Silenciada

Imagen extraída de sarahkedzior.wordpress.com

Tras la viral performance de Banksy, en la que «destruía» una obra suya después de ser vendida por una millonada como forma de crítica al mercado, podemos concluir que este acto podría haber encontrado su hueco en la historia del arte. Independientemente de su falsa condición de artista reivindicativo, Banksy lanza mensajes en sus obras que son pueriles como ningunos otros, a saber: «las flores como armas para la paz», «la guerra es mala porque mueren inocentes», «la policía puede actuar de forma represiva» o «el capitalismo mueve dinero».

(Imagen extraída del Diario AS)

Si ya el postureo de artista callejero y anónimo me produce bastante pudor, no hablemos de si este es más falso que un tomate de color azul, pues Banksy hace mucho que echó raíces en ese mercado elitista y capitalista que tanto critica y se revuelca encantado entre sus abundantes fajos de billetes. Sin entrar en conspiranoias acerca de lo que pudo ser (o no) un chanchullo con la casa de subastas, poco o nada se ha hablado de un hecho que sí es de monumental relevancia para el mundo del arte. En ese mismo evento, Jenny Saville vendía su obra «Propped», con la que se convertía en la artista viva más cotizada.

 

(Imagen extraída de dazeddigital.com)

Y es sorprendente que esto haya quedado silenciado. Muy poca gente, incluso dentro de la propia Facultad de Bellas Artes, conoce a Jenny Saville, cuando es sin lugar a dudas la artista viva con más talento. Algo similar ocurre con Lita Cabellut (la artista española más cotizada), a la que tampoco conoce nadie. Y esta subasta era la oportunidad de oro para que la figura de la mujer diera otro paso más al frente encarnado en la mejor pintora del planeta, con un cuadro perteneciente a un mundo interior, el suyo, en el que trata fundamentalmente la condición femenina contemporánea. La pintura de Jenny Saville es profundamente violenta, es un análisis y una recreación en la carne lastimada, fundamentada en la fotografía de operaciones estéticas fallidas, enfermedades congénitas y la ruptura de la barrera entre los sexos y géneros, pero desde una perspectiva no morbosa y grotesca, sino honesta, fiel a la realidad. Jenny Saville nos muestra la violencia a la que la estética femenina ha sido sometida en este siglo y muestra la otra cara de la moneda, reivindicando que la estética tiene muchas más caras que la belleza extendida. Las mujeres de Saville se muestran fuertes, indoloras en su propio dolor y a pesar de las deformaciones producidas por la obesidad mórbida. Es un mensaje de conciencia acerca del propio cuerpo y su exaltación a pesar de sus defectos estéticos, es un mensaje de normalización de lo que no es considerado normal y un ensayo sobre lo que rodea al mundo femenino, como la maternidad, los cánones sexuales o la carnificación exhibicionista. Jenny Saville recoge el veneno que sueltan los estereotipos y lo usa como jarabe para las actitudes siniestras ante lo raro, lo morboso y lo deforme, demostrando todas las posibilidades que ofrece la carne humana. Porque eso es lo que interesa a la artista: la maleabilidad de la carne para ser reemplazada, estirada, contraída, rasgada y manida.

(Imagen extraída de mathertudor.com)

Sin lugar a dudas, Jenny Saville es la gran artista de nuestro siglo. Y no puede producirme más rabia, como amante del arte en su sentido más poético, filosófico o histórico, que su silenciación por culpa de un gesto, deliberado o no, que es tan infantil como hipócrita, banal, simple y sencillote. No porque tenga poco interés performativo (porque destruir una obra sigue teniendo su encanto) sino porque se ha hecho muchas veces antes. La obra no ha sido destrozada, sino modificada, y así lo demuestra su subida de precio, con el consiguiente discursito respaldador que supuestamente acompaña a esta nueva pieza resultante: «resaltar la hipocresía del capitalismo, sistema por el que hasta lo que parece no tener valor, puede llegar a tener mucho». Pero no nos engañemos, esto es pura palabrería, porque aunque la crítica al mercado es válida, aceptable y coherente, no lo es quien la envía, pues Banksy es el propio mercado y, lejos de conseguir despertar la concienciación del público, tal y como esperaba, lo que ha conseguido es que su nombre esté en la boca de cada uno de nosotros, sea para ser criticado o para ser alabado.

 

 

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