Deseo y amor en ‘El Rayo que no cesa’

Queridos enplanculters este mes deseamos fuerte, y como no podía ser de otra manera desde nuestro alminar cultural compartimos deseosos nuestras letras con vosotros. En el artículo de hoy nos ocuparemos del deseo carnal y sexual, pero a través de la obra de Miguel Hernández, quien de amar y desear parece que tuvo experiencias traumáticas. Como ya hablamos en el mes de mayo en el artículo de la mujer en la obra hernandiana, la obra del poeta no se entiende sin una suerte de nombres femeninos; María Cegarra, Concepción Gilabert, Carmen la calabacica, Maruja Mallo y Josefina Manresa. Todas ellas de una forma u otra influyeron en su obra. Hoy aquí nos centramos en Maruja y Josefina.

Para establecer un marco cronológico, que tanto nos gustan a los historiadores, nos moveremos en el lustro comprendido entre 1931-1936. Exactamente en la época de sus viajes a la capital y su lucha titánica por hacerse un hueco entre el mundo literario de aquel agitado Madrid.

La figura de Miguel Hernández, además de un claro compromiso con unas ideas que defendió hasta la muerte, también nos llega a lo más hondo de nuestros corazones porque en su evolución literaria lo vemos sufrir, amar, enfadarse, venirse arriba o caerse con todo el equipo como suele decirse. Por desconocimiento de otros autores o por personalidad, al menos con Miguel conocemos sus indecisiones en el terreno de Cupido gracias a su prolífica correspondencia (no será la primera vez que me leáis defender que el Miguel más auténtico es el de la epístolas). Esto, junto con la revolución que supondría para un chaval de 21 años salir de un pueblo y recalar en una Metrópoli como la capital, nos lleva a una ecuación simple;

  • Sotanas + ruralismo + amigo filofascista como Sijé = Perito en lunas
  • Tertulias + ciudad + amigo comunista como Neruda = El rayo que no cesa

Por ejemplificar, es como si a una persona, virgen musicalmente, le sientas y durante una hora le pone intercaladamente Daddy Yanki y AC/DC. Está claro que al final se decantará por uno de los dos. En este sentido, el papel de amor y del deseo se erigen como enemigos. Por un lado, tenemos el amor bucólico, casto, rural, personificado en Josefina; y por otro, tenemos el deseo sexual, carnal, frenético y salvaje personificado en Maruja. Su reflejo lo vemos en los siguientes versos:

Te me mueres de casta y de sencilla:
estoy convicto amor, estoy confeso
de que, raptor intrépido de un beso,
yo te libé la flor de la mejilla

En contraposición a:

Coloco relicarios de mi especie
a tu talón mordiente, a tu pisada
y siempre a tu pisada me adelanto
para que tu impasible pie desprecie
todo el amor que hacia tu pie levanto

Adivinen a quién pertenece cada una. Ambas estrofas están sacadas de poemas pertenecientes El rayo que no cesa. Como podéis comprobar, nos referimos al mismo hecho de desear, pero, a dos mujeres diferente de forma diferente. Por su parte, Maruja era mayor que Miguel y sabía que lo suyo era algo pasajero (como refleja la viñeta del cómic). Para la gallega, el poeta era uno más, y ella misma lo declaró en una entrevista en 1989: “he jodido tanto y conocido a tanta gente que ya se me amontonan un poco en la memoria”. Una respuesta genuina a una pregunta que bien podía haberla formulado Pablo Motos. Además, conocemos la escorrentía carnal gracias al testimonio de Cela (sacado de la biografía del poeta que escribió maestramente José Luis Ferris) que los veía meterse mano debajo de un puente en algunas de sus escapadas a la montaña.

La voz que no cesa,  Editorial Astiberri, 2014

Por su parte, con Josefina Manresa, nos han hecho ver que fue un amor idílico, cuando lo cierto es que siendo novios se distanciaron más de una vez y que el 9 de marzo de 1937 se casó una pareja prácticamente desconocida. Prueba de ello son las ya comentadas cartas donde se aprecia la presión a la que Miguel estaba sometido por parte de Josefina y que él mismo se metía para encontrar rápido un futuro para ambos.

Sin más, apostillamos la importancia de El rayo que no cesa como obra cumbre de la revolución de Mallo*, la importancia del amor y del deseo en la obra de un poeta más caracterizado por morir por la guerra, el uso maestramente de alegorías usando elementos imperecederos e hirientes (rayo, acento, barro, cuchillo) y por supuesto la influencia de esta obra precursora en cantautores apesadumbrados por el amor como Álex Ubago, Pablo Alborán o Malú.

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