Espronceda y la libertad

Una vez ya liberados los jefazos de sus exámenes, nos dijeron que teníamos libertad para hablar en este número sobre eso: la libertad.

Antes de soltar la retahíla histórica, es imprescindible comentar qué es la libertad: esa palabra que llena la boca de tanta gente y que muchos no sabemos definir. Una palabra que ha sido bandera de ideologías contrapuestas y que ha causado tantos muertos en la historia. Una palabra, que, de lo que estoy seguro, bajo mi humilde definición, tiene el aspecto que le dio Delacroix en base a estos versos de Espronceda:

[…] que es mi barco mi tesoro,

que es mi dios la libertad,

mi ley, la fuerza y el viento,

mi única patria la mar. […]

Hecha esta introducción, hablaremos de Espronceda y el contexto histórico, lo que nos lleva irremediablemente a hablar del Romanticismo y, cómo no, de la libertad.

Espronceda nace en 1808, un par de meses antes de que dé comienzo la Guerra de Independencia, la guerra de todos los españoles, por la que todos hubiéramos muerto o, en otras palabras, la guerra por la libertad contra Francia; y del estancamiento también, pero eso es otro tema.

Además de su prolífica obra poética y teatral, rescatamos para este artículo el ensayo Libertad, igualdad y fraternidad que se publicó en 1836, donde aborda y expone sus convicciones liberales. Asegura que el siglo XVIII es el siglo de levantarse y destruir las tiranías, aunque posteriormente comenta que su siglo, el XIX, es con el que comienza la progresión. Desde la perspectiva de nuestro siglo hay que decirle a Espronceda que es su siglo el de las revoluciones, en el que da comienzo la Revolución por antonomasia (la francesa), y que será el XX el de las transformaciones.

La vida de Espronceda está marcada por una fuerte conducta rebelde y liberal desde que ingresa en la academia del Mirto, sufriendo desde entonces un periplo de destierros. En sus estancias fuera de España, le llevaron a coger un fusil en la Francia de 1830 y marcaron su razón ideológica, plasmando en sus poemas una descripción del mundo en el que vive y cuyos protagonistas llevan hasta el límite el ideal de libertad que defienden. Véase el caso de la Canción del pirata: un ser humano que no se ata a ningún gobierno y que su patria es el extenso mar, donde impera la libertad. También, en el Reo de muerte, la agonía del momento previo a la ejecución conduce a desear un rápido camino a la libertad. El Poema a la muerte de Torrijos, fusilado en la costa de Málaga por un fallido pronunciamiento, hace hincapié en la palabra “libertad”, por la que Torrijos y sus hombres murieron o, al menos, ésa era la intención con la que Sagasta pidió la pintura a Gisbert.

Retomando la importancia del contexto, hemos de recordar la conflictividad a nivel nacional y europea del siglo XIX. Durante la vida de Espronceda, presenciamos la Guerra de Independencia, que, como ya hemos dicho, era la guerra de liberar España contra la perfidia francesa; el pronunciamiento de Riego, que dará lugar al Trienio Liberal y la vuelta al absolutismo de Fernando VII con la intervención de los Cien Mil hijos de San Luís, volviendo a un régimen de no libertad. Durante el siglo XIX, se produce una dicotomía continua entre libertad-no libertad.

Pero seguimos avanzando cronológicamente y nos presentamos en la década de los 30, con las guerras carlistas, donde los isabelinos, encabezados por el liberal Espartero, lucharán contra los partidarios de Carlos María Isidro. Fuera de nuestras fronteras, no podemos dejar de recodar la revolución francesa de 1830, la que pintó Delacroix, y la guerra de independencia griega, donde murió Lord Byron defendiendo la libertad helena frente a los turcos.

En conclusión, el genio romántico se puede apreciar en toda la obra de Espronceda, donde la palabra “libertad” resuena como un mantra en sus escritos. La palabra, para nuestro autor, es un modo de vida. La porta hasta la extenuación, aunque, por ello, sea desterrado en diferentes ocasiones, no por ello dejando de enarbolar una bandera que, hoy, muchos no sabemos el aspecto que tiene. No porque no tengamos libertad, sino por la dificultad de definirla.

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