La lengua del mar
Si yo conociera la lengua del mar
Hablaría de lejanos puertos
Y de playas de agua esmeralda.
Si yo la conociera,
Hablaría en secreto con las olas
Para que me contasen mil historias
Entre la seda blanca de sus espumas.
Si yo conociera el lenguaje de las corrientes
Mantendría sus secretos bien a salvo
Y secaría las lágrimas de naufragios
Que esconden algunos de sus cabos.
Si yo lo conociera,
Sabría el sentimiento de los polos
Y me dejaría llevar suavemente,
Como una barca mecida por las olas.
Pero yo no conozco tan secreto idioma
Y solo veo las tempestades
Con ojos de niño, sentado en una vieja playa
Escuchando en silencio las canciones
Que se mecen sobre las rocas.
Gente
Gente, multitudes de gente me rodean y, sin embargo, están silentes mientras paso. El ruido es nulo, vacío y aún así reconfortante, pues entre tanta gente sigo sintiendo algo familiar para mí: la soledad.
Gente. Madrid y toda su gente, y yo que todavía no encajo en su puzle, ya que mientras paso el gentío enmudece y la multitud se vuelve un espacio en blanco, en el que yo soy una mancha de tinta negra.
Gente. Manadas de gente. Hordas que caminan hacia mí y consiguen que me desvanezca entre la marea de cuerpos como si un solitario acorde de piano se desvaneciera al ser tocado en mitad de una tormenta. Gente, tanta gente. Y yo aquí, solo.
Mon Petit Prince
«Adieu, dit le renard.
Voici mon secret.
Il est très simple:
On ne voit bien
Qu’avec le coeur.
L’essentiel est invisible pour les yeux».
Lo esencial es invisible a los ojos
Dijo el zorro antes de irse
Y tú, mi querido principito
Miraste con tus ojos de estrella
En la inmensidad de la galaxia;
Viste mecer el trigo de tu pelo
Y el reflejo dulce de tu sonrisa.
Lo esencial,
Como la fragancia de la rosa
O los consejos de un zorro viejo,
Es invisible a los ojos
Y tú, mi querido principito,
Tú tienes aún mundos invisibles
Por descubrir.
Viaja,
Crece,
Vive,
Ríe,
Pero jamás pierdas esa esencia de niño,
Porque tú eres así
Mi querido principito,
Y esa pureza te hace único
Y recuerda que
«Pour chaque fin
Il y a toujours
Un nouveau départ».
Besable
Besable,
Interminable,
Perfecta
Tu piel de arena,
De oliva,
De perfumes olvidados
Y de curvas infinitas.
Tu piel de oro y de atardecer,
De besos
Y de susurros.
Besable,
Lisa,
Perfecta
Tu piel de estatua,
De sol y de verano,
De caricias
Y de amores.
Tu piel fuego y bronce,
De brillo
Y de dulzura.
Besable
Tu esencia,
Tu templo,
Tu piel del color del desierto.
Besable,
Etérea
Y eterna.
Venus y los amantes
La noche cae leve
Con el aleteo de las aves
Mientras los amantes,
Ya echados,
Se rinden a la suavidad de sus caricias,
De sus besos,
De sus miradas…
Y hace Cupido su trabajo
Inundando con el perfume de las rosas
La calma extinta del lecho.
Y la concha de Venus
Bendice con su espuma mediterránea
La noche de fuego,
De chispas,
Mientras ellos son uno
Y siendo uno bailan abrazados.
La noche cae leve
Y se encienden ya las primeras velas
Mientras la respiración se atona con la calidez del cuarto
Y las sábanas caen de la cama,
Rozando breves los cuerpos,
Naturales,
Desnudos,
Amantes,
Que ya complacen a la diosa
Mientras su sinfonía se vuelve reposo
Y las caricias se vuelven sueño
Acompañadas por el leve beso
De un Morfeo silente.
Sentado al fuego
Conocí a alguien alrededor de una hoguera
Y me contó historias de gente lejana,
Historias de gente sin miedo
Y de gente que ama y ríe;
Gente que no se oculta
Y gente que no deja que su alma muera.
Conocí a alguien sentado al fuego
Que me habló de sueños
Y de lugares lejanos.
Me habló de corazones alegres
Y de sonrisas sin miedo.
Y ese extraño me hizo soñar
Sobre lugares donde ser
Y sobre cosas por vivir
Y cielos por los que volar.
Me habló de lugares que no eran este
Y cuando abrió la rosada aurora
Solo quedaban los restos del fuego.
Noches Árabes
Maravillas orientales que recuerdo
Entre perfumes especiados y joyas
Mientras suenan unos sensuales acordes
Y el telón del día se funde
Sobre la Arabia nocturna y,
Sin la luz del orbe dorado,
Refleja la luna en las cubiertas
Y, como amiga cómplice,
Nos acuna con lejanas historias
De sultanes, amor
Y velos de seda fina
Ya que pocos nos aventuramos a escucharla
Pues esta Arabia yace dormida
Al igual que sus genios
Yacen ocultos en las viejas piedras de los muros,
Al igual que reluce su singular arquitectura con plata
Bajo las frías caricias de la luna de oriente
Y se pierden sus tejados en los sueños de los poetas,
Y entre las dunas del desierto
Mientras de lejos se rumorean
Los hermosos cuentos de Scheherezade.
Sus palabras nos transportan a palacios que brillan en oro
Con sus arcos lobulados
Y minaretes que intentan alcanzar las nubes.
Y entre las arenas del desierto surgen sus cúpulas
Como un oasis de riqueza en un mar de arena,
Alabando a sus sultanes con sus ornamentos
Mientras entre patios de doble arquería
Bailan tranquilas las niñas entre risas,
Y cerca del mihrab se preparan los imanes,
Mientras lucen al sol de verano las sagradas escrituras
Que visten de oro las cúpulas gallonadas
Y se huele el incienso entre los muros de las mezquitas.
Scheherezade, reclinada en un diván de terciopelo
Endulza los oídos Shahryār con cuentos,
Dulces historias
Hasta que él,
Como arabia y sus ciudades,
Duerme.