Cuatro poemas para las Brigadas Internacionales

Hablando de la memoria, no podíamos dejar pasar un hecho reciente de nuestra historia como es la guerra civil. Más concretamente en el aspecto relacionado con las Brigadas Internacionales y aún más específico, con la literatura que las circunda. Para ello, debemos fijarnos en qué supuso la llegada de los brigadistas a nuestra tierra. Sin duda fue un hecho sin precedentes en la historia, ya que alianzas entre países durante la historia ha habido desde que existen los intereses. Pero justamente, esto, es lo que hace a la llegada de los brigadistas un hecho para sentirse orgulloso de ser humano, porque desinteresadamente llegaron desde muy lejos, como dice el poema de Rafael Alberti, para combatir al ejército franquista. Además del altruismo y la empatía de los brigadista debemos añadir las trabas que los gobiernos respectivos ponían llegando incluso a ser ilegal el partir hacia la guerra como en el caso inglés, lo que no impidió que casi 2.000 británicos partieran hacia aquí. En este sentido el problema histórico, radica en el comité de no intervención que tanto Francia e Inglaterra acataron y que tanto Alemania e Italia torearon.

Recuerdo cuando expliqué este tema en la ESO pregunté al alza que cuántos de los allí presentes viajarían a cualquier país en guerra actual para defender unos ideales. El mismo número de estudiantes que levantaron la mano, fue el mismo que la hubieran levantado en mi época. 0. Es por ello que antes de la explicación, precisamos hablar de las fuerzas ideológicas de la primera mitad del XX que son las que coinciden con las guerras mundiales. En este sentido, una vez escuché a Almudena Grandes decir que un panadero de los años 30 tenía más conciencia política que el líder de los sindicatos actuales. Y creo que razón no le falta. Solamente así, hablando de la conciencia política, podemos entender (y hacer entender) la llegada de los y las brigadistas, quienes en muchos casos no eran más que agricultores, mineros, etcétera, que en definitiva personas no habían cogido un fusil en su vida y que ya solo por el mero hecho de decidirse a venir, para mí, merecen todos los respetos.

La conciencia política de la que se habla es la que impregnaba la sociedad española de los años 30. Nuestra segunda generación de oro literaria se sumó al carro ideológico y se posicionó en la contienda. El primer caso que ponemos en la mesa es Rafael Alberti, ya sabéis, el comunista de las checas, el que mandó matar a Muñoz Seca (y otros tantos epítetos dignos de Intereconomía). Alberti escribió un poema precioso en 1937 para una de tantas publicaciones que servían como altavoz del frente. De todas las estrofas, destacamos esta:

(…)De este país, del otro, del grande, del pequeño,
del que apenas si al alma da un calor desvaído,
con las mismas raíces que tiene un mismo sueño,
sencillamente anónimos y hablando habéis venido(…)

Esas mismas raíces: aniquilar el fascismo, sencillamente anónimos: porque no todos fueron Tito el yugoslavo, ni Orwell, ni Hemingway. Por supuesto, cuando habla de este país, o del otro, nos habla de las, al menos, 30 nacionalidades diferentes de los brigadistas como el japonés Shirai, el afroamericano Oliver Law, fallecido en Brunete o Mika Etchebére, la Capitana argentina, que dirigía una columna del POUM (según la historiadora austriaca Renée Lugschitz).

Siguiendo nuestra mini antología hemos de pararnos ante Luis Cernuda de quien se cuenta que leyendo sus poemas en el exilio, en una de las universidades americanas, un superviviente de la Brigada Lincoln se le acercó al final de la ponencia para charlar con él. Tan emotiva fue la conversación que esa misma noche Cernuda redactó un poema del que rescatamos los siguientes versos:

(…)Gracias, compañero, gracias
por el ejemplo. Gracias por que me dices
que el hombre es noble.
Nada importa que tan pocos lo sean:
Uno, uno tan sólo basta
como testigo irrefutable
de toda la nobleza humana(…)

De este poema destacamos el ejemplo. Ejemplo de altura humana, empatía y altruismo, porque debemos recordar que Franco también contó con sus brigadas internacionales, pero a estas, las movía el poderoso caballero como diría Quevedo. No podíamos continuar, (y menos siendo yo quien escribe esto,) sin mencionar al poeta del pueblo al que también en, viento del pueblo, se le escaparon unos versos para los brigadistas caídos:

(…)A través de tus huesos irán los olivares
desplegando en la tierra sus más férreas raíces,
abrazando a los hombres universal, fielmente(…)

Esos huesos que enterraron son los de Pablo de la Torriente, entre otros, comisario brigadista cubano que sacó a Miguel Hernández de cavar trincheras para ponerle al frente del comisariado cultural de su brigada. Pablo caerá en Majadahonda en diciembre del 36 y por ello Hernández le dedicará la elegía segunda. Por último y ya para cerrar, lo haremos con el discurso de despedida de las Brigadas en la Diagonal de Barcelona un octubre de 1937 a cargo de Dolores Ibárruri, la Pasionaria, quien habló así al mundo:

(…)Podéis marcharos orgullosos. Sois la historia, sois la leyenda, sois el ejemplo heroico de la solidaridad(…)

Esa historia, que hoy rescato para nuestra revista, es la que no debemos olvidar aunque nos llamen carcas y digan que estamos anclados en las batallitas del abuelo. Quizá sea cierto, pero puede ser porque nuestros abuelos vivieron una época de solidaridad y compromiso que hoy, sencillamente, desconocemos. Cuatro estrofas de poemas hemos puesto hoy aquí y cuatro palabras son las que definen la participación de las Brigadas Internacionales; Solidaridad, ejemplo, universalidad y memoria.

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