Semillote

En una habitación blanco roto (no blanco roto, huevo o esquimal: blanco nieve aguada, blanco hielo, blanco derretido, blanco hielo frágil, blanco barba…) hay un gran ventanal por donde miramos, que ocupa como una pared un poco voyeur.

En el centro, con tres mondadientes remando para el flote, hay un semillote. No hay nada raro en él (aunque quizás esté un poco escaldado). Sin embargo, el agua no está clara: hay pelusilla de bebé planta. Y éste, sin previo aviso, succiona por la pelusilla, ahora consistente como de un calvo el pelo raso, todo el agua. Engorda, explota el vaso y pasa a ser de Botero modelo-bodegón. ¡Chas! Un crujido a modo de guiño ¡y ya es árbol!

RAMAS, RAMAS, RAMAS verde lima, abedul y césped de Deméter para llegar más alto. Una aquí, otra allá, una escorzada y otra doblada. Se estira como por la mañana y la pared traspasa.

El tronco se engruesa y se pone moreno, con toques de rojo guiri cangrejón.

La savia recorre el suelo y lo tiñe de amarillo, tostadito, brillante, como camino a Oz o un canario que ha visto un lindo gatito.

Y así quedan paredes desconchadas, suelo manchado, todo en color y el blanco roto… o rompido, así, a lo transgresor. Vaya, quién iba a decir que el semillote iba a de artista. Dadaista, surrealista, ista, ista, ISTA.

Dedicado al Señor Obeso.
(Amigos, amigos, amigos…)

 

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