Tralarí, tralará, la noche viene callando.
Cuatro ojos, medio cuerpo y un puñal.
Tralarí, tralará, cuéntanos Luna,
¿qué es lo que no hay que olvidar?
Fue a las dos menos cuarto: algo de un collar.
El collar era de una y otra se lo fue a quitar.
La una se tocó el cuello y empezó a llorar:
“¿Dónde está mi collar, hermana?
Alguien me lo debió de quitar”.
El río, el llanto, el cuello, las flores de azahar.
Todos decían algo de amor y algo de mal.
¿Qué tendrá ese collar, Gitana?
Raro es que tengas tanto que llorar.
Se hizo de día y el collar no apareció,
mas, ¡mira al fondo del escenario!
Hace rato el cielo amaneció y ahí
reluce la plata, mas estrella no es.
“Por ahí, hermana, ha de andar tu collar.
Echa por el riachuelo y antes lo atraparás”.
La Gitana apresuró el paso, rezaba
“Dios mío, he sido buena,
ahora sálvame tú a mí,
devuélveme salva y sana
y con el cuello de marfil”.
Tralarí, tralará, tembló un grito agudo.
A la Gitana le duele la espalda
a la altura del corazón.
Tralarí, tralará, ¡ha sido la hermana!
Las dos querían el mismo amor.
El collar era de él, pero la muerte
va ser para las dos.