Refugees (your)welcome

Imagen: Campo de refugiados de Harmanli (Bulgaria) [Fuente: Publico.es]

A modo de prólogo

En la oscuridad, un foco posa su luz en un anciano cano, de sabias y largas barbas blancas, vestido del color del luto y ayudado en el ver por unos lentes circulares. Se halla mirándose en un espejo. Mas no es uno cualquiera. No. En absoluto. Es como uno de aquellos de las ferias. De los circos de monstruos y curiostrocidades, que desfiguran la realidad, paradigmático retrato retorcido de la noche humana.

Entonces el anciano, tornando su voz a la gravedad de la sombra, discursa: “Un esperpento. El reflejo grotesco de la que debió haber sido y nunca fue. Eso fue, una vez, nuestra patria… Quién sabe si alguna vez dejó de serlo. Pero el mal, la vileza, el vicio, como la peste negra, han carcomido lo poco que quedaba de humanidad en los animalados cuerpos de los hombres. Los trajeados, directores del espanto y la inmundicia, de la inmisedicordia y la miseria, de las fecales almas de sus hueras marionetas, se han encargado de ello. Ya no somos humanos, somos bestias. El himno de la alegría ha muerto. La bandera del círculo de estrellas sobre un fondo azul, es hoy, símbolo de todo lo que he dicho. Símbolo cainita  que entierra a sus hermanos en el mar.

Refugees (your)welcome

Mirad. Mirad aquellas hormigas,
mirad cómo salen de los mares,
de la fosa ineludible de la muerte,
del Mediterráneo inerte.

¿Qué querrán? ¿Qué buscan?
¿Una cama? ¿Un hogar?
Jamás.

¿No os han disuadido los icebergs?
Los icebergs de cadáveres,
los que flotan en la mar de luto,
que como madre maldita,
sólo escupe del vientre hijos fallecidos,
con los ojos hinchados
y sus pulmones encharcados.

¿¡Por qué no os han disuadido?!
Aceptadlo y quedaros.
Aceptad vuestro destino.
¿Guerra? Qué pena. ¿Hambre? Bueno.
¿Dolor? Como todos. ¿Crueldad? Qué más dará.
Si os toca morir bajo el filo
de una cimitarra radical y enajenada,
ajo y agua.

¡¿Pero esto qué es?!
Uno, diez, cientos, miles.
Una enorme oleada
de refugiables. ¡NO!

Traed el cemento. La serpentina.
Poned en la entrada centinelas,
dadles armas militares,
que defiendan las fronteras,
volved a echar el telón de acero.
Que no entre ninguno.
Que no entre nadie.
Protegernos. Asegurarnos..
Todo en pos de Europa.
Todo en pos de nuestro país.
Todo en pos del pueblo.

Y de repente, una voz de cordura:
―¿No son también personas?
―Primero las nuestras.
―¿No son europeas sus cimitarras?
―Pero suyas son sus manos.
―¿No es usted el radical?
―Radicalmente seguro.
―¿No es la Europa de la libertad?
―La libertad de sus pueblos.
―¿No merecen un hogar?
―Se lo dan. De nada.
―Hacinados.
―Controlados.
―¿No merecen un futuro?
―…
―¿No es también nuestra culpa?
―…
―¿No estamos volviendo al pasado,
donde las voces extremas hablan,
donde primero se disparaba,
donde no había paz,
ni humanidad, ni nada?
―No más preguntas.
―¿No es usted la voz de una Europa
retorcida, desfigurada y desenmascarada?
―No. Más. Preguntas.
―¿Somos monstruos,
engendros… esperpentos?
―NO MÁS PREGUNTAS.

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