La raíz cuadrada de Macario

¿Qué opina usted sobre el alza económica de la nanotecnología?
Bajó por las escaleras a toda leche. Hoy era un día importante. Desayunó cereales en un tazón tan oscurecido por el Cola Cao que ni siquiera se distinguía el extremo de la cuchara salvo porque sobresalía. Se oía en la tele: …»España se encuentra en el puesto 129 del ránking de imaginación infantil»… La madre cambió de canal tan rápido que, con la coincidencia las voces articularon una frase: No ten-go más ma-es-tro que mi pro-pia i-ma-gi-na-ción.
….
– ¡Macario! ¿Raíz cuadrada de 372?
SILENCIO. MURMULLO. RISAS
….
Sonó el timbre. Era la hora del recreo y Macario se disponía a sacar su montado de chorizo cuando el profesor Dracón le espetó: «sin comer y directo a la biblioteca de la escuela. Y allí ya verás como aprendes a hacer raíces cuadradas».
Llegaron a una sala amplia, el profesor tomó asiento. El chico también. Se produjo un silencio incómodo solamente roto por el golpe del libro sobre la mesa: «Estúdiate eso, voy a desayunar. Cuando vuelva te pregunto». El muchacho abrió el libro. Busca la cifra que multiplicada por sí misma… bla bla bla. Fue entonces cuando levantó la cabeza y lo vio. Grueso, con signos de uso, colorado y grande; un libro de aventuras.

Se levantó del suelo, parecía estar en medio de un circo medieval, pero diferente: los ratones llevaban brillantes armaduras y pletóricos blasones, los bufones eran enanos más bajitos que él. Los trolls eran los sabios consejeros y los dragones eran las mascotas de los reyes. Estaba tan encantado con el ambiente que giró y giró sobre sí mismo sin ver llegar el carruaje Real tirado por dos hienas. Tan cerca estuvo que casi le atropellan. De la que te has librado pensó para sí.

¡Macario! Papel y lápiz gritaba una voz entrando por la puerta. Haz la raíz cuadrada de 1537. Macario se guardó rápido en libro en la mochila. «Serás vago, no estabas estudiando»… Lo llevaron de la oreja hasta el despacho del director y allí, como un jabato, aguantó la reprimenda. Oía, pero no escuchaba; bla bla bla. Déficit de atención. TDHA. Deberes. Tablas de multiplicar. Verbo to be. Deberes. Prohibidos libros de aventuras… Macario sólo pensaba en ese mercado medieval.
Llegó a casa y ni siquiera comió. Marchó directamente a su cuarto a emprender la aventura de leer. Al regresar al mercado, unos ratones lo vieron, y como persona extraña que era, decidieron llevarlo al rey. Éste, poderoso y sabio enano, dictaminó que podría quedarse como consejero si sabía la raíz cuadrada de 1936. Macario, apesadumbrado lloró y salió del cuento por el foso de los besugos.
“Prohibidos los libros de aventuras en esta casa. Tienes que hacer los deberes, porque si no, no vas a ser ingeniero en nanotecnología como papá». Macario no quería ser ingeniero. Macario quería  ser consejero de un rey enano.

Lloró, y nunca más se volvió a saber de Macario en el mercado medieval. Los ratones pusieron carteles para su búsqueda y una partida de albatros recorrió toda su ecúmene buscándolo… Nada se supo de Macario. Cuando sí se supo de él fue tras veintiséis años, al acabar la carrera de nanotecnología más ADE, se hizo director de la empresa de su padre, quien por suerte había guardado unos libros de aventuras que tampoco a él le habían dejado leer.

Al tiempo, Macario tuvo un hijo al que todos los días le contaba lo bien que lo pasó en aquel mercado medieval. El hijo de Macario no sólo estuvo en ese mercado, sino que viajó en un barco lleno de piratas y estuvo en la selva con animales que hablaban en inglés, defendió una fortaleza contra los esbirros de la trigonometría, venció al gigante de las TIC y todo a lomos del caballo de su propia imaginación.

El hijo de Macario supo resolver la raíz cuadrada de su padre.

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