Sencillamente quiero explicar un par de cosas que no quedaron claras en la primera parte y avanzar un poco. Va a ser una entrada muy breve.
Aclaraciones previas: este artículo es un intento de averiguar cuál es el Ser del Fenómeno de lo manifiesto estéticamente, de tratar de defender el noema del Poeta como lo que precisamente aparece, lo estético, la poesis como el constructo de lo estético-producido. Además, el presupuesto de causalidad en la manifestación artística tiene como objetivo el no dar lugar a una metafísica trascendental, obligando al Da-sein (Ser-ahi) de lo ente-pensante a sostener el sentido de sus manifestaciones en el trascender de su consciencia. De ahí mi pretensión de dar validez a la fenomenología como metodología capaz de sintetizar un enunciado pertinente de lo estético. Y nos centramos en el Poeta por el momento, porque es quien manifiesta lo estético y es el que produce y el que crea el fenómeno de lo estético, ya que, como veremos, en el momento en que lo estético es devuelto de alguna manera afuera, cuando se pone de manifiesto y se aparece en lo ente de lo que procede (causalidad), se volverá en contra del Poeta.
Entonces, nos habíamos quedado en el Ego. El Ego debe ser entendido como una estructura lingüística. Cuando nombramos al Ego, hacemos referencia a lo que trasciende de este, al Ser que remite, es decir, al poeta mismo en tanto que consciente de un algo que tiene como consecuencia la necesidad de una manifestación de devolver o de hacer aparecer en lo ente un Signo (palabra importante). Antes veamos cómo actúa el Ego en el Poeta. Aquello que acaece y es aprehendido por el Poeta, no es azaroso. El Ego es lo que capta la atención del Poeta en ese algo y no en otra cosa. El actuar del Ego en el Poeta es doble: por una parte es aquello que le implica en una dirección o en otra, es lo que tiene el Poeta de precursado, de pre-sentido y que, ya no solo lo sitúa orientado de una manera en relación a lo ente, también determina la interpretación, la poetización de lo que percibe y aprehende. Esto es negar la inocencia de lo estético. Pensar siquiera que todo el proceso creativo ocurre sin interferencias de ningún tipo, sin tener en cuenta la materialidad en la que nos damos y presuponer que hay algo de puro en lo artístico es pecar de ingenuo. La realidad ya está significada cuando llegamos al mundo. El Ego del Poeta no es distinto al de cualquier otro: se construye desde fuera. El Ego se revela así como lo que aparece del Ser y se adueña de él. ¿Cómo es posible entonces la honestidad, la veracidad de la manifestación artística? Porque es el Ego y no el Poeta el que se manifiesta. Si asumimos este segundo supuesto (el primero es el de la causalidad de la manifestación artística) consideramos honesta, como decíamos en la primera parte, aquella manifestación artística del poeta que conoce aquello que lleva a la manifestación, y hoy añadimos: la veracidad de la manifestación tiene un límite material. Material, evidentemente, porque esta intromisión ajena en la libertad del Poeta surge precisamente de la infinitud de sucesos que le han conformado como es durante toda su vida. Esto es: todas (la mayoría inevitables) las irrupciones que ha sufrido el espacio que ocupa y desde el que su conciencia aprehende e interpreta. Luego debemos asumir que aquel que se encuentra con la necesidad de manifestarse, teniendo en cuenta que toda la realidad para cualquiera es igual de poética que para el Poeta, y que es el Ego el que se manifiesta, la verdadera necesidad es la de aparecerse como Poeta, de construir una simbología en torno a sí mismo como Poeta. Cuando decíamos que los Poetas iban sobrados de Ego era debido precisamente a esto, a que existe la premisa, y que desde luego es totalmente pertinente, de querer ser productores de poesía. De aparecerse ante sí mismos y ante los demás como Poetas, teniendo como una premisa ineludible que su poetización es por alguna razón preferible. Cuando se argumenta que se tiene una necesidad de exteriorizar ese algo que es la vivencia misma, es falso. No existe tal necesidad, es la construcción que aparece nuestro ser (el ego, el sujeto) la que se manifiesta dentro de ese sistema dialéctico con la exterioridad. Pasamos así de un supuesta necesidad a un plano desiderativo, de un deseo de que ese fenómeno del conocer, de que esa trascendencia de la conciencia, aparezca como signo en lo ente. Este signo es la expresión del deseo de reconocimiento de sí que aprehende la conciencia en su manifestación a lo ente. Porque las implicaciones de que sea esa construcción fenomenológica, que es el Ego (sujeto), la que se manifieste adueñándose del Ser del poeta, nos revelan un deseo de apropiación del sentido de la totalidad del ente, y es y debe ser desde el propio fenómeno que es la conciencia, en tanto que es ella la que atrapa y aprehende esa primera impresión de lo poético que la empuja a la exteriorización de la vivencia. La expresión es reflexiva, es meditada. La poetización de nuestra realidad, la conciencia que aparece el signo en lo ente y que para reconocerse debe tener conocimiento previo de sí misma. El Ego es lo que se aparece a nosotros mismos de nosotros mismos y es la única manera de poder conocernos. Y de alguna manera sí comprende un ejercicio apropiador de la realidad y de uno mismo esta manifestación artística. Empero el Ego no será la única fuerza que tome partido en todo este proceso.
Continuará …