Margaritas para los cerdos: El gato garabato

«No deis a los perros lo que es santo, no echéis vuestras margaritas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, os despedacen» (Mateo,7:6).

Tomado de una cita bíblica, la frase se acuñó en las gentes de casi toda la península con el significado de ‘no dar lo mejor de nosotros mismos a aquellos que no lo merezcan, pues no lo apreciaran’. [Nota pedante: sí, ya lo sabemos, tranquilo, relaja el teclado en los comentarios. ¡Eh, soo! En efecto, se trata de una mala traducción de la palabra griega margaron, que significa literalmente ‘perla’].

Reflexionando sobre el tema, parece que aquellos autores consagrados por la fama siempre fueron así: perfectos. ¡Ja! Nada más lejos de la realidad. Todos tenemos nuestros comienzos, y al igual que nos pasa a muchos, no son buenos; no por falta de talento ni incluso por falta de formación, sino porque aún no hemos encontrado nuestra voz poética, nuestra musa para escribir, nuestra agilidad con la pluma, nuestra esencia, nuestra… bueno, eso.

Mas hoy, lejos de ser un primer esbozo de una futura voz poética, hay quien también desestima a claros poetas como la copa de un pino sólo por, quizá, considerar su poesía o parte de ella menor, sin importancia y sin más mensaje que un texto simple. También estamos aquí para desmentir eso.

*Para evitar prejuicios, el nombre del autor no aparecerá, pero cualquiera que lo busque sabrá quién es.

El Gato Garabato

-¿Qué es eso que tienes, Gato Garabato?
-Esto es un juguete muy barato.
Es un cohete-juguete,
que me lleva a la Luna en un periquete.
-¿Qué es un periquete?
-Un periquete es…¡Un momento!
 
Dijo un momento y se lo llevó el viento
como a María Sarmiento.
 
…El Garabato
en su cohete barato
surca el espacio.
El gato Garabato
aluniza despacio.
 
El Gato Garabato no se encuentra nada en la Luna.
 
GATO: Un volcán que no funciona,
y ni una sola persona.
 
No hay tejados en la Luna,
y yo soy gato.
No hay poetas en la Luna,
y yo soy gato.
No hay sardinas en la Luna,
y yo soy gato.
No hay ratones en la Luna,
y yo soy gato,
aquí no tengo nada que hacer,
este astrofio me extraña,
me vuelvo a España.
 
Y en su cohete-juguete
raudo como una centella,
regateando a una estrella,
-el gato regateando-.
Más veloz que en un avión,
regresa a su población.
 
GATO: ¡Hola chicos!
¡Viva el arte!
Como en “casita”,
en ningún parte.
 ¿Por qué una margarita?
Como es evidente, el ritmo y el tono revelan que se trata de una poesía infantil, pero lejos de contar algo poco sustancial, la autora aporta una realidad agridulce para cualquier niño.

Con la pregunta primera toma la voz curiosa de la infancia que habla con un animal muy habitual en la fábulas: un gato. Éste, contento, responde algo que no debe pasar desapercibido: «un juguete muy barato». Claro, hoy en día un niño va pegado a su tablet, pero hasta no hace mucho cualquiera que saliera a la calle a jugar con su amigos tenía que darle mil vueltas a la inventiva para usar una ramita de varita o una lata de balón de fútbol. Sin duda, la autora tiene muy presente esto. No hay nada más democrático que un parque, donde sin importar que tuviese cada uno en casa, lo más preciado era la imaginación y las ganas de hacer amigos de toda la vida que durasen sólo unas horas. ¡Todos con los «juguetes baratos» parecían decir! Esta realidad parece estar diluyéndose… Ahora las diferencias quedan claras: si no tienes la maquinita, no puedes jugar.

¿Quién no ha querido ser un astronauta de pequeño? Volar a la Luna y luchar contra extraterrestres mientras vivíamos aventuras espaciales. Pues lo mismo quiere el Gato, identificándonos con un personaje fácil de recordar. Sin tardar demasiado, se topa con que la Luna no era tal y cómo se la esperaba, encontrándose con una tierra yerma, inerte. Todo lo que le hacía feliz, lo que le hacía ser «gato», no estaba, no había nada: ni tejados, ni sardinas, ni ratones… ni poetas. ¿Poetas? ¡Por su puesto! Entre cosas ta esenciales, la poesía se sitúa como un elemento de primer orden; la autora lo tiene claro: tan importante es comer como lo es la poesía (Mente sana in corpore sano?).

Y sin dudarlo, vuelve a su casa. El gato ha aprendido que no hay mejor lugar como el hogar, recordándoos esta famosa frase del final de El mago de Oz. Y no sólo para niños, pues quien sino aquellos que, por los infortunios que está pasando esa «España» que nombra el Gato, se tuvieron que marchar muy lejos, en busca de alcanzar la Luna pensando que era el Sol, en busca de un hogar que ya no encuentran aquí. Quizá España se haya convertido en la Luna con la que se encuentra el Gato…

No cabe duda de que la autora de este poema infantil traducía temas tan complejos como el del «hogar» de una manera sublime y enriquecedora… pese a que algunos no sean capaces de concebirla como una gran poeta. ¿Por qué una margarita? Porque incluso la poesía para los pequeños tienen que enseñarnos y recordarnos algo a los adultos.


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