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La Fe

por Álvaro Andújar Meléndez / 8 noviembre, 2018

Imagen extraída de www.antoncebalo.wordpress.com

(Así, sin un contexto que lo pervierta) 

— ¿Tan solo puedo esperar que aquellos a los que quiero se queden a mi lado? ¿De verdad no hay certezas en este mundo?

— Y también debes esperar que ese amor sea suficiente.

— Y no se puede aspirar a nada más que a la esperanza, a la fe.

— ¿Quién podría confirmar tus sueños? No hay nada en la vida que sea seguro.

— La incertidumbre consumió a Kierkegaard. Pero él tenia a Dios, que le consolaba, que apaciguaba sus dudas y su angustia. A mí debe valerme con el amor. ¿Existe algo más místico que el amor?

— Él entendía el amor como un acto de fe.

— El mundo está a oscuras.

— ¿Por qué te has levantado esta mañana?

— He soñado con una mujer. Me he levantado para buscarla.

— Yo en cambio es como si siempre estuviera despierto.

— Siempre.

— No recuerdo el momento en el que me encontré aquí, es como si siempre hubiera estado aquí.

— Siempre.

— ¿Y existe el pesimismo?

— No. Estamos vivos y a pesar de todo hay gente que nos quiere.

— ¿Y la gente a la que nunca han amado?

— Esperan con paciencia.

— Qué pesada carga.

— ¿Sabes dónde acaban los libros que nunca llegamos a escribir?

— Los arrojan a la tumba cuando aún está abierta. Son la penitencia que pagamos, y debemos llevarla con nosotros.

— Recuerdo ahora lo mas irrelevante, la gran frivolidad con la que vivo mi vida.

— Lo hacemos lo mejor que podemos, y eso será suficiente.

— Esperando ese momento de ruptura con lo anterior, la significación. El gran acontecimiento para el que vinimos.

— Esperando pacientes. ¿No temes que nunca llegue?

— ¿Y cambia algo si no llega?

— Tantos hombres fingiendo que no morirán. Es el gran secreto universal, los que mueren siempre son los demás.

— Es un pacto necesario. Lo omitimos para poder soñar. Por eso nos invade una gran tristeza con estos destellos que no recuerdan lo finito. El transcurrir. Esa canción que bailamos y esos besos de madrugada en los soportales. No quedará mas que una hermosa lejanía desde la que recordarse con perspectiva.

— Tengo la impresión de que somos unos moralistas.

— Eso está claro, si hay un mundo hay un juicio.

— Y las flores son preferibles al barro.

— Y sin barro no habría flores.

— Lo uno grande y místico que nos hace. Nosotros somos el barro y las flores.

— Porque los dualismos son innecesarios.

— Kierkegaard es su interioridad, y esta no es otra cosa que el propio Kierkegaard.

— Se piensa, y el pensar es la manifestación de su interioridad.

— ¿Pero entonces no podemos no pensar? ¿Elegimos al menos el qué? Somos el regalo de nuestro pensar o quizá no seamos más que la ilusión de lo que se cree pensado.

— Un grito entre tanta indiferencia. Una broma cósmica.

— Entonces el amor es que nos escuchen.

— El amor es a pesar de todo, del silencio del Xaos.

— Yo tengo cosas que decir. Son importantes. Son ciertas y necesarias.

— Tienes que creértelo. Si no, ¿para qué?

— ¿Y no podría silenciar mi voz a otros?

— Tenemos toda la vida para escucharnos, podría sorprenderte oír tu voz en otros labios.

— Son pocas las palabras lo suficientemente justas como para decirlas con sinceridad.

— Hay otras que no pueden responderse, que solo deben disfrutarse.

— Esa pregunta: ¿mañana?

— Es como caerse al mar.

— Que nos deshace como estrellas de papel.

— Mientras los demás miran ajenos. Hay que implicarles. No soy sino lo que ellos testimonian con su mirar.

— Yo quiero imaginar un mundo que sea pensado por todos, que le pertenezca a todos; que al mirarnos veamos justo aquello que hemos proyectado libremente en nuestro pensar.

— Apropiarnos de la manifestación que es el pensar.

— ¿Quién? Si es el pensar la manifestación de aquello que piensa, ¿no es ya suyo?

— No, aquello que se aparece es la manifestación de otro pensar. Nuestro pensar no es nuestro. No es lo que se aparece y piensa mas que el reflejo de una conciencia más fuerte.

— Que se ha impuesto a la mía.

— Desde que naciste. Kierkegaard llegó a conocer a Dios, no escondía a Dios en su interioridad.

— ¿Y su amor? Tan solo un espejismo.

— Pero que debía bastarle. El amor como abstracción es suficiente.

— Y el miedo o el odio. ¿Porque del amor?

— Es preferible, es nuestro perdón a la responsabilidad del mundo. Otra vez, a pesar de todo, lo inverosímil es que sea capaz de amar.

— Recuerda que no hay dualismo posible, el mundo entero surge en ti, no existe la otredad.

— Pues es la disculpa a mi darse sin permiso.

— Aquí estoy y puedo hacer esto, o aquello, que es lo mismo, pero soy aquí, siendo el mundo y estando en mí.

— Maravillosas formas que verbalizan la abstracción.

— La materialización de lo posible.

— Y todo surge de la fe, en poder seguir siendo en donde estar, en advenirse hacia un infinito incierto; en escribir poemas y cantarlos al vacío, donde las ondas rebotan en los destellos testimoniales de nuestro ser.

— Obligados a construir el mañana.

— El mejor que podamos imaginar, que es el único pensable.

— Como aquellos sufridos pintores impresionistas que buscaban aprehender en la luz su verdad
imaginada. Lo mas probable es que fracasemos, y sabemos de este fracaso; la finitud olvidada en la muerte y la derrota de nuestra imaginación.

— Sí, pero somos pro-yectos perfectos, somos optimistas en tanto que seguimos aquí. La
ausencia de certezas nos da más seguridad de la que nos niega. La duda nos regala el futuro.

— Asumimos la vida, el amor, el dolor y la angustia; el miedo y la duda. Imaginar y soñar. También sufrir. Mirarnos y desearnos entre todos; querernos. El lamento por el final. Después … la tapa y la risa.

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Tags: dialogo, filosofia, kierkegaard, noviembre, ser

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