Solóviev: un eructo artístico

(Imagen extraída de «www.experienciamercedes.com»)

 

Soy un joven contribuyente al mundo artístico actual, y como tal, intento informarme de cada cosilla y llevar a reflexión las nuevas obras que los artistas que a mí me gustan van mostrando. He de decir que una de las razones por las que yo retomé el dibujo fue la figura de Albert Solóviev. Era un adolescente de 15 años y el arquetipo de artista dolido, herido, sensible y reflexivo a mí me compraba. Pero una de las cosas que más claras tengo es que odio el excesivo postureo juvenil que hay acerca del mundo del arte. Me explico: el postureta cree tener conocimientos de dibujo por conocer (en Instagram) a artistas como el nombrado Solóviev o Gabriel Moreno. Su idea del arte se levanta sobre la universalidad indiscutible y más democrática. El arte debe cambiar ideas, mover el mundo y hacer sentir. «Si una obra de arte no cambia algo en ti, es que no era arte o que no has sabido verla», es uno de los lemas que más repiten. Como si no existieran gustos distintos o diferentes grados de formación artística. El simplismo es tremendo. Si a uno no le gusta o no entiende la obra de Lluís Estopiñán, ¿es que no es arte? ¿O uno es un inculto?

(Imagen extraída de «https://albertsoloviev.bigcartel.com»)

Retomando el hilo, que me voy por las ramas… Albert es un postureta total. Si bien no se reconoce del todo como un artista (o eso nos dice en Instagram), sí que en cada descripción nos cuenta cómo cada día siente más presión por dibujar. Cae en el arquetipo más pobre que existe aplicado al pintor: un halo melancólico envuelve su figura allá por donde va. Pareciese que una nube gris anunciadora de chubasco se moviese tras él continuamente, fuera donde fuera. En muchas publicaciones podemos leer que «lo ve todo negro», que «no entiende su propio trabajo» o que sufre de «bloqueos creativos». Pero Albert no es tonto. Él sabe que lleva 10 años pintando a la misma chica. Sabe que lleva 10 años haciendo el mismo dibujo y nunca lo acaba. Él sabe que no sabe hacer otra cosa que no sean grafitos suaves con ligeros toques de color. Me puedo meter en la boca que lo haga a propósito si su intención es transmitir la inestabilidad y la fragilidad, pero a la hora de tragar me recuerdo que es tan sumamente fácil distinguir el gesto artístico dominado del gesto artístico torpe, que se me hace una bola en la garganta. Este dibujante (o ilustrador) no es lo que era. La frasecita cliché tenía que caer, sí, era inevitable, pero hasta él sabe y admite que su trabajo ahora no es ni la mitad de bueno que el de hace unos años. Yo diría que su decadencia empezó cuando se abrió esa extrañísima cuenta de zapatillas deportivas. Ese halo de melancolía falsa e hipócrita le produce náuseas hasta al que cae en la falacia de «si no conoces su vida privada no te atrevas a juzgarlo», porque tanta lágrima de cocodrilo le ha hecho acabar con el agua al cuello.

(Imagen extraída de «https://albertsoloviev.bigcartel.com»)

Si bien sabemos que el periodismo está corrupto en el preciso momento en que el periodista se convierte en noticia, creo personalmente que el artista está corrupto cuando se habla más de sus palabras y discursos que de su obra (o, lo que es lo mismo, se habla más de su vida privada). Y desde hace unos meses a Albert se le conoce más por su faceta (de aliado) feminista de pub indie adolescente que por sus dibujos recientes, cosa que gusta mucho a esas adolescentes que admiran sus publicaciones como si fuese el único artista del mundo. Ha repetido sus mismos recursos hasta la saciedad, lo que me hace pensar que, si antes se repetía más que el ajo, ahora está un paso por delante. Es ese eructo que expulsas a las 12 de la mañana con sabor al kebab que te comiste la madrugada del día anterior. Albert, ¿dónde quedaron tus ratas, tus máscaras y tus juegos de espacios dentro del cuerpo de tu modelo? ¿Qué hace un artista debatiendo públicamente con cuatro monos sobre cuestiones judiciales, políticas e ideológicas? Por supuesto que puede dar su opinión de las cosas, pero lo que está consiguiendo es que se hable más de él por eso que por su trabajo. Por favor, Solóviev, no dejes que tu estilo se diluya en un mar de doctrinas, de chácharas y que tú mismo has llenado con tus lágrimas de cocodrilo, porque sólo consigues discusiones, cortinas de humo que tapan lo verdaderamente importante y bueno de ti. Mi consejo, que puedo ser muy joven pero no soy muy tonto, y de esto algo sé porque me he metido en muchos líos, es: si te interesa la condición de la mujer y los problemas que la envuelven en la sociedad, dedícate a contarlo pintando, que es lo que se te da bien y nos enamoró en un comienzo y un desarrollo, porque con 4 lecciones de moral al día en formato tuit no sólo no cambias la mentalidad del lector, sino que directamente lo metes en una trinchera que continuamente bombardeas con napalm. O lo que es lo mismo, te posicionas en un bando muy marcado, sabiendo que tienes la aceptación de un grueso del público, a la misma vez que eres consciente de que la otra mitad dejará de tener el más mínimo interés en tus dibujos por culpa de tus palabras. Parece mentira que sepas qué tipo de gente tenemos en este país.

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