«El libro de la magia blanca», de Tania Berta Judith

Leyendo cualquier revista actual, nos daremos cuenta de que cada vez más gente recurre a la astrología en estos tiempos inciertos. Es algo millennial: la edición estadounidense de Cosmopolitan cuenta con nueve páginas dedicadas al horóscopo y hasta la revista New Yorker acaba de dedicarle un reportaje de diez páginas al tema.

Y ya dijo Virginia Woolf, cuando llegó el siglo xx con sus ascensores, que «el mismo tejido de la vida es, mientras subía, mágico. […] aquí asciendo por el aire; escucho voces de América; veo hombres volando, pero cómo se hace, no alcanzo siquiera a imaginarlo. Así que vuelvo a creer en la magia».

A principios del siglo xxi, en plena crisis climática y con un futuro bien inseguro ante nosotros, creer en la astrología y en la magia puede ayudarnos a no sentirnos responsables por nuestros fallos. También nos permite encontrar consuelo en la seguridad de que la posición del sol, la luna, los planetas y las estrellas en las doce casas zodiacales simplificarán para nosotros hechos complejos sobre la personalidad, la vida y las relaciones, y en que lo que no se arregle de otra forma lo hará gracias a un conjuro.

Quizá sea por eso por lo que El libro de la magia blanca está destinado a ser un éxito. «Un moderno manual de hechizos para hacer de tu vida algo mejor» es el prometedor subtítulo de este libro que pretende iniciarnos en el arte de conciliar la voluntad humana con la de la naturaleza, siempre sin dañar nada ni a nadie. Cada capítulo del libro aborda un tema fundamental y culmina en un hechizo principal: muñecas quitapenas, perfume para la autoestima, tatuajes protectores, atrapasueños, tambores para meditar, escrituras rituales, lectura de los posos de té, comida para los ancestros y filtros de amor. Todo eso se puede encontrar en este breve libro de instrucciones.

Pero hay mucho más detrás. Porque, quizá, lo más importante no sean los conjuros, sino desarrollar la capacidad de que el adolescente o el adulto a quien se dirigen estos hechizos pueda entretenerse y acompañarse haciendo muñecas y atrapasueños de hilo, esencias de hierbas y flores, pintando tatuajes de jena, haciendo cacharritos de cerámica, cocinando o disfrutando de un buen té. Pero es que, además, seguro que los hechizos funcionan. No puede ser que estas cosas lleven siglos haciéndose si no fuese porque son eficaces. ¿Magia? Lo más seguro es que tal vez.

Aunque también es posible que las quitapenas funcionen igual que lo hace consultar un problema con la almohada, como dice la sabiduría popular. Y la aromaterapia es algo que, más allá de la creencia, tiene una base científica: los olores cítricos nos despiertan, la lavanda calma, el eucalipto despeja las vías respiratorias y la albahaca pone de buen humor, aunque haya que acompañarla con un buen plato de pasta. Además, ¿quién no se ha puesto unas gotas de perfume antes de salir de casa para darse la seguridad de ser capaz de hablar con la persona que le gusta, pasar una entrevista o sentirse simplemente mayor? Que tire la primera piedra con runas mágicas el que no.

Hablando de lo cual, meter el nombre de alguien en el congelador funciona porque implica ya una voluntad de olvidar, romper un cacharro ayuda a eliminar la tensión que nos produce una persona negativa igual que tirar dardos a su foto, y un atrapasueños en la habitación puede protegernos de las pesadillas igual que una nana nos tranquiliza. ¿Y leer los posos del té? ¿De verdad necesitamos mucho más para saber qué decisión tomar? Ya lo dicen los ingleses: nueve de cada diez veces, una taza de té y una pastita te libran del ataque de nervios. Es lo que tiene no saber hacer café, pero les funciona.

En conclusión, si, como se suele decir, somos las nietas de las brujas que no quemaron, ¿por qué no creer que la magia es simplemente la forma de llamar a la seguridad de las mujeres independientes? De las personas independientes, diría más. Y, si es así, ¿por qué no regalar a las adolescentes que queremos un libro que las inicie en su autoestima, que las llene de recursos y las informe sin abrumar? Al fin y al cabo, es antropología y todo lo que se llama hoy ciencia fue alguna vez magia. Por si sí o por si no, porque haberlas, haylas: echad un pellizco de la sal derramada por encima del hombro izquierdo, poned romero en la puerta del jardín, plantad lavanda para que os traiga suerte y enamoraos cuanto podáis. ¡Ah! Y echad un vistazo al libro.

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