El pasado mes de Abril, se celebró la entrega de premios complutenses de literatura, como se lleva haciendo desde hace varios años en la Universidad Complutense de Madrid. Este año, en la categoría de poesía, la ganadora ha resultado ser Bibiana Collado Cabrera, poeta y profesora a la que le hicimos la siguiente entrevista. Publicamos ahora la primera parte.
Bibiana Collado Cabrera (Burriana, 1985) es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Valencia, donde también realizó el Máster de Estudios Hispánicos Avanzados (obteniendo el Premio Extraordinario de Máster). En 2014 defendió su tesis doctoral, titulada “El imperio nuevo de tu palabra”: Canon, tradición y ruptura en poetas cubanas de la Revolución, que fue calificada con excelente cum laude. Dicha tesis fue llevada a cabo gracias a una Beca de Formación de Profesorado Universitario del Ministerio de Educación y Ciencia, la cual le permitió realizar estancias de investigación en la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana y en la Universidad Autónoma Metropolitana de México. En el ámbito de la escritura poética ha obtenido los siguientes reconocimientos: Premio Voces Nuevas de poesía, organizado por la Editorial Torremozas (2009); Premio Universidad de Valencia de Escritura de Creación, en castellano (2009) y en valenciano (2012); XXXIV Premio de poesía Arcipreste de Hita (2012) por Como si nunca antes (Pre-Textos); accésit del Premio Adonáis (2016) por El recelo del agua (Rialp); y, recientemente, Premio Complutense de Literatura 2017 por Certeza del colapso (próxima publicación en Ediciones Complutense).
¿Qué ha significado para usted ganar este año?
Ha supuesto una maravillosa satisfacción para mí. Les estoy enormemente agradecida por confiar en un poemario como el mío, por darle la oportunidad de ver la luz a pesar de sus peculiaridades. Darle un premio de poesía joven a un libro que comienza con una letra de Marifé de Triana parece arriesgado ¿no?
Hasta hace no mucho tiempo, la voz poética de las mujeres no era oída, se olvidaba, se desdeñaba o ni siquiera se la dejaba salir, ¿cree que hoy las mujeres creadoras siguen teniendo dificultades para hacerse un hueco en la cultura?
Contesto con rotundidad: las mujeres creadoras siguen teniendo dificultades hoy en día. Las cosas han cambiado, pero no siempre a mejor. Es cierto que la voz de las mujeres está cada vez más presente pero, en muchos casos, se sigue incorporando desde la condescendencia y la minorización.
Leyendo El Recelo del agua, se crea un ambiente en el que la figura de la mujer cobra especial importancia como sujeto poético, pero lo hace de manera sutil; es decir, no como una declaración de intenciones sino como una realidad objetiva, algo que simplemente es. Presenta una visión subjetiva de una persona que por casualidad es una mujer, pero que esto mismo, de alguna manera, también le ha determinado. Eso es lo que he intuido reflexionando sobre su poemario…
El recelo del agua pretende ser una reflexión sobre cómo construimos nuestra identidad, personal y colectiva. En esa construcción, clase social y género continúan siendo determinantes, sin ninguna duda. Ese “ser mujer” y formar parte de “los de abajo” continúa constituyendo una doble subalternidad en este país y en este momento, a pesar de que muchos nos quieran hacer ver que las desigualdades han sido superadas.
¿Cómo se enfrenta al papel en blanco?
Aunque el papel esté en blanco, la cabeza siempre está llena de borrones y tachados que desenmarañar. De modo que, en realidad, nunca se empieza desde cero. Existe una base latente de malestares, de entredichos, de incógnitas… Al escribir, intento acercarme a eso que me duele y soy incapaz de nombrar con el lenguaje cotidiano. De acuerdo con esto, el proceso de escritura se convierte en un proceso de cercado, en el que intento delimitar (como si eso fuera posible…) el perímetro de la angustia y la palabra justa para señalarla.
La situación que se intuye en El recelo del agua, una mujer, una madre luchando por recordar, la cual se fusiona con la voz de la hija, se construye a través de la sutileza de un lenguaje en el que hay que intuir, extraer lo que ahí se expresa. De repente, aparecen nombres propios que el lector no reconoce, ni probablemente reconozca, generando ese extrañamiento de quién siempre intenta recordar. ¿Ha querido, de esta manera, hacer empatizar con mayor facilidad al lector con esta situación?
Los nombres propios que aparecen en el poemario tienen un fuerte carácter simbólico: María, Marta, José. Las connotaciones que estos nombres comportan ayudan a construir el significado global del libro. A su vez, resultan nombres frecuentes en nuestra sociedad que pueden actuar como anclaje a la vida corriente de cualquiera de nosotros.
¿Qué importancia tiene la familia en su poesía? ¿Qué papel juega?
La familia, sea del tipo que sea, constituye el primer núcleo determinante de nuestra identidad, por eso ocupa un papel estructurador en El recelo del agua.
¿Marca, de alguna manera, el camino recorrido de nuestra familia el que vamos a recorrer nosotros?
No marca el recorrido pero sí nuestra manera de recorrerlo. Nadie escapa a sus orígenes, nos elaboramos a partir de ellos (aunque algunos los nieguen o los obvien).
El lenguaje juega un papel fundamental en su poemario El recelo del agua, ¿qué importancia tiene para usted como poeta?
El lenguaje tiene toda la importancia. El trabajo con la lengua constituye un objetivo primordial en el proceso poético. Como ya he dicho, El recelo del agua se interroga sobre cómo se conforma nuestra identidad y, obviamente, nuestra identidad se conforma en gran medida a través de la lengua que hablamos, por tanto, se hacía imprescindible reflexionar sobre el lenguaje y trabajarlo al máximo.
¿Crea el lenguaje nuestra realidad o sólo ayuda a encuadrarla? ¿Qué relación guarda el lenguaje con la memoria y el sentimiento?
Las palabras que escogemos (y las que evitamos) son relevantes y contribuyen a nuestra construcción de la realidad. Trabajar con el lenguaje es trabajar con nuestro pasado y elaborar nuestro presente.
¿Leer su poemario [El recelo] me ha hecho recordar a Virginia Woolf en el sentido de uno de los valores de la literatura: su función catártica. No tanto en el efecto que puede provocar en el lector, sino como elemento terapéutico a través de la escritura por parte del autor. Según ella, Al faro fue la obra cumbre con la que consiguió reconciliarse con su pasado y con su familia. ¿Creo que esto es cierto, que la literatura puede conseguir esto?
No sé si la literatura puede conseguir la “reconciliación” y no me gusta mucho el adjetivo terapéutico aplicado a la poesía. Sin embargo, creo que la escritura puede ayudarnos a gestionar (hasta cierto punto) el malestar propio y colectivo. Como mínimo, puede ayudarnos a abordarlo de un modo diferente.
Certeza de colapso, poemario con el que ha ganado el premio complutense, parece seguir, en cierta medida, con el punto en el que nos deja El recelo del agua. Aquí hay una evolución, no sólo conceptual sino también estilística. El mensaje es más hermético, articulado en metáforas y figuras que juegan más con la plasmación de la imagen provocada por el sentimiento que el hecho de contarlo. ¿Se puede deber a que, cuando una poeta es más conocida, cuando alguien comienza a tener más renombre, cuida más hasta qué punto compartir aspectos de su vida? ¿Cuál ha sido su nueva búsqueda?
No creo que comparta más aspectos de mi vida en El recelo del agua que en Certeza del colapso. Son dos trabajos diferentes con el lenguaje aunque claramente conectados. De hecho, Certeza del colapso está probablemente un poco más cerca de mi anterior poemario Como si nunca antes (Pre-Textos 2013).
El trabajo con lo real que llevo a cabo en El recelo del agua tiene que ver con nuestra construcción social y comunitaria (nuestra intrahistoria como sociedad), reducirlo a mi historia personal sería vaciarlo de sentido.
En este poemario hay una sensación constante: estar al borde de un precipicio, mirando inexorablemente al vacío al que seremos empujados de manera inminente. ¿Esto es positivo o negativo?
No creo que sea positivo ni negativo. La certeza del colapso supone la toma de conciencia del momento de crisis, del cambio necesario. Sin la conciencia del borde no puede haber evolución.
Usted es graduada en filología hispánica, ¿cree que la carrera, al quitarnos el vendaje de un lector ingenuo, nos hace más asépticos en nuestra relación con la literatura? ¿Cómo evitar esto, cómo no tratar a un libro como una rana a la que tenemos que hacerle una disección?
No creo que nos haga más asépticos. Todo lo contrario, nos hace más sensibles, más porosos a los infinitos matices de una obra literaria. Y, también, más críticos.
Hace poco se habría una polémica a raíz de un artículo de Diego Álvarez Miguel sobre la poesía joven que se encuadra en las redes. Unos dicen que es poesía y necesaria, otros que es una poesía insípida, de poca calidad, que sólo está ahí porque vende. ¿Qué opinión le merece esta polémica?
En mi opinión, el problema no es la existencia (y auge) de esta poesía sino el lugar del circuito cultural en el que la insertamos. Quizá sea, efectivamente, el momento de plantearse la posibilidad de una poesía juvenil en el mismo grado en que ya existe una narrativa juvenil (que no nos incomoda sino que enriquece el panorama cultural).
¿Qué significa para usted la poesía?
A mi entender, la poesía supone un compromiso con el mundo en que vivo y conmigo misma a través del lenguaje.