierra como elementos en contraposición. Esto mismo nos encontramos ante el segundo texto (según algunos críticos con los que concuerdo, a pesar de que Rimbaud no les llegó a dar orden) de Iluminaciones, el cual comienza con ese mismo color amarillo de la palidez moribunda, introduce elementos de la naturaleza como los rosales, habla de una «pequeña muerta» como esa juventud. Las imágenes que desprende podrían ser escritas por García Lorca en su mismo Poeta en Nueva York, pues la temática es muy similar, en ambos escritores encontramos (para destacar) la enorme presencia del color negro, la naturaleza y la muerte, como puede ser el poema Muerte, de García Lorca, y Vidas, de Rimbaud, o el agua en Después del diluvio, de Rimbaud, o Niña ahogada en el pozo, de Federico. También la presencia de la visión de la ciudad como La aurora o Panorama ciego de Nueva York, de García Lorca, y Ciudad, Metropolitano o Ciudades, de Rimbaud. Finalmente, en esta comparativa, la visión del cielo coincide en ambos poetas, visible en su sentimiento acerca del cielo (cosa ya vista en el soneto Vocales, al cual, mediante el azul, Rimbaud le asigna el infinito), en Navidad en el Hudson o Cielo vivo, de Federico, con Guerra o Frases, de Rimbaud.

Así pues, en esta comparativa entre estos poetas malditos, pienso que el nacimiento del surrealismo se dio en los versos de Rimbaud, los cuales no podrían haberse llevado a cabo, quizás, sin la presencia del simbolismo de Baudelaire, ni este sin el cultismo de Góngora.

 

«Entre las formas que van hacia la sierpe
y las formas que buscan el cristal,
dejaré crecer mis cabellos.
Con el árbol de muñones que no canta
y el niño con el blanco rostro de huevo».

Federico García Lorca, en Vuelta de paseo.

 

Toda esta pequeña reflexión se ha gestado en la idea de las correspondencias de Baudelaire contagiada a Rimbaud y, en concreto, gracias a Paul Verlaine, por el que he hallado la relación del simbolismo con el barroco gongorino, ya que Verlaine, en su poema Laxitud, cita un verso de Góngora, «a batallas de amor, campo de plumas». Después, el interés e influencia de Verlaine en Baudelaire, ya que lo leyó e incluyó en Les Poètes maudits, comentando su obra y, por tanto, recibiendo su influjo. Esto, finalmente, me hizo ver la relación simbolista-culteranista que dio a luz a un surrealismo instrumental del que se sirvió Federico García Lorca y pudo forjar años atrás Arthur Rimbaud.

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