Imagen extraída de sfarad.es
Mercedes Monmany es una mujer que lleva desde los 20 años ligada a las letras y a la prensa. La lectura ha sido desde siempre una de sus grandes aficiones y trabajos y por ello a los 20 años ya ejercía de crítica literaria en suplementos culturales anteriores, incluso, a los de «el País». Actualmente ejerce de crítica literaria de libros de literatura extranjera y colabora con el «ABC Cultural», además de ser escritora y editora.
Mercedes coincide con muchos otros en que hoy en día ser crítico total de varios géneros: poesía, narrativa, teatro, ensayo… es mucho pedir, porque la producción en España es inmensa y hay que ser un poco sensato y humilde y especializarse en un único género. Con esto no quiere decir que no lea poesía o vaya al teatro, sino que ella es crítica únicamente de narrativa. Por narrativa entendemos en este caso novela y teatro, pero también ensayo. Muchos de sus ensayos publicados recientemente, sin hacer referencia a ensayos políticos porque, como ella misma nos dice, no es politóloga y no podría escribir sobre ello, están relacionados con la literatura y, de vez en cuando, realiza criticas de ensayos sobre la literatura que le interesa.
¿Cómo de influyente es la crítica? Esta es la pregunta del millón, persistente entre los propios críticos. Ella misma reconoce haber mantenido este debate alguna vez con amigos suyos, también críticos, como el francés hijo del escritor Jerome Landon. Este editor descubridor del Nouveau roman, que escribe en suplementos franceses como «literasion», opina que una crítica en sí sola no hace nada sin el «run run ambiental», es decir, un libro necesita contar con el soporte de cuatro críticas favorables o blogs (porque ahora las redes también tienen su peso). La crítica no es un caso aislado, ayuda junto con el boca-oreja o la recomendación de otros lectores y de libreros, a los que no hay que olvidar ya que hoy en día muchas librerías tienen unas herramientas muy importantes como lo son las páginas webs, donde encontramos tanto recomendaciones como listas de la literatura más vendida. Además, hay programas de radio, aunque pocos, o de televisión, escasos en España, que ayudan.
Mercedes no considera que las obras deban adaptarse a las normas del género al que pertenecen, y lo dice firmemente porque viene de una generación que, nos explica, ha leído vorazmente diversos géneros desde todas las perspectivas, del género más experimental, por el cual tiene mucho respeto como «el Ulysses» de Joyce, a lecturas realistas, pues le gusta mucho Balzac. Le gustan también otros géneros como la parodia, la ironía ensayística y otros géneros intertextuales en los que no tiene del todo claro que sea narrativos, por sus reflexiones.
En definitiva, Mercedes defiende la calidad literaria por encima del género. Cualquier reinterpretación, experimentación o mezcla le parece estupenda siempre que sea rigurosa. Mercedes combina varios papeles dentro de la industria literaria que se complementan, como decíamos al principio. Dentro de la crítica, ella defiende sobre cualquiera la crítica periodística, pues piensa que a través de ella te ves obligado a aprehender síntesis; distinta es la crítica académica en la que te dan un papel, te ofrecen colaborar para una revista y no tienes límites; en el periódico esa educación es práctica de síntesis; para los escritores que no están acostumbrados a esta tarea, cuando les toca realizar una crítica periodística, les supone mucho esfuerzo y concentración.
En resumen, para Monmany los géneros literario, según nos explica, son cosas consustanciales a cada uno, a su pasión cuando se tiene el impulso de escribir. Nos habla también de un lamento generalizado: se escribe poco teatro, cuando en el s.XIX si no escribías teatro, no eras nadie. Un ejemplo claro de que los géneros cambian; hoy en día, es la novela el género dominante. La poesía, por ejemplo, siempre queda en esa reserva espiritual, pues hay pocos lectores de ella aunque, en este caso y no nos engañemos, siempre ha sido así, según opina Mercedes. Los lectores, los pocos que aún leen en el metro, leen novela, no poesía. Aún así, siempre ha existido ese prestigio con los mejores poetas que cada país tiene.