Miro por la ventana y no veo nada.
A veces todo se torna marrón,
la arena comienza a revolcarse con las nubes
y la sonrisa llega a mi corazón.
Miro por la ventana, estoy en otro mundo,
en el de las casas de paja y adobe,
del amor sin cartones,
del vivir lento, más lento, sin prisa.
Miro y veo las vacas cruzar las calles de tierra,
escucho al imán llamar al rezo
y una familia veo correr hacia el templo.
Me quedo, no salgo, no puedo.
Se cuentan otras historias,
se sienten otros sabores,
se huelen otros pensamientos.
Todo cambia y de color todo se llena.
Escribo de otra tierra, de otra era,
de recursos que no existen
De almas resignadas, felices, contentas,
de pájaros que cantan y cabras que juegan,
de las estrellas en tu regazo
y la Vía Láctea en tu cabeza.
Escribo de jornadas al sol,
descansos hechos de té verde
y tardes rojas galopando los campos
sintiendo la brisa y su calor.
Escribo sobre la jauría
que te viene a recibir en casa,
el comer todos del mismo bol,
pasear entre calle y calle
y así alejar al dolor.
El vivir que se vive hacia afuera,
la vida dedicada a la comunidad,
a tu familia, tus amigos, tu resplandor.
Desigualdades que se luchan,
con una sonrisa de oreja a oreja.
El amor envolviendo tu corazón
y la paz envolviéndolo todo a tu alrededor.