«La fantasía es la esencia de toda la escritura para niños, como creo que lo es para la escritura de cualquier tipo de libro, para cualquier acto creativo, y tal vez también para el acto de vivir.» Maurice Sendak (1928 – 2002)
Estas palabras del creador de Donde viven los monstruos me representan respecto a lo que aquí vamos a desarrollar: la fantasía es la catarsis del ser humano y de los problemas que le rodean. Por ello, El señor de los anillos es la gran novela fantástica, pues conjuga en un mismo genio toda la realidad hiriente que vivió y la fantasía más real que creó. El señor de los anillos no es solo una novela, es un mundo paralelo que ayuda a evadirte del nuestro, que, a veces, se pasa de real.
Voy avisando de que haré una relación histórica positivista entre El Señor de los anillos (a partir de ahora Esdla) y la Segunda Guerra Mundial con el objetivo de que sirva como recurso didáctico para una clase de historia de 4º de ESO.
No me gusta ser excluyente, pero me gustaría dejar claro que tanto los ultrafans de Tolkien, los historiadores con anteorejas de caballo y los profesores nada dinámicos pueden dejar de leer ya, porque lo que aquí se propone no les va a gustar y me van a poner a caer de un burro. Yo soy fan de Tolkien y quiero ser profesor de historia, y es por ello que busco la forma más amena de enseñar mi materia y, si para ello tengo que destripar un clásico, lo haré.
Antes de exponer la estructura básica del trabajo, he de decir que el hombre no puede desprenderse de las circunstancias o sucesos de su vida, y es en este sentido en el que ponemos en juego la primera premisa del trabajo: Tolkien, vivió una época tan compleja como apasionante. Además de sus idas y venidas religiosas, luchó en la Primera Guerra Mundial como fusilero de Lancanshire (los cenagales del Somme sin duda son la referencia de la Ciénaga de los muertos) y la segunda la vivió como padre de un piloto de la RAF condecorado por la batalla de Londres.

Partiendo de esta base, hay que recordar también que, cuando comienza la gran Segunda Guerra, Tolkien ya era profesor de universidad y estaba formado el grupo de los Inklings, su tertulia literaria. Por lo tanto, no es descabellado pensar que estaban al tanto de todo lo que pasaba a su alrededor.
Es por ello que la asociación, probablemente maniquea, Hitler – Sauron es más que clara, pero va más allá en el sentido de que Esdla narra las guerras del anillo en la tercera edad de los hombres que comienza con el error de no arrojar el anillo al Monte del Destino. Paralelamente, la Segunda Guerra Mundial se cimenta en las consecuencias de Versalles y el sudapollismo de los aliados ante la radicalización y rearme de Alemania en cuestión de un quincenio.
Es también clara la asociación de Saruman con el fascista de Mussolini. El baile de parejas aliándose nos recuerda un poco al Concilio de Elrond donde un elfo y un enano «aparcan sus diferencias» con un objetivo común como solamente es comparable a la alianza entre la URSS e Inglaterra cada cual con una ideología. Seguidamente comienzan las hostilidades y la ocupación sistemática de países centroeuropeos, lo que nos evoca un poco a lo sucesos del Folde Oeste.
La línea cronológica nos lleva hasta Stalingrado, donde fue frenado el nazismo, alegóricamente representado por los Ents, quienes entran en la guerra por la tala indiscriminada de árboles del bosque de Fangorn. Es decir, hay una relación causa-efecto que implica la intervención de la URSS en un conflicto que, a priori, no le interesaba demasiado. En este sentido cabe destacar el espíritu ecologista de Tolkien y la clara crítica al proceso representado en la Segunda Revolución Industrial o la «Industrialización para la muerte» de los primeros años del siglo XX.
Nos presentamos así en la recta final de 1943, y visualizamos la Conferencia de Teherán por la que EE. UU. intervendrá militarmente en la guerra por tierra… y, por supuesto, sí, su extrapolación es el desembarco de Normandía. Esta relación de dos hechos (conferencia más intervención), es una alegoría del encendido de las Almenaras de Amon Dîn y las posterior intervención de los Rohirrim en la batalla de los campos de Pelennor. Históricamente, dependiendo de tu ideología, esta batalla te supondrá el inicio de la derrota nazi, o no. Ahí no me meto.
Donde sí me meto, y ya para cerrar, es en que la guerra acabó en Berlín, en las puertas del enemigo, donde casualmente también acaban Aragorn y Gandalf con el resto de la compañía. ¿Casualidad? Yo lo llamaría circunstancias, realidad fantástica y grupo de personas que se juntaban alrededor de una mesa a fumar en pipa y hablar sobre literatura.
He de decir que esto era una actividad que he realizado con excelentes resultados y, lo que para unos puede ser vomitivo (comparar realidad con fantasía), para esos locos bajitos supuso un soplo de aire fresco para sacar más nota e irse al final del segundo trimestre diciendo que habían tenido un profe de historia friki, pero que les había enseñado de una forma muy original.
Chapó Paco, me ha encantado. 🙂