¿Dónde está lo interminable?

¿Dónde está lo interminable?

Como dos realidades vistas a simple vista, abrigadas con gabardinas impermeables, murmuran silencios que detienen el pensamiento más intuitivo. Ansiedad y depresión como parte de un pasado dialoga con la esencia única encontrada en un destello de luz desviada a la pupila. La vida es la forma interminable de la muerte, tiene que haber últimos suspiros para que exista todo en este momento: ¿acaso un árbol deja de ser árbol por el mero hecho de pensar que cada minuto que pasa está más cercano a su muerte? ¿No es la necesidad de no respirar lo que hace que nazcan otras energías? La muerte abona la vida y viceversa. No hay vida sin muerte. El ciclo esencial de todo en cuanto conocemos y desconocemos; vivimos y sentimos, no es otro que la esencia misma que llevamos cada diminuto ser, mirado al microscopio, al poder interactuar con el espacio que nos rodea para así poder dejar nuestra semilla y terminan este ciclo que es tan real como el día y la noche. «Todo lo que cambia es inmutable», continúa diciendo el presente al pasado, al cuál éste responde: «ya pero estoy intentando buscar esa cosa que nunca se deshace o termina de ser lo que es». 

«Muy bien, ¿acaso el conjunto de seres humanos deja de serlo si uno fallece? ¿Acaso dejamos de ser Personas? Mas bien somos personas por el mero hecho de morir para dar vida, el ser humano va a seguir siendo él mismo como cosa infinita hasta que se convierta en algo, en cuestión individual, donde esa ecuación se vea desajustada por la falta de lo infinito; todo lo que pueda morir o transformarse y siga siendo él mismo,  es la esencia de lo interminable. Lo único.»

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