Cuadro de Alfons Mucha

Antología de Gemma: alunizaje

Tiempo paradójico

Sus manos,

que divagan, sin prisas,

la silueta de la guitarra.

 

Su tacto,

que me hace enloquecer

una y otra vez.

 

Su mirada,

—que me aísla de todo—,

honesta, oscurecida.

 

Sus ojos,

en los que me siento en casa,

a salvo.

 

Sus labios,

que recorren, sin pudor,

cada rincón de mi ser.

 

Sus besos,

suaves, apasionados,

salvajes, lentos.

Ojalá esos instantes fueran eternos.

 

Troya

Muros bajos, accesibles.

Poderosa, bellísima, ambiciosa.

¿Apolínea o dionisiaca?

Difícil saberlo.

también era cambio constante,

evolución, aprendizaje.

 

Pelea, batalla, guerra.

Muros alzados, aislantes,

destruida por la pasión carnal,

tensión flamante.

 

Engaños, engaños, engaños.

Lujuria disfrazada de inocencia.

Ay, muros despistados…

Daga en el corazón.

 

Chispa, llama, incendio.

Casas vacías, calles vacías, puertos vacíos.

Cenizas,

golondrinas a lo lejos,

cenizas, cenizas.

Cenizas.

 

Partículas de polvo

Partículas de polvo perdidas en el aire de tu perfume,

Rozando cada palmo de tu piel.

Casi estáticas. Casi.

Recorren lentamente tu rostro apolíneo.

 

Se juntan, entonces, con mi piel cuando me aproximo a besarte.

Y ya no hay nada entre nosotros.

No hay nada.

Solo piel con piel, labios con labios.

Manos inquietas, nerviosas pero seguras.

Y lo más importante de todo, juntas.

 

Noches de confidencias, días de caricias.

Acurrucada en tu pecho. Existiendo, respirando, amando.

 

Somos todo y no somos nada.

Solo partículas de polvo viajeras

destinadas a encontrarse en estelas de perfume.

 

Mi verdadero ser

Que no te asuste

mi mirada taciturna,

mi seno acongojado,

mi luna de medianoche

muda,

mi suspiro ahogado,

o mi risa estridente.

 

Porque en todo eso encontrarás

un corazón que arde

Disimulada y rápidamente.

 

Se evaporarán tus pequeñas lágrimas

Con mi abrazo genuino.

 

Solo no te asustes cuando muestre todo de mí.

 

Guerra

Si miras bien verás

un campo de batalla, árido, destrozado.

 

Verás inseguridades enquistadas,

sollozos en luna llena,

oscuridad.

 

Y allí, tumbado en medio de todo el caos y destrucción

verás pequeñas estrellas de belleza.

 

Entenderás el porqué de mi intensidad, de mis manías.

Verás que aprecio y anhelo cada toque, cada roce que me das.

Despiertas tantas sensaciones nuevas para mí…

 

Llenarás mis canales desiertos, esperando la más mínima gota de agua para seguir

sobreviviendo.

 

Entonces, crecerán

margaritas,

rosas,

lirios

y tulipanes

 

Se acabará mi contienda, nos miraremos a los ojos.

Me verás llorando, de alegría esta vez.

 

Todo eso si sabes mirar bien.

Si no puedes hacerlo,

Ay, si no puedes hacerlo…

 

Simplemente, él

No es el beso, son los labios

pero no son los ojos, es la mirada.

 

No son las manos, sino el tacto,

No es la voz, sino las palabras.

 

Pero,

No son las palabras,

sino las acciones.

 

Al principio puede que fueran los ojos, las manos, la voz…

Ahora, lo que todos ellos provocan:

intimidad.

 

Confesiones de madrugada, abrazos matutinos, pasiones nocturnas.

Carcajadas en cualquier momento del día.

