Ars photographica I

Hablemos de la fotografía en sí y de sus diferentes tipos, del efecto que cada uno tiene, de cómo hay que componer las imágenes si se quiere que la fotografía sea bella, también de cuántas y de qué tipo son sus partes y de las restantes cosas que son propias de la misma investigación, comenzando inicialmente, como es natural, por el principio.

– Ar1stót3l3s, estudia filosofía en la UCM y hace fotos con su iPhone

Introducción:

Al modo de las novelas por entregas me gustaría ir publicando mi visión sobre la fotografía. Este primer capítulo sirve de breve introducción y en él plantearé mi visión general sobre la fotografía. Posiblemente matice estas palabras más adelante.

Spoiler: No esperes lecciones sobre velocidad de obturación, la hora azul o la regla de los tercios. Para esas gilipolleces te recomiendo una exhaustiva búsqueda en google de treinta segundos. O que me invites a una cerveza.

La cosa:

La fotografía no es honesta. Lo siento, chicos, pero os han engañado y una imagen no vale más que mil palabras. Hacer fotografías es decidir, decidir qué entra en el encuadre y qué no, decidir desde qué ángulo tomas la foto, decidir si vas a usar blanco y negro o color y cómo vas a tratar el color, decidir cómo vas a revelar las fotos… Decisiones que, a fin de cuentas, te distancian de la verdad de lo sucedido frente a la cámara. Y es que este es otro problema, capturas lo que hay delante de la cámara pero, ¿y lo que hay detrás? ¿y a un lado? ¿y dentro?

Claro que esto nos lleva a otra cuestión, ¿acaso la fotografía implica una búsqueda de la verdad? Yo creo que no o, al menos, no necesariamente. La foto es una búsqueda de la belleza radical de la realidad misma, una imitación tan pura de lo real que supone su abstracción y nos lleva a la belleza desnuda del mundo.

La fotografía no es un arte, o al menos no de la forma en que el gran público entiende el concepto de arte. Este no es el lugar para deciros que sois unos posturitas románticos; para mi está más relacionado con la concepción de Aristóteles. Él, si no le he leído mal, defendía que el fundamento del arte eran el conocimiento y la capacidad del artista/artesano para aplicarlo y morirse de frío.

Así, de la misma forma que el herrero trabaja el hierro, nosotros trabajamos el momento. Cada momento es capturado y trabajado en la soledad del estudio de revelado para poder ser usado, reproducido, expuesto o visionado en un momento posterior para su rememoramiento. Puede que no podamos alcanzar la categoría de un producto parido por el regalo caprichoso del dios Inspiración pero da igual. Prefiero mil veces producir la sensación de un producto bien trabajado, como cuando un orfebre expone sus vasijas, al efímero y vacuo extasiamiento del «alto arte».

No soy un dios. No soy un artista. Soy un artesano y busco la paz de espíritu que proporciona el trabajo de la mano y el agradecimiento sincero de quien no esperaba un producto tan bien acabado.

Pueden parecer aspiraciones humildes pero piensa en lo que sientes al morder una hogaza de panadero, al tocar un botijo hecho a mano o la satisfacción de sostener una espada que ha hecho con sus propias manos el herrero que te mira sopesarla. Bueno, la verdad es que esto último es complicado si no te llamas Aragorn.

PD: No soy tan listo como para haber pensado todo esto yo solo. La mayoría de estas ideas las he sacado de la Poética de Aristóteles, de la Epístola a los Pisones de Horacio, del libro Historia general de la fotografía coordinado por Marie-Loup Sougez, del libraco La fotografía de Mark Durden y de Sobre la fotografía de Susan Sontag (aunque discrepo en casi todo con ella).

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