Ya ha llegado, ya podemos sentir el invierno. Algunos dudaban de él, hasta los más aferrados al negacionismo del cambio climático. Pero al final Bóreas ha entrado con fuerza, y es nuestro deber refugiarnos. No todos pueden saborear el chispeante olor a brasas, de la leña ardiendo en las chimeneas, pero esta nueva década llega cargada de oportunidades que hay que aprovechar (¿por qué no con un libro? o dos); empresas como Netflix han hecho que los huérfanos de pueblos y chimeneas puedan disfrutar, también, de largas veladas frente a la chimenea, tan solo tendrán que encender su televisor y buscar la lectura adecuada. Mas no es mi intención hablaros de chimeneas, leña ni pueblos en este artículo.
El pasado lunes dieciséis de diciembre tuvimos la oprtunidad de presenciar, en El Ateneo de Madrid, un emocionante homenaje a Pilar de Valderrama y Antonio Machado, con motivo de la presentación del libro Esos días azules de Nieves Herrero. El libro, que ya había llegado a mis manos hacía unos meses, cuenta la historia de amor, olvidada, del gran poeta Antonio Machado con su diosa, una de las grandes poetas olvidadas de la Generación del 27, una de las Sinsombrero —Para quien los pocos nombres que acabo de dar le sean totalmente desconocidos, os recomiendo, encarecidamente, ver el documental de RTVE Imprescindibles-Las Sinsombrero—. Pilar de Valderrama, como vamos descubriendo en el libro de Nieves, fue una poetisa, mujer y madre que se enfrentó a los acontacemientos de su época, desde una postura monárquica y estrictamente religiosa. Esta joven, casada con Rafael Martínez Romarate, descubre en las primeras páginas biográficas de este libro la infidelidad de su marido. Es entonces cuando Pilar empieza a vivir, a escondidas, una nueva vida, tras ver la suya patas arriba; después de una muerte inesperada, pesada y fría: la muerte del amor de su matrimonio, el eje central de una familia, su familia.
«Amor es un ¡siempre! ¡siempre!» Pilar de Valderrama.
Esto, nada más y nada menos, es lo que empezó a buscar Pilar a raíz de la noticia; con el coraje de una madre siguió adelante con la familia, y con ella misma, en busca de ese amor. Luchó contra los mandatos de una sociedad inestable, y se desarrolló como intelectual, mujer y dramaturga, a pesar de las trabas impuestas por su marido y sus contemporáneos. Apoyada por sus amigas y compañeras del Lyceum Club consiguió ser una magnífica artista, pero ni su posición en la élite social consiguió salvarla del olvido al que la historia ha arrojado a tantas mujeres.
Mi intención no es otra que invitaros a conocer la historia de esta poetisa y dramaturga a través de estas páginas, (ahora que ha llegado el frío, y que las mantas piden compañía), y, por supuesto, a través de sus versos, recién recuperados. Pues el destino ha sido caprichoso con la historia de Pilar y ha conseguido que su obra y el sombrero, que un día le robaron, y que el viento nos ha devuelto muchos años después, hayan visto la luz. Gracias a la correspondencia con otros de los literatos de esta generación, como Jorge Guillén, su historia de amor con Antonio Machado ha dejado de ser un secreto. Con estos días azules los más románticos y apasionados podréis disfrutar de una navidades mucho más cautivadoras junto a la chimenea, junto a Guiomar (pseudónimo con el que Antonio Machado nombraba a su diosa, Pilar) y junto a los versos de Antonio y Pilar.
«Hoy es siempre todavía…» Antonio Machado.
Con este y otros versos respondía Antonio a su diosa, Pilar, dándole todo el amor que tenía, y más. Recibiendo, a través de ese tercer mundo, que ambos crean para no ser descubiertos, todo el amor que Pilar le puede dar. Yo solo puedo contar esto de una historia que arde en las páginas de este libro, muy documentado y de fácil lectura. Un libro que empieza en ese momento de caos en la vida de Pilar, y que cuenta cómo los caminos de ambos se cruzan. Sin duda, es un privilegio que podamos saber de Guiomar, y, que podamos pensarla de otras maneras: como Pilar, como poeta, como madre, como dramaturga; como amante y abuela de Alicia Viladomat.
Gracias a Alicia, y, por supuesto, al trabajo de Nieves Herrero, el pasado lunes, bajo el arte de Arturo Mélida, su abuela fue homenajeada de la mejor manera posible, en El Ateneo de Madrid. Con el catedrático Jesús Hedo, de infinita sapiencia, que condecoró el evento con los versos más coloridos, y cercanos a Rubén Darío, de Antonio Machado; con el recital de Candela Serrat y Daniel Muriel, que daban voz a Guiomar y Antonio respectivamente, interpretando poemas como este de Machado:
Tu poeta piensa en ti… Tu poeta
piensa en ti. La lejanía
es de limón y violeta,
verde el campo todavía.
Conmigo vienes, Guiomar;
nos sorbe la serranía.
De encinar en encinar
se va fatigando el día.
El tren devora y devora
día y riel. La retama
pasa en Sombra; se desdora
el oro de Guadarrama.
Porque una diosa y su amante
huyen juntos, jadeante,
los sigue la luna llena.
El tren se esconde y resuena
dentro de un monte gigante.
Campos yermos, cielo alto.
Tras los montes de granito
y otros montes de basalto,
ya es la mar y el infinito.
Juntos vamos; libres somos.
Aunque el Dios, como en el cuento
fiero rey, cabalgue a lomos
del mejor corcel del viento,
aunque nos jure, violento,
su venganza,
aunque ensille, el pensamiento,
libre amor, nadie lo alcanza.
O con la actuación de Juan Valderrama, acompañado de la tocaora flamenca Mercedes Luján, que dejó al público sin aliento con los versos de caminante no hay camino, que muchos conocíamos en la versión del gran Joan Manuel Serrat (del que, por cierto, no se olvidó Juan Valderrama, dirigiéndole unas preciosas palabras a su hija, Candela); y quien también puso voz y música al siguiente poema de Pilar de Valderrama, que recoge en su álbum Mujeres de carne y verso:
Evocación
Aquel café de barrio, destartalado y frío,
testigo silencioso de nuestras confidencias,
extremo de rigores, conjunto de inclemencias,
que sólo caldeaban tu corazón y el mío.
Viejo café de barrio, adonde yo acudía,
donde tú me esperabas con el alma impaciente,
y cada vez, al verme, coronaba tu frente
con un halo de luz la fugaz alegría.
Con nostálgico afán en vano te he buscado
queriendo en tus vestigios revivir un pasado
que inexorablemente para mí se ha perdido.
Nadie de ti sabía, todo estaba cambiado:
tus muros, tu recinto, la sombra de Machado
como un girón de niebla han desaparecido.
La mesa, presidida por Juan Carlos Pérez de la Fuente, que nos recordaba la situación cultural del momento, con el drama que merece; y por los ya mencionados Nieves Herrero y Jesús Hedo, además de las actuaciones de Candela Serrat, Juan Valderrama, Mercedes Luján y Daniel Muriel hicieron de la presentación del pasado lunes un día histórico: el día en que Guiomar volvió a ser Pilar de Valderrama.