 

Dos esculturas griegas

Dos estatuas de mármol

se aman en la distancia,

se besan en la dulce luz crepuscular,

se tocan lentamente —casi— como queriendo

parar abruptamente

el tiempo

Porque al amanecer volverán a amarse en la cruel distancia.

 

Y todo el océano de ambrosía que bebieron

se convertirá

en una mísera gota de agua

que envenena la cándida memoria.

El reloj de arena, entonces, se convertirá

en un árido desierto

atemporal

que anhela ser bosque feraz.

Porque, cuando nadie mira,

la fría piedra inerte se vuelve

aterciopelada mirada ferviente

e inédita (cada día, cada noche, cada mirada

es diferente a la anterior).

Pareciera que ni el propio fuego de Hestia pudiera alumbrar lo suficiente

a esos dos cuerpos que se complementan y que arden, aún más,

con la llegada

de la ambrosía calipigia.

 

Pero nada de eso importa.

Solo se aman en la distancia

dos estatuas de mármol.

 

La vida del lector

Siempre encontré consuelo en mis estanterías,

encontré emociones ya olvidadas perdidas entre páginas.

Encontré confidentes en forma de personajes ficticios. Me sentía identificada con sus palabras, con su dolor.

Porque ellos, los libros, me hicieron aprender más del mundo (e incluso de mí misma).

Me han visto crecer.

Me han hecho viajar a infinidad de lugares, cercanos, lejanos, reales e inventados.

Me han visto llorar y reír con sus historias.

Me han inspirado a escribir las mías propias.

Me han acompañado durante toda mi vida en los buenos, malos y peores momentos, sin soltarme nunca de la mano.

 

8M2020

Te quieren tranquila y sumisa,

Nno combativa e independiente.

Te obligan a callar cuando lo único que quieres es gritar.

Te llaman histérica, exagerada y maleducada cuando intentas escapar del yugo de la sociedad

machista en la que te han criado.

Te degradan porque tu falda es demasiado corta

o demasiado larga.

Te infantilizan con su actitud paternalista de mierda.

Te roban el amor propio con toda esa propaganda de la «mujer perfecta».

Basta.

No, no quiero ser perfecta, quiero ser revolucionaria.

Quiero poder salir sola a la calle sin tener las llaves entre los dedos o tener que llamar a una amiga para sentirme más segura.

Quiero dejar de tener que reivindicar mis derechos porque ya debería disfrutar de ellos como cualquier ser humano.

Sí, tenemos diferencias, es algo evidente, pero al fin y al cabo somos todos seremos humanos.

Entonces, ¿Por qué nosotras sufrimos tal discriminación?

¿Por qué no hay apenas mujeres en los puestos de poder?

¿Por qué no se nos toma en serio?

¿Por qué se nos educa de forma diferente?

¿Por qué nos ponéis el disfraz de verdugo aun cuando somos las víctimas?

¿Por qué no nos creéis? ¿Por qué no veis que no existe una igualdad real?

¿Por qué os molesta tanto que nos preguntemos el porqué de las cosas?

Porque si seguimos así algún día (esperemos que pronto) acabaremos con el patriarcado.

 

Rebeldía obligatoria

Tenéis la indecencia de criticarnos a nosotros, los jóvenes, después de dejarnos un mundo

sumido en la más absoluta mierda.

Tenéis la indecencia de decir que somos la generación de cristal, cuando solo nos estamos

manifestando para hacer que la sociedad deje esa rancia corrupción de la que habéis

participado durante años.

Habéis tenido la total indecencia de dejarnos un planeta que poco a poco se está

consumiendo y ni siquiera os preocupáis.

Sois unos egoístas.

Dejaros de gilipolleces, reaccionad y contribuid a dejar un panorama más positivo, no solo por

vosotros ni por nosotros, sino por lo que vienen.

Ay, pobres los que vienen…

Recuperad vuestro halo de rebeldía manceba; ese que ahora criticáis de nosotros.

Despertad.

Puede que aún no sea demasiado tarde.

 

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.