Me siento un poco Bilbo. Sí, Bilbo Bolsón de Bolsón Cerrado. Me encuentro en un viaje inesperado que en mi fuero interno había estado buscando durante mucho tiempo. No le temo a los comienzos; tampoco me da miedo cerrar un libro a mitad de página para empezar otro diferente. Gandalf, gran Istari, tú le dijiste tranquilamente a Bilbo lo siguiente: «El mundo no está en los libros y mapas. ¡Está ahí fuera!». Pero, Gandalf, ¿y si puedo obtener lo mejor de los dos mundos? Estar entre letras y mundos imaginarios y poder explorar el real, el duro; el mundo en el que cada día la factura de la luz es más cara… Sí, ese mundo lleno de papeles burocráticos que tan solo te dificultan la existencia, en el que te dedicas a sacar la calculadora cada noche para saber si llegas a final de mes.
Sí, Gandalf, el mundo que está ahí fuera y se parece más a un Mordor lleno de saurones y orcos que te lo ponen difícil. Orcos porque en un principio vestían y se veían como Hijos de Eru Ilúvatar y, al final, son la misma carroña todos. La vida es, para que lo entiendas, como el Anillo Único: una gran carga.
También puedo asegurarte que en esta vida te encuentras a gente con la que formar una gran compañía del Anillo. Hay personas como Sam, capaces de ayudarte a cargar con ese gran peso; sí, también hay gente que con su vida o muerte te protegería, como Aragorn. Existen Legolas y hay unos cuantos Gimli por el mundo real. ¿Recuerdas aquello que dijo Sam cuando Frodo le preguntaba a lo que se aferraban? Dijo: «A que hay algo bueno en este mundo, señor Frodo… Y vale la pena luchar por ello».
El mundo está ahí fuera y, ahora más que nunca, estoy dispuesta a disfrutarlo, Gandalf. A mi manera. Siempre. En esta gran aventura hay libros y en el milenio en el que me ha tocado vivir hay unos aparatos maravillosos a los que llamamos GPS. El mundo está ahí fuera, pero en la maleta lo primero que entra son unos cuantos libros para poder elevar mi alma al séptimo cielo.