Mark Rothko

¿Importa algo que cualquiera pueda copiar una obra de arte?

Mi primo de 9 años puede copiar un Mondrian si se pone, pero ¿importa esto a la hora de criticar un cuadro?
Uno de los argumentos más sobados en contra del arte contemporáneo, en concreto del abstraccionismo, neoplasticismo y aquellas vertientes no miméticas, es la fácil reproducción de estas por cualquier lego en la materia artística. Así, ante un cuadro de Kandinsky, el primer comentario del ignorante hace referencia a que es fácilmente copiable, incluso por la espontaneidad de la imaginación de un niño.

Sin embargo, este argumento no se fija en la obra en sí, sino en el autor. Gran fallo. La premisa desde la que parto aquí es que el autor y la obra no tienen prácticamente nada que ver en la concreción material de la pintura, la composición musical o lo que fuere; y mucho menos tienen que ver en el significado que expresa la obra, digamos que una vez el autor «da a luz» a la obra nos damos cuenta, si es una obra maestra, de que poco tiene que ver con las particularidades e intereses de su creador. Es por esto, principalmente, que a mi juicio no tiene sentido criticar una obra esgrimiendo que el autor podría haber sido cualquiera. De hecho, precisamente el valor que de ese arte nace queda descubierto cuando nos damos cuenta de que, aunque hagamos algo parecido o idéntico, no se nos valorará. De alguna forma, ese cuadro ya está ocupado. Precisamente porque el valor está en la obra y no en el artista; nos tiene que dar igual quién lo haya hecho y quién lo pueda hacer, lo importante es que ya está hecho y de esta forma da igual quién lo siga haciendo, el cuadro ya tiene su valor autónomo y es por eso mismo por lo que las copias carecen absolutamente de valor. Una reproducción exacta de un cuadrado de Rothko o incluso, por una mano hábil, de Las meninas de Velázquez carece de valor porque ya existe una obra que ocupa el valor en cuanto arte. Es decir, precisamente porque el arte tiene valor en sí mismo importa un rábano quién pueda volver a hacerlo si ya existe.

Cosa muy distinta y que serviría para reforzar mi tesis —que no es mía sino de la tradición de la filosofía estética que yo sigo— sería si en algún momento Las meninas dejarán de existir por cualquier situación imaginable que la pusiera en peligro. En ese caso nos esmeraríamos en la reconstrucción más fidedignamente posible de ella, la obra, para restaurar el valor del arte que se habría ido con el lienzo perdido, no por revivir la imagen de Velázquez pintándola, Velázquez en todo esto importa otro rábano.

De esta forma, la exclusividad de un cuadro fácilmente reproducible hace mención del valor intrínseco y único del arte, que estaba, digamos, esperando a que en la mente de un artista se dieran las condiciones necesarias, como explicó Virginia Woolf «para lograr realizar el esfuerzo prodigioso de liberar entera e intacta la obra que se halla en él». Y es por esta azarosa y laboriosa situación por la que el autor se lleva el mérito cuando «da a luz» una obra antes desconocida. Pero simplemente por ello, por dar la oportunidad al mundo de conocerla, porque la obra posee un valor autónomo, cuya afirmación —como vengo sosteniendo— se da entre otras cosas gracias al desprecio de la copia.

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