Carta a alguien que no es feliz

Sé que hay días en los que la realidad parece desmoronarse a nuestro alrededor y en los que quedamos suspendidos en un vacío que nos asfixia y en los que no sentimos más que frías lágrimas inundar nuestro rostro.

Hay días en los que la vida se tiñe de un halo triste y no podemos ver los colores más hermosos sino con un toque de lastimera melancolía que nos atenaza los miembros, y notamos esa espina de rosa clavada muy hondo en nuestro corazón, y dejamos que de nuevo las lágrimas recorran nuestra cara, ya que la tristeza es su libertad. Y es que hay días en los que nuestro corazón va de luto y no sabemos por qué, no siempre hay un motivo, pero se siente igual de honda la herida.

Estos días son normales, amigo o amiga; pero no debemos dejar que nos dominen, ni escudarnos en el mundo de los sueños, porque si sueñas y duermes entonces no vives, y pierdes oportunidades de seguir escribiendo tu historia día tras día, y no todo va acompañado de música lastimera y delicada de un piano. A veces la vida es una sinfonía de colores, empezando desde el rayo de sol que te golpea en la cara una fría mañana de invierno, pasando por unas risas en compañía de las personas que quieres hasta acabando por ver la luna desde tu ventana. Si nos ocultamos de la vida, muere nuestra esencia, y poco a poco nosotros con ella.

Nadie dijo que nuestra estancia aquí sería algo sencillo, pero no debemos rendirnos, no debemos perder la partida antes de tiempo. Debemos luchar por aquello que nos hace felices, por aquellos sueños que hacen que, aunque el día sea duro, tengamos ganas de darlo todo y decirle al día a la cara: «te dije que podría». Nadie dijo que sería fácil, pero eso no significa un game over, solo un «inténtalo de nuevo», y nadie te va a juzgar por pedir un abrazo o ayuda, porque todos en mayor o menor medida nos hemos sentido así o nos sentimos así, y sentimos porque somos humanos; sentimos porque estamos vivos y vivir implica sentir, aunque no sea todo alegría.

Y aunque el mundo se resquebraje a nuestro alrededor y caigamos, siempre tenemos a alguien que nos sostenga, alguien que nos dé la mano antes de caer, aunque no podamos verlo o no seamos capaces de reconocerlo. Y aunque ahora no seas feliz, créeme que pronto lo serás, y estarás orgulloso de no haberte rendido.

Queda mucho camino como para detenernos en los primeros baches.

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