Piensa en ese hámster que tienes en casa, solo, dando vueltas en una rueda que no llega a ningún sitio, y todo porque se te antojó hace dos años ya que te hacía gracia el hociquillo que tenía (y espero que siga teniendo)…Ahora lee estos versos de Bertolt Brecht y piensa qué hacía un rebelde en la Alemania de Hitler metido en una rueda —aunque en este caso es hidráulica— y que sí llevaba a otra parte…
(…) Mejores o peores, era lo mismo:
la bota que nos pisa es siempre una bota.
Ya comprendéis lo que quiero decir:
no cambiar de señores, sino no tener ninguno.
Bertolt Brecht nació en Augsburgo en febrero de 1898 y falleció en septiembre de 1956 en el Berlín dividido por la guerra fría. Era una personalidad extravagante y con gran sentido de la sensibilidad. Desde el bachillerato comenzó a forjar su rebelde ideología de contrariar todo lo establecido, hoy sería un yayoflauta[1] en Alemania. Durante la Primera Guerra Mundial comenzó a escribir sus primeras obras, y, ya en la década de los 20, coquetea con artistas socialistas cuyas ideas se plasmarán en sus textos. Desde entonces, la concienciación social será lo que más trabaje nuestro autor.
Sale de Alemania después del ascenso de Hitler al poder en la década de los 30 y se exilia en los países nórdicos, donde pasó bastantes años para luego dar el salto a Hollywood, donde,

en 1947, es perseguido, otra vez por sus ideas. Después de tanto vaivén, volvió a Alemania para fallecer de una inflamación pulmonar en 1956.
Brecht es conocido por ser el creador del teatro épico —o dialéctico, como él mismo lo llamaba—, ligado a los planteamientos marxistas de la época que vive, evocando siempre a la reflexión e introspección del tendido incitándolo a actuar. Lo resumiremos como: no sufras, piensa y actúa. Teatro épico, ojo, entendido no como excitante, sino como contemplativo. De hecho, en 1931 presentó un sucedáneo de decálogo de cualidades con las que debía contar el teatro épico.
Siempre centrado en lo político y lo social, alejándose de la catarsis que supone para el público el teatro clásico, Brecht propone un teatro de concienciación y lucha, por ejemplo, cuando fallece el hijo de la Señora Carrar (perdón por el spoiler), en la obra Los fusiles de la Señora Carrar, no hay que ponerse en la piel de madre, si no en la de antifascista. O al menos así es como lo concibo yo.
Kant decía que el espacio y el tiempo eran condicionantes a priori del conocimiento, y es por ello que Brecht cuando escribe no es ajeno a su contexto. Su trabajo está íntimamente ligado a la historia que le rodea, como en el caso de la ya mencionada obra de Los fusiles de la Señora Carrar, Terror y miseria en el III Reich, Vida de Galileo o Schweik en la Segunda Guerra Mundial. Además de su relación con la historia, Brecht formó parte de ella y, particularmente en este caso, de la nuestra, siendo uno de los firmantes del manifiesto del II Congreso de Intelectuales Antifascistas celebrado en junio de 1937 en Valencia y Madrid.
Como corolario, Brecht es lectura obligatoria para cualquier ser humano, seas del signo que seas, te gusten las ciencias o las letras, mees sentado o de pie. Hasta aquí la turra mensual, prometo para la próxima dejar a vuestras mascotas en paz.
[1] Con todo mi respeto a los yayoflautas que llevan toda su vida gobernados por hijos de puta.