Amor erótico

Ilustración de Frida Castelli

El eufemismo de la literatura erótica: lo que los directores de marketing no te quieren contar

Duele que te digan las verdades a la cara. Sobre todo cuando suelen sentar como un jarrón de agua fría en plena ola de frío. Sí. Duele. Pero a veces las verdades son necesarias. Y yo vengo a contarte la Gran Verdad —así, como si fuese una revelación—: el marketing editorial os lleva engañando mucho tiempo. 

El equipo de marketing, junto con el equipo de contabilidad de las diferentes editoriales no te lo quieren contar, pero es un secreto a voces. Las ganancias que obtienen con la literatura erótica es mínima. Así, como lo oyes. La literatura erótica no vende. La literatura erótica no genera demasiadas ganancias. La gente ve un libro erótico y pasa completamente de largo sin siquiera leer la sinopsis.

He ahí el gran secreto: la literatura erótica no vende, pero te hacen creer que es un gran éxito de ventas. Es un simple eufemismo. 

Esto se debe a la censura y al pudor remilgoso que existe hacia lo que verdaderamente se lee. Lo «noporgráfico». La literatura «con X de Mixta». Lo llamaremos entre tú y yo así para tomarnos la vida con humor, si te parece bien.

Vayamos despacio y con buena letra, que reconozco que para muchos lectores esto puede ser difícil de digerir. Comencemos, pues, con desgranar los términos «erótico» y «pornográfico».

Lo erótico es aquello perteneciente o relativo al amor o al placer sexuales o aquello que excita el deseo sexual. Si nos vamos a la tercera acepción del diccionario de la Real Academia Española, dice tal que así: «3. adj. Dicho de una obra o de un género literarios o de cualquier otro tipo: que tratan del amor sensual o el deseo amoroso». Hasta aquí todo correcto, pero ¿qué pasa cuando algo tan sumamente sutil como lo sensual o el deseo se vuelve contenido explícito? ¡Sorpresa! Debería —en teoría— dejar de referirse a dicha obra como erótica y pasar a llamarse obra o literatura pornográfica.

Fue en ese instante cuando a los del equipo de marketing les saltaron las alarmas y decidieron hacer una reunión global y juntarse todos en un Starbucks con su portátil, sus trajes de corbata y su falda de tubo. Habló la (o el) CMO-CEO-SEO-MULTIT de la editorial más tocha de por ahí y dijo:

Vamos a herir la sensibilidad del público objetivo, del potencial comprador. Los vamos a espantar si lo etiquetamos como literatura pornográfica.

Y razón no le faltaba a esta persona de sexo desconocido, también te digo. Pensó conforme a los ideales mojigatos y a esa censura tan puritana de la que te hablaba anteriormente. Se anticipó a los problemas sociales que le podría acarrear el etiquetar a la literatura como pornografía. Que, ojo, se lleva haciendo siglos, no es nada nuevo.

De la mano de Octavio Paz intentaré remarcar un poco más las grandes diferencias que hay entre lo erótico y lo pornográfico en la literatura. En su ensayo La llama doble: amor y erotismoel escritor dice lo siguiente:

El fuego original y primordial, la sexualidad, levanta la llama roja del erotismo y esta a su vez, sostiene y alza otra llama, azul y trémula: la del amor. Erotismo y amor: la llama doble de la vida.

Y continúa lanzando verdades con su precioso estilo:

El amor es una atracción hacia una persona única a un cuerpo y a una alma. El amor es elección; el erotismo, aceptación. Sin erotismo —sin forma visible que entra por los sentidos— no hay amor, pero el amor traspasa al cuerpo deseado y busca al alma en el cuerpo y, en el alma al cuerpo. A la persona entera.

¿Cincuenta sombras de Grey, Pídeme lo que quieras, Atada, Esposada, Dominada y todos esos títulos que han sido éxito de ventas es literatura erótica? No. Os la han metido entera —nunca mejor dicho—.

Novela erótica se consideraría El Decamerón (1351) , por ejemplo, pues en su obra hay sensualidad, deseo, pasión, y una estimulación del placer sin llegar a lo explícito.

Pongamos el ejemplo de la séptima narración de la segunda jornada:

Hízolo a maravilla el mandado, y ella, sin notarlo, atraída por lo grato del brebaje, bebió más de lo que a su honestidad hubiese convenido, hasta que, olvidando toda adversidad pasada, alegróse y, viendo danzar a algunas mujeres al estilo de Mallorca danzó también a estilo alejandrino. Juzgó con esto Pericón que ya estaba cerca de lo deseado e hizo continuar la cena con gran copia de alimentos y bebidas, prolongándose durante mucho espacio de la noche. Al fin, (…) acostóse junto a ella y la rodeó con el brazo sin que la mujer resistiese, y con ella comenzó amorosamente a solazarse.

Iba a poner un ejemplo de novela pornográfica como Cincuenta sombras de Grey, pero tengo a mano a Charles Bukowski y me sirve de igual manera para lo que os quiero decir :

Tenía una polla de veinticinco centímetros, sin empalmar, y había aparecido en algunos de los periódicos underground al llegar a Venice, con noticias de él y comentarios sobre sus virtudes como poeta…

Explícita, «sucia», «guarra», «obscena», «libre», pornográfica. Así producen la literatura se lee hoy, que tanto vende y a la cual etiquetan como algo que no es por el miedo a las repercusiones sociales y a cómo ciertos sectores o grupos se lo puedan tomar.

En fin, unos ven pornografía y otros la leen, pero ahí está. Lleva con nosotros mucho tiempo.

Científicamente los hombres tiran más al vídeo-pajuela porque son más visuales; las mujeres, con la imaginación, hacen que el endovalium, un neurotrasmisor, incremente exponencialmente, por eso prefieren la lectura u otros estímulos menos visuales para su sesión más satisfactoria con ellas mismas —ah, y vuelvo a repetir: no lo digo yo, lo dice la biopsicosociología—.

Hay «nopor» para todos los gustos. Todos lo consumimos, por mucho que nos intenten y nos intentemos mentir.

Los tíos no son peores por ver un «Me tiro a la madrastra de mi vecino» y los que leemos literatura pornográfica, que no erótica, somos unas «personas liberadas».

No, no, aquí o nos tiran a todos la piedra ser unos guarros pecaminosos o celebramos todos que hay libertad para ver y leer lo que más nos plazca.

Pero tenedlo en cuenta: el marketing editorial os lleva engañando muchos años. Muchos. Es hora de que vayas asumiendo la verdad, pillín.

Ni lees literatura erótica ni Cincuenta sombras de Grey es un libro «fuerte» de BDSM. Es sexo vainilla con algún que otro azotazo en el culo y una relación entre dos personas jóvenes con complejo de adolescentes de dieciséis años. Ya está.

Te mienten y tú te dejas mentir.

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