En esta vida casi todo empieza por una pregunta, algunas las respondes sin pensar y otras te acompañan más de lo que tú quisieras. El paso del tiempo, inexpugnable para todos, te permite mirar hacia atrás, a veces hasta con una cierta melancolía. Te abordan pensamientos como qué hubiera sido de ti si la decisión que tomaste no fuera la misma que te ha llevado hasta donde estás hoy. Para unos puede ser una pregunta recurrente en su día a día; para otros algo que ya no merece la pena dedicarle ni un minuto más en sus vidas. Y hoy quizá sea ese momento en el que recuerdes esa amarga sensación de la elección que por desgracia te viste abocado o abocada a tomar sin un convencimiento claro al respecto.
La progresión en la vida académica lleva consigo ciertas decisiones que repercuten en actividades que se podían gestionar cuando el nivel de exigencia era menor o cuando simplemente no tenías que batirte en duelo con el de la mesa de al lado, puesto que la vida se ha convertido en una auténtica competición, voraz en algunas ocasiones. Aquí es donde entra el papel del deporte, nuestro protagonista, posiblemente el mayor sacrificado ante este tipo de situaciones, como si su influencia y aportación en nuestras vidas no fuese relevante. No seré yo quien les recuerde todos los beneficios que genera el deporte en nuestro día a día, además del más práctico de todos: la desconexión de todos nuestros problemas.
En España, mantener el deporte y la educación es como ponerse a hacer malabares sin saber si vas a lograr mantener todas las mazas en el aire o, más tarde que pronto, van a acabar besando el suelo. Y así un poco con todo en la vida, pero de eso ya hablaremos en otra ocasión. La única certeza que conocemos es que entre los 16 y 18 años se produce la tasa de abandono del deporte más elevada entre los jóvenes, y especialmente preocupante en el caso de las mujeres, ya que son las que más abandonos registran en esos años. Los quebraderos de cabeza por alcanzar una buena nota en selectividad suele ser el factor determinante en esta decisión. Una presión extra para que se tome una decisión que en sí es un auténtico sinsentido.
Aunque quizá no todo sea solamente culpa de tener que apostar más por una que por la otra, la forma en la que se enseña o se fomenta el deporte desde los colegios e institutos no es la más adecuada ni mucho menos. Alguien me dirá que él o ella no ha sido testigo de esto, pero muchas veces se ha podido ver como los profesores de Educación Física tienen un comportamiento laxo ante que sobre todo alumnas no intervengan de forma activa en algunas clases sin tener una justificación que así lo indique; e incluso permitiendo que los chicos elijan hacer casi siempre partidos de fútbol —existen más deportes y la variedad tiene que ser algo imprescindible en estas clases—. Hay que hacer ver que esta asignatura puede ser la primera piedra para que una persona se anime a practicar un deporte fuera de las aulas.
Nunca debemos hacer comparaciones porque casi siempre suelen ser odiosas, pero qué se puede esperar en un país donde la precariedad de los deportistas de élite es una constante en su día a día. ¿Quién va a apostar por la inestabilidad? Pocos son los valientes que lo hacen. Tampoco quiero decir con esto que vivamos el deporte como un negocio al estilo yanqui. Debería haber un término medio, en el cual no se genere un perjuicio tan grande por llevar a cabo la práctica de un deporte de forma competitiva. Al fin y al cabo, los jóvenes siempre son una diana para todo tipo de críticas, pero son el futuro de nuestra sociedad y eso parece olvidarse con gran facilidad.
Si bien creo que, en el caso de la mujer, poco a poco, se está revirtiendo la negativa estadística de abandono que comentábamos anteriormente, no creo que sea fruto del apoyo que puedan recibir, sino que se debe al crecimiento deportivo y grandes logros que están alcanzando las deportistas españolas, que impulsan a que otras generaciones puedan seguir sus pasos. Ya hemos vivido situaciones parecidas a esta: cuando España ganó su primer Mundial de Baloncesto, se vivió un repunte increíble de licencias federativas en este deporte. No caigamos en esta trampa, ya que es pan para hoy y hambre para mañana.
Forrest Gump, interpretado por Tom Hanks, dijo que «la vida es como una caja de bombones, nunca sabes lo que te va a tocar», pero en realidad lo que no se atrevió a decir es que la vida es como esa partida infinita de Trivial en la que no paramos de responder a cuestiones de toda índole para seguir avanzando en busca de nuestro quesito particular (nuestro interés). Y no, en este juego de la vida nunca teníamos que haber escogido entre deporte o formación, por desgracia, para mucha gente ya es una oportunidad perdida